El libertario Javier Milei impuso su estilo durante toda la semana en cada una de las decisiones, desde las más nimias hasta las trascendentes. Con un formato de comunicación que remeda a la política estadounidense, el entorno del presidente electo fue y vino con anuncios que, cuando se publican, parecen contundentes y luego se diluyen o cambian de rumbo.
El mismo lunes por la tarde, a través de un comunicado, se anunciaba que no estaba prevista en lo inmediato una reunión con Alberto Fernández. El propio entorno de Milei deslizaba por esas horas que no había interés en concretar rápido el encuentro y que, de hacerse, debería ser “en terreno neutral”. Horas después y tras un mitin con Mauricio Macri en el Hotel Libertador, se concretó la visita de Milei a la Quinta de Olivos para el martes a la mañana. Esa lógica recorrió toda la semana.
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En la profusión de entrevistas a medios amigos que dio el libertario, nombró funcionarios en lugares que no ocuparán, sostuvo objetivos que no está claro que pueda cumplir e hizo una serie de apreciaciones acerca de su relación política con el ex presidente Macri que no parecen condecirse con la realidad. ¿Esto implica un demérito insalvable o algo nunca visto? De ningún modo. El armado de gobiernos casi desde cero genera este tipo de contradicciones. Ha sucedido en anteriores administraciones con menos porcentaje de novicios que ésta y continuará sucediendo. Lo que llama la atención es el estilo. Rápido y contundente para anuncios que luego no se sostienen.
Los casos de Carolina Píparo, anunciada por el propio Milei al frente del ANSES, y de Emilio Ocampo, a quien siempre en campaña nombró como “el último presidente del Banco Central” son sintomáticos porque ninguno de los dos parece que ocupará esos cargos.
Al frente del estratégico organismo de seguridad social estará Osvaldo Giordano, actual ministro de finanzas de Córdoba. En el caso de Ocampo abandonó su lugar cuando comenzó a sonar con más fuerza Luis Caputo como ministro de Economía. A pesar de que el ex funcionario macrista está distanciado del expresidente en términos personales, a nadie se le escapa que los cambios se producen conforme avanzan las negociaciones con las fuerzas que ayudaron a que Milei llegue al poder. Lo de Macri fue explícito, lo de Schiaretti no, pero fue igualmente importante. Y los dos alianzas exigen lugares. Se sabe, en política los apoyos nunca son incondicionales y siempre se espera algo a cambio.
En relación con esto, la danza de nombres del macrismo que son mencionados para ocupar el futuro gabinete crece momento a momento. Hay algo llamativo allí y es que, en paralelo, cuando los negociadores de Milei hablan con el actual oficialismo para acordar la transición, comentan que el libertario tiene controlada la injerencia de Mauricio Macri. No es lo que se ve y no está claro si la diferencia de valoración del lugar de Macri como estratega de la nueva administración se debe a una impostura o una falta de visión de cómo se está reorganizando el esquema de poder.
Hay un hecho trascendente y sintomático de esto último. El viernes, un comunicado de la oficina del presidente electo sostenía que el cierre del Banco Central es una decisión innegociable. Al mismo tiempo, Luis "Toto" Caputo se reunía con bancarios y empresarios a los que les aseguraba que el plan de dolarización y de eliminación de la máxima autoridad monetaria en la Argentina está muy lejos.
El peronismo deberá rearmarse tras la derrota y ante el ajuste "bestial"
En el peronismo, golpeado por una derrota que tendrá consecuencias por mucho tiempo, se sopesan los anuncios con la certeza de que lo que viene se parece más a un segundo gobierno de Mauricio Macri que a las promesas del libertario. En diálogo con C5N.com un legislador bonaerense lo graficaba de este modo: “Puede ser la peor estafa de la historia democrática argentina, con Milei como caballo de Troya de Macri pero a la vez tranquiliza que haya dirigentes que aporten racionalidad a la nueva administración. Es un mal menor en medio de un escenario devastador.”
Mientras tanto los gremios, los gobernadores y las organizaciones sociales intentan reagrupar sus fuerzas a la espera de un programa de ajuste que, se sabe, será muy profundo. “Bestial” en palabras del ex presidente Macri. La idea fuerza en todas las tribus peronistas es que no hay que apresurarse en salir a contestar ni a oponerse preventivamente cuando lo único que ha habido hasta ahora son anuncios periodísticos. “Es un partido largo y no hay que quemar las naves antes de tiempo”, asegura un dirigente sindical combativo.
Mientras tanto, se sabe que buena parte de la disputa estará en el Congreso. Varios diputados y senadores de origen peronista -Florencio Randazzo, Miguel Ángel Pichetto y Juan Carlos Romero, entre otros- buscan armarle un bloque un poco más nutrido a Milei para dar las peleas que se proyectan y la disputa por la presidencia de la Cámara de Diputados sigue abierta.
El peronismo intenta rearmarse para imponer su lugar de primera minoría. Por caso, incluso luego de la reunión entre Cristina Kirchner y Victoria Villarruel, son claras las intenciones del kirchnerismo de que la presidencia provisional del Senado -tercera en la sucesión presidencial- sea ocupada por una figura de consenso y no por alguien designado por Javier Milei.
Algo sugerente de los tiempos que correrán. Una fuerza decidida a hacer reformas muy profundas con poco plafón político, algo casi opuesto al posibilismo exasperante en el que incurrió casi siempre el gobierno de Alberto Fernández, pero con gran apoyo del establishment. Y enfrente una oposición muy golpeada por la derrota, por la desilusión de la actual administración y sin un liderazgo claro pero con poder de fuego para frenar muchas de las iniciativas en el Congreso y en el territorio.