El Gobierno frente a los rigores del poder real

La corrida con búsqueda devaluatoria de las últimas semanas demuestra que el establishment tiene claro cuándo es el momento de golpear para conseguir mayores réditos.

En abril de este año, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunció un discurso, en un encuentro conjunto de parlamentarios de América Latina y Europa que se realizó en el Centro Cultural Kirchner, que tuvo mucha repercusión pero cuyo alcance seguimos mensurando. Aún en sus aspectos más comentados. Ante la Asamblea, integrada por 75 eurodiputados y 75 representantes de los Parlamentos de Latinoamérica y el Caribe, y bajo el lema "Una recuperación económica justa e inclusiva en paz", la titular del Senado instó a repensar "una nueva ingeniería institucional" para hacer frente a las inequidades.

Hubo una frase muy destacada en aquel momento pero leída sólo en clave de interna: “Hablamos de poder cuando alguien toma una decisión y esa decisión es respetada por el conjunto. Que te pongan la banda y te den el bastón, créanme, no significa que tengas el poder, sólo un poquito de eso. Y lo digo por experiencia. Y ni te cuento si además no se hacen las cosas que hay que hacer, dejémoslo ahí”, lanzó.

Rápidamente, en su entorno se encargaron de aclarar que la frase no estaba dirigida al Presidente sino a su propia experiencia. Eran las postrimerías de un enfrentamiento público que luego tendría episodios mucho más explícitos pero estaban en lo cierto. Hoy que parece haber habido un deshielo en la relación entre el presidente y ella, las condiciones generales siguen siendo las mismas o peores. La afirmación de la vicepresidenta describe el modo en el que el poder real funciona en nuestro país (y el mundo) con consecuencias devastadoras desde hace demasiado tiempo.

La corrida con búsqueda devaluatoria de las últimas semanas demuestra que el establishment tiene claro cuándo es el momento de golpear para conseguir mayores réditos, pero también que el entramado de ese poder real tiene múltiples escenarios y no se dirime cada cuatro años.

Cómo escualos que perciben la sangre los representantes de los sectores financieros iniciaron una campaña contra el peso a sabiendas de que el Gobierno tiene pocas armas para defenderlo, con las arcas del central lánguidas en dólares. A la par, los importadores continúan realizando maniobras especulativas -denunciados por la propia vicepresidenta hace poco- y los agroexportadores retienen 15 mil millones de dólares en silo bolsas repletas de granos.

El combo es perfecto y tiende a agravarse porque ahora se ha vuelto urgente para algunos. El paro del campo de esta semana no encontró una razón que pudiera ocultar esta realidad porque no tienen mucho más tiempo. El precio de los commodities comienza a bajar en el mundo en función de la recesión que impera y tienen que vender si no quieren perder. Por eso la desesperación para que el precio del dólar esté lo más alto posible.

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Decíamos que la situación tiende a agravarse y que el poder se articula con tiempo. Fue muy denunciado en su momento pero poco difundido en la Argentina un escándalo diplomático que demuestra que ya ni siquiera los viejos usos y costumbres del poder capitalista sirven para esta etapa ultra salvaje: contradiciendo la historia, Donald Trump impuso en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) un hombre de su riñón, Mauricio Claver Carone. Decimos que contradice las normas no escritas del poder porque hay un reparto que se había respetado siempre hasta ese momento.

El director del FMI era europeo, el del Banco Mundial, norteamericano y el del BID siempre provenía de América Latina. La razón es simple porque esa entidad representa a la banca de desarrollo de nuestra región. En varias oportunidades, el presidente Alberto Fernández ha denunciado esta situación irregular y ha reclamado que la gobernanza del BID vuelva a manos latinoamericanas. Ese cambio no es inocuo: ha sido ya publicado que es el propio Claver Carone el que traba la llega de 500 millones de dólares de créditos previamente otorgados a nuestro país.

Quizás el nombre les suene a algunos porque fue el mismo que aseguró que el crédito que el FMI le otorgó a la gestión de Mauricio Macri apuntaba a generar las condiciones para su reelección. Algo sabe el hombre porque era representante del gobierno de Trump en el organismo en el momento en que se decidió el préstamo.

Si a esto le sumamos el lobby negativo que algunos referentes económicos del macrismo han hecho en los últimos tiempos entendemos la frágil situación en la que se realizaron los anuncios de Silvina Batakis de esta semana. Calificados por muchos como “señales para los mercados y no para la gente” despertaron reclamos y medidas de fuerzas de movimientos sociales y dirigentes sindicales pero, hasta que esto se escribe, no del sector más cercano a Cristina Kirchner.

Alberto Fernández y Silvina Batakis
Alberto Fernández y Silvina Batakis

Alberto Fernández y Silvina Batakis

Para muchos, Batakis pasó de ser celebrada por todos a una fiscalista irredenta en apenas un par de días. Quizás, más allá de los errores muy claros del Gobierno en materia económica, la ministra entienda que esa búsqueda del poder real de generar las condiciones de una devaluación devastadora para los sectores más postergados es lo primero que hay que calmar. Algunos creen eso y otros creen que el Gobierno pierde una nueva oportunidad cediendo ante el establishment.

El tiempo lo dirá pero quizás sea bueno recordar la otra frase que se destacó entre las pronunciadas por Cristina Kirchner en EuroLat: "Las desigualdades no nacen por un orden natural sino que son producto de decisiones políticas o de falta de decisiones políticas", puntualizó, y luego aseguró que "la gran discusión" a nivel planetario es "si a este proyecto capitalista que se da en todo el mundo lo conducen las leyes del mercado o las leyes de los Estados".

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