Cien años de Eduardo Rovira, la lucha contracorriente de la renovación tanguera

Nació en Lanús en 1925 en el seno de una familia obrera. Toda su vida sobrellevó con hidalguía la eterna comparación con el gran vanguardista Astor Piazzolla. Su legado silenciado durante años, cobra nueva vigencia en el aniversario.

Es uno de los músicos argentinos más importantes del SXX y, a la vez, uno de los menos recordados. En 2025, Eduardo Rovira cumpliría 100 años y el aniversario redondo es una oportunidad para celebrar su obra: a lo largo de todo el año están programados conciertos y homenajes, como el Simposio Eduardo Rovira que tuvo lugar en el Museo Casa de Ricardo Rojas el mismo día del cumpleaños del músico, el 23 de abril. Pero el plato fuerte de esa jornada fueron los dos conciertos que brindó, en su paso por Buenos Aires, la orquesta Sónico, nacida en Bruselas con la especial misión de difundir la obra del eximio bandoneonista y compositor.

La música de Rovira se inscribe dentro de la renovación tanguera que nació bajo el influjo del célebre Astor Piazzolla pero que de ningún modo se agotó con el pionero. Como dice Ariel Eberstein, contrabajista y director de Sónico: “Hay muchos compositores que fueron parte de esta construcción colectiva que fue el Tango Nuevo, pero que quedaron olvidados, como Alberto Caraciolo u Omar Lupi, que fue quien creó el octeto que después terminó siendo la primera formación de Eduardo Rovira”.

image.png

La influencia de Piazzolla en el mundo entero fue determinante para la eterna comparación entre la obra de Rovira con la del autor de Adiós Nonino. Pero su música tiene un estilo muy propio: si Piazzolla se apoyó en las sonoridades y herramientas del jazz para crear su estilo, Rovira produjo una extensa obra recostándose más en la música conocida como académica o clásica. “Para Rovira, la música clásica era el ideal platónico sobre el que debía reflejarse el mejor tango posible”, dice el periodista y crítico musical Sergio Pujol. Con un estilo inconfundiblemente tanguero y personal, en las composiciones de Rovira suenan ecos de Mahler, Debussy, Schöenberg o Bach. Dice Eberstein: “Cuando uno la escucha por primera vez me parece que es muy sorprendente, tanto en su manejo del timing, una especie de dirección musical, de manera de frasear muy, muy personal en un principio hasta incómoda”.

El Tango Nuevo y después

Promediando los años 50, el tango empezaba a ceder el centro de la hegemonía musical en Buenos Aires. El rock&roll agitaba los corazones y los pies de los jóvenes, el jazz se encabalgaba entre la música de culto y lo popular y se veía venir un cambio generacional. La aparición rutilante de Astor Piazzolla con su sonoridad amplia, su espacio para la improvisación y su apuesta renovadora abrieron un espacio que fue conocido como Tango Nuevo.

Rovira, que había nacido en Lanús en 1925 en el seno de una familia obrera que estimuló su estudio de bandoneón, sintió el llamado de esa renovación y la necesidad de poner su ya para entonces enorme trayectoria en el tango tradicional: desde los 9 años, había formado parte de varias agrupaciones, y, mucho antes de que su carrera derivara definitivamente hacia la vanguardia tanguera, fue instrumentista y arreglador de directores como Alfredo Gobbi, el citado Sassone, Miguel Caló, Orlando Goñi y Osmar Maderna y en 1948 dirigió por un breve tiempo la muy popular orquesta de Alberto Castillo.

La primera formación con la que abordó la renovación del lenguaje tanguero fue –por reconocida influencia de Piazzola- un octeto, llamado Agrupación de Tango Moderno. Con esa formación editó su álbum debut en 1961, Tangos en una nueva dimensión, con un sello independiente, lo cual, también era muy inusual por entonces. Cuatro años después, cambia drásticamente la forma de arreglar sus tangos y ensaya la poco frecuente formación de trío con Fernando Romano en contrabajo y Rodolfo Alchourrón en guitarra eléctrica. Con esta novedosa formación, el Trío Rovira, edita el EP A Roberto Arlt y el LP Tango en la Universidad.

image.png

Por entonces, Osvaldo Pugliese lo bendijo con la grabación de su tango A Evaristo Carriego. La leve melodía del bandoneón y la textura minimalista del contrabajo y la guitarra originales dispararon, en la versión orquestal de don Osvaldo, un despliegue de recursos que lo convirtió en un clásico.

Embed - Eduardo Rovira Trío - A Evaristo Carriego

En 1968, vendría su icónico LP Sónico, en el que se experimenta por primera vez la distorsión eléctrica en el sonido del bandoneón, y que da nombre a la orquesta conducida por Eberstein: “La búsqueda de sonidos que hay en este disco es impresionante, es la primera vez que se usa electrónica y es una búsqueda impresionista que particularmente a mí me generó la sensación de que había una gran injusticia, cómo esta música no tenía más proyección, más exposición, cómo nadie estaba tocando esta música de manera regular”.

Una década rescatando a Rovira

Trece años atrás, Eberstein viajo a Viena para perfeccionar sus estudios de música clásica y el encuentro con ese disco le dio el golpe de timón que su carrera y su vida le demandaban. Allí se puso manos a la obra para armar una orquesta que combinara todos esos mundos: el de la ejecución de música clásica y tanguera reivindicación de Rovira y coordinación de músicos europeos vinculados al tango.

La formación que estuvo recientemente visitando Argentina estuvo formada por el francés Lysandre Donoso en bandoneón; el estadounidense Stephen Meyer en violín; el argentino Alejandro Schwarz en guitarra; y el belga Ivo De Greef en piano, además de Eberstein.

“Sónico es como un ensamble con mucha gente que de, acuerdo a los programas que hacemos nosotros, que siempre están basados en lo que la música originalmente pide, vamos usando un grupo de gente u otro. En total somos 10 personas. Nuestro programa más grande es con 9 personas. Y los músicos son de diferentes orígenes, pero básicamente para mí la condición sine qua non es que sea gente que esté especializada en el tango y, obviamente, que haya un interés por la obra de Eduardo Rovira”.

Embed - (Eduardo Rovira)

Con el ojo puesto en la difusión de la obra del bandoneonista lanusense, Sónico abre otra puerta, en lo que refiere al repertorio tanguero. “La idea nuestra es mostrar que el Tango Nuevo fue una construcción colectiva, sin quitarle mérito a nadie, pero no fue una construcción, digamos, mesiánica del gran Astor Piazzolla, que un día se despertó y dijo voy a crear algo nuevo. Fue un grupo de gente que tiró todo para el mismo lado.

Fundado en 2015, Sónico se consolidó como un referente internacional en la reinterpretación del tango de vanguardia. Desde entonces, la agrupación rescató y transcribió más de 70 obras de Rovira a partir de manuscritos y grabaciones no comerciales en sus cuatro discos publicados hasta el momento: Eduardo Rovira: La Otra Vanguardia (2018); Eduardo Rovira: Inédito e Inconcluso (2020); Piazzolla - Rovira: The Edge of Tango (2021) y Five, Six, Seven, Eight... The Edge of Tango Vol. 2 (2024). Su próximo álbum, Rovira 100 será una selección de las grabaciones recientes durante su gira por Buenos Aires.

Los últimos años y el silencio

El momento de mayor popularidad de Rovira tuvo lugar entre 1960 y 1965. El recordado periodista Julio Nudler, uno de los reconocidos “rescatadores” del legado del músico, contó que “a diferencia de Astor, rechazaba reinterpretar tangos tradicionales, como mostrando una intransigencia mayor y también un desdén absoluto por las sugerencias de cualquier gerente comercial”. Quizás esa circunstancia, que lo llevó a ir convirtiéndose lentamente en “el único interprete de su propia música” fue debilitando el impacto popular de su renovación sonora, pero no su calidad y su producción.

Durante la breve presidencia de Héctor José Cámpora, en 1973, Rovira fue nombrado director del Teatro Argentino de La Plata, y se instaló en esa ciudad donde ya había sido contratado como arreglador de la banda sinfónica de la Policía Bonaernse, su último trabajo público. En noviembre de 1975, Eduardo Rovira entró por última vez a un estudio de grabación. De allí surgió su último LP, Que lo Paren. A los 55 años, fallecío, víctima de una insuficiencia coronaria y según Nudler “quizá de una lucha imposible, contracorriente, en la que se vio cercado por la pobreza y la falta de reconocimiento".