El 6 de diciembre de 1991 era viernes en Austin. Cuatro adolescentes estaban en la tienda de yogurt “Can’t Believe It’s Yogurt!” cuando fueron asesinadas brutalmente, y hasta el día de hoy no se sabe quién lo hizo. Pero una nueva docuserie retrata el hecho desde una nueva perspectiva.
El pasado 3 de agosto de este año HBO Max estrenó el primer episodio de la serie "The Yogurt Shop Murders". Cuenta la historia del asesinato de cuatro adolescentes que trabajaban en una tienda de yogures en Austin, Texas, un misterio que sigue sin resolverse. La serie en un principio se lanzó en SXSW a comienzos de este año, pero desde agosto que se estrena un episodio cada domingo.
HBO describió a la serie como "una inquietante serie documental original de HBO de cuatro episodios, de la galardonada cineasta Margaret Brown", quien saltó a la fama con su documental de 2022, Descendant.
Cómo fue el crimen texano que cambió para siempre una ciudad
Este crimen fue tan brutal que conmocionó al país entero y destrozó la sensación de seguridad de la ciudad, según afirmó HBO. Décadas después, el caso sigue generando confesiones falsas, condenas cuestionables y “mucho dolor”, según la revista People.
“La serie desarrolla una investigación fallida y explora el impacto emocional que dejó en las familias, los investigadores y una comunidad que aún busca justicia”, afirmó HBO. “Con su profundidad y sensibilidad características, Brown aporta una nueva urgencia a uno de los crímenes más perturbadores y sin resolver de Estados Unidos”.
Las adolescentes que fueron víctimas del brutal hecho fueron Eliza Thomas, de 17 años, Jennifer Harbison, de 17 años, Sarah Harbison, de 15 años, y Amy Ayers, de 13 años.
Los cuerpos de las cuatro chicas fueron descubiertos por los bomberos, que creyeron que se trataba sólo de un incendio en la tienda. Más tarde, los investigadores concluyeron que el incendio fue provocado intencionalmente para ocultar las pruebas del asesinato.
Además, según una investigación de la revista, decenas de personas confesaron hechos falsos a lo largo de los años. Por un lado, la policía basó su investigación en cuatro adolescentes sospechosos, de los cuáles tres confesaron en 1999. Sin embargo, sus condenas no se mantuvieron después de una investigación y procedimientos fallidos.
En 2009 los jóvenes fueron liberados de prisión y se les desestimaron los cargos, mientras que las familias de las cuatro víctimas siguen buscando respuestas y justicia.
El relato se nutre de un contexto cultural muy particular: Austin a principios de los 90, con su combinación de cultura universitaria y ambiente cowboy, fue testigo de cómo los sospechosos fueron seleccionados según diferencias sociales y de estilo de vida, exponiendo divisiones en la ciudad.
Brown incluso detectó en el material de archivo una estética reminiscentes a David Lynch, donde lo inquietante se esconde detrás de la apariencia cotidiana, reforzando la sensación de que el horror puede surgir en cualquier lugar, incluso en una tienda de yogurt que solía ser un lugar seguro para adolescentes.
Además, la serie aborda cómo el género de true crime puede servir tanto como un instrumento de explotación como de catarsis. A través de entrevistas con familiares y sobrevivientes, la docuserie muestra cómo narrar la historia permite a las víctimas y sus allegados mantener viva la memoria de las chicas y procesar su dolor.
En este sentido, la narrativa no solo informa al público, sino que también ofrece un espacio de validación y memoria para quienes vivieron la tragedia de cerca.