“Estos zurdos (NdeR: ¿les suena en estos tiempos?) murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son M.S.T.M.” (sigla del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo).
El juez Rafecas y el fiscal Rívolo deben definir las indagatorias por el crimen de los palotinos. Hasta ahora, el único culpable fue un periodista que investigó.
“Estos zurdos (NdeR: ¿les suena en estos tiempos?) murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes y son M.S.T.M.” (sigla del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo).
En tiza habían escrito los miembros del grupo de tareas de la dictadura, en la madrugada del 4 de julio de 1976, dentro de la parroquia San Patricio, en la esquina de Estomba y Echeverría, en el coqueto barrio porteño de Belgrano R, cuando fueron a buscar a los sacerdotes y seminaristas que estaban en sus cuartos durmiendo. Los apuntaron con sus armas y los sacaron de la cama. Los arrodillaron delante del altar, debajo de ellos una alfombra roja. A balazos, los asesinaron. Juntos vivieron y murieron: Emilio Barletti de 24 años, Salvador Barbeito de 25 años, el sacerdote saliente Pedro Dufau de 64 años, Alfredo Leaden de 54 años y el párroco Alfredo Kelly de 43 años.
El más cruel de los operativos de la dictadura contra la iglesia católica argentina aún sigue sin responsables penales. No se sabe autores materiales, tampoco intelectuales.
Eso sí, la primera jueza, Ángela Braidot, quien debía investigar el complot de la masacre, terminó condenando al único periodista que investigó. El calumnias e injurias contra Eduardo Kimel llegó a la Corte Suprema Nacional. En diciembre de 1998, los cortesanos dictaron calumnias sobre el periodista y favorecieron al juez que nunca descubrió la verdad con los asesinos de los palotinos. Finalmente, la causa llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que en 2008 condenó al Estado argentino por haber violado la libertad de expresión e instó a levantar la condena al periodista. En ese entonces, año 2009, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el proyecto de ley para despenalizar las calumnias e injurias para los periodistas. Finalmente, se votó la ley 26.551 y el Estado argentino modificó el Código Penal. El periodista Kimel muere poco tiempo después de sancionarse la ley.
El crimen de los palotinos lleva 49 años. Nadie está preso, ni condenado. Desde el año 2022, el juez federal porteño que lleva la causa es Daniel Rafecas, junto al fiscal Carlos Rívolo. Pocos días atrás, el abogado querellante de la Sociedad del Apostolado Católico argentina (conocidos como los palotinos, en honor a su fundador, el sacerdote romano, Vicente Pallotti), Pablo Llonto, solicitó indagar al juez Rivarola, por prevaricato y encubrimiento, y a diez miembros de la Policía Federal que en el año ‘76 integraban la comisaría 37 por considerar que participaron en la liberación de la zona y en el encubrimiento posterior del hecho.
“Esperamos que el juez Rafecas actúe con celeridad y llame de manera urgente a prestar declaración indagatoria a todos los efectivos de la comisaría 37 implicados en el hecho. Como al ex juez Rivarola, quien fue el encargado de garantizarles total impunidad durante la primera instrucción de la causa”, aseguró a C5N, Ramiro Varela, militante de la organización “Palotinos por la Memoria, Verdad y Justicia”.
Dentro de la propia asociación de Palotinos el crimen abre aguas. Jorge Rafael Videla, de la localidad bonaerense de Mercedes, y su familia se formaron en la espiritualidad palotina. Mientras que en la misma comunidad eclesial estaban estos sacerdotes y seminaristas asesinados por esa misma dictadura militar encabezada por Videla.
Tal es la tensión interna en los palotinos que recién se constituyeron en querellantes 40 años después de ocurrida la masacre en la parroquia San Patricio. Mientras que hace poco tiempo asumió la querella el abogado Llonto.
“Las baldosas de este solar están ungidas con la sangre de aquellos a quienes el mundo no pudo reconocer porque no eran de este mundo”, predicó Jorge Mario Bergoglio, en ese entonces cardenal primado y arzobispo porteño, en la misa desde San Patricio, el 4 de julio de 2001, 25 años después de los cobardes crímenes.
En ese entonces, quien luego sería el Papa Francisco pidió quitar etiquetas y concentrarse en el testimonio de los palotinos: “Hay gente que fue grano de trigo, dio su vida y germinó”, y añadió Bergoglio una confesión, su estrecha cercanía al entonces párroco de San Patricio: “Yo soy testigo, porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión hasta su muerte de lo que era la vida de Alfie Kelly. Sólo pensaba en Dios. Y lo nombré a él porque soy testigo de su corazón, y en él a todos los demás”.
Las etiquetas siguen al día de hoy. “Terroristas asesinos” figuraba debajo de la placa con los nombres de Lucila Adela Révora y Enrique De Pedro, los padres del senador nacional, Eduardo “Wado” De Pedro. Sin esperar, ni delegar, fue el propio Wado que limó esa nefasta etiqueta sobre la identidad de sus progenitores en el cementerio de Mercedes. Pocos minutos antes el provincial de los palotinos y párroco de San Patricio en Mercedes, Pablo Bocca, junto a la cuñada de Kelly, los miembros de Palotinos por la Memoria y un grupo de estudiantes secundarios, que llevaban la bandera nacional, de Santa Sede, de Irlanda y de la provincia de Buenos Aires, habían realizado la ofrenda floral para los sacerdotes palotinos asesinados y allí enterrados.
El viernes pasado, en San Patricio de Belgrano, celebró misa por los mártires el obispo auxiliar porteño Alejandro Pardo; y el jueves 3, en la localidad de Suipacha, se colocó una baldosa en memoria del cura Kelly.
Este lunes a las 18 hs se presenta en el Congreso el proyecto de ley, autoría de Eduardo Valdés, para declarar a la parroquia San Patricio Monumento Histórico Nacional.