El oficialismo culminó la semana más activa de las dos que lleva como gobierno convocando a sesiones extraordinarias del Congreso e intentando prever las fuerzas que tendrá de aquí a marzo para intentar imponer el programa de desregulación del Estado más ambicioso de la historia de la democracia.
Los proyectos quedarán para la semana que viene, pero ya se anticipa la reinstalación del Impuesto a las Ganancias cuya eliminación votó hace unos meses el mismo Javier Milei cuando era diputado. Los contactos entre dirigentes del oficialismo y legisladores de la oposición han sido muy intensos pero poco productivos hasta el momento porque no ha sido aceptada por Milei la idea de buena parte del radicalismo de que se derogue el escandaloso decreto que se presentó esta semana y sea reemplazado por una serie de proyectos de ley que buena parte de los legisladores cambiemitas hubieran estado dispuestos a acompañar.
La estrategia de Milei en ese tema sigue siendo a todo o nada. En el caso de los proyectos que se enviarán para su tratamiento en extraordinarias, el presidente ha sido más flexible y finalmente, no enviará una ley ómnibus.
Cadena Nacional Javier Milei
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Tanto en relación con las magnitudes como con los tiempos, la estrategia del libertario parece ser la misma. No hacer caso a la inicial debilidad parlamentaria que presenta e intentar avanzar de modo avasallante, rápido y profundo en las reformas que cree necesarias.
El problema es que la estrategia lo pone en peligro de rifar muy rápidamente la legitimidad de origen y una derrota, en la Justicia o en el Congreso, generarían una crisis temprana imposible de prever. Al plan no le falta osadía y responde a la intención de hacer lo más doloroso mientras dura la luna de miel electoral. Pero la inmediata reacción contraria, tanto en la calle como entre quienes entienden de cuestiones constitucionales, establece un límite que aún no se adivina cómo será salvado. Por supuesto que tampoco está claro el resultado del tránsito legislativo del DNU.
Segundo cacerolazo
Los manifestantes se congregaron en distintos puntos del país contra el DNU de Milei.
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Es cierto que la condición de que deba ser ratificado su rechazo en ambas cámaras es una norma muy favorable para dejar firme un decreto que proviene del Ejecutivo. Lo demuestra el hecho de que de los 850 DNU que trató el Congreso, ninguno fue rechazado. Pero también es verdad que nunca diputados y senadores habían enfrentado un material tan abarcativo, profundo y con tan poca legitimidad de origen como el que firmaron Milei y sus ministros. Las protestas inmediatas por parte de un sector de la población además han funcionado de activador también para la oposición política y puede pasar lo mismo con una parte del poder judicial que espera una catarata de amparos en contra de la mega norma.
Tanto en relación con el contenido de las reformas que plantea Milei como en el modo en el que quiere imponerlas, las críticas han arreciado de sectores muy significativos de la sociedad. Aquí, los libertarios enfrentan nuevamente una contradicción entre la prédica y la base material. Cada uno de los funcionarios de Milei repiten como un mantra que ellos siempre hablarán con la verdad pero de modo muy rápido selectores de la sociedad entre los que seguramente hay votantes de su fuerza, comienzan a ver cómo el ajuste no lo va a pagar ninguna casta dominante sino que recaerá con mayor crudeza entre los trabajadores.
La evidencia de que cada uno de los puntos del DNU está destinado a beneficiar a representantes muy específicos del poder concentrado en la Argentina comienza a ser cada día más palmaria para más gente. El Gobierno por eso apuesta a jugar al doble o nada con los dirigentes políticos dispuestos a apoyarlo y que ese tránsito entre la esperanza y la inevitable decepción popular se ralentice todo lo posible para permitir realizar las reformas previstas.
El peronismo busca reagruparse de cara a la batalla legislativa
Mientras tanto, el peronismo bonaerense, aún golpeado por la derrota electoral y por la desilusión de la última experiencia de gobierno, se reagrupó el viernes alrededor de Axel Kicilloff. Intendentes, legisladores y funcionarios provinciales se reunieron para debatir lo que viene junto al gobernador, al ex candidato a presidente Sergio Massa y a dirigentes como Máximo Kirchner y Wado de Pedro, entre otros.
El análisis del panorama por venir fue muy pesimista, sobre todo de quienes tienen responsabilidades de gestión pero también comienza a delinearse un marco de acción que tiene a la manifestación popular y al tránsito judicial como las primeras armas para frenar el plan de desguace de Milei.
Parece poco porque hoy las calles parecen responder a una lógica reactiva y desarticulada y los estrados judiciales siempre han sido esquivos al peronismo pero la evacuación es que la oposición política a un presidente que acaba de asumir no puede sobregirarse y provocar el efecto de que se busca minar la gobernabilidad. Por supuesto que no todas las reacciones son inorgánicas.
La marcha en contra del ajuste propiciada por la CGT y la CTA para el próximo miércoles se adivina como contundente y como el primer capítulo de un crescendo en la conflictividad social y gremial. Que la respuesta oficial haya sido desplegar policías en distintas dependencias para romper incluso asambleas que estaban realizando los trabajadores estatales no parece ser un buen antecedente.
Si antes reconocíamos que al plan Milei no le falta osadía, el despliegue represivo como combustible para el núcleo duro de los votantes libertarios generará seguramente males mucho mayores que los que busca evitar.