Pero el calvario, aunque sea para él y otras decenas de compañeros, había terminado. El hombre que por aquel entonces tenía 46 años se reencontraría con su esposa y sus dos hijas, de 14 y 8 años. Hoy, Kolesnykov continúa recuperándose de los dolores físicos y mentales de los peores días que tuvo que atravesar. En diálogo con C5N, denunció los abusos que recibió y contó cómo está reconstruyendo su vida después del horror.
Periodista: ¿En qué momento te sumaste a las Fuerzas Armadas de Ucrania?
Maksym Kolesnykov: Serví en el ejército desde 2015, cuando comenzó la invasión. Estaba en las reservas.
P: Vos tenías un trabajo y una vida con tu familia. Es decir, no tenés una formación militar ¿por qué decidiste sumarte al ejército?
MK: Lo hice porque había que hacerlo. Desde el primer día de la invasión fuimos a las afueras de Kiev, en Mykolaiv. Había que defender la ciudad, por lo que nuestra brigada fue distribuida en esa región para disuadirlos.
P: ¿Cómo fueron los primeros días en el frente de batalla?
MK: Es normal sentir miedo cuando las bombas caen alrededor tuyo o tiran misiles. Sentíamos miedo. Pero creo que el sentimiento general era el coraje. La gente estaba indignada y algunos estaban intimidados. Pero en el ejército el sentimiento era que teníamos que hacer algo. Éramos parte de la comunicación. Estábamos preparándonos y defendiendo al país.
P: ¿Cuáles eran las condiciones de vida mientras caían los misiles?
MK: Tiene cierta carga. Uno cava sus posiciones, se cocina y cuando se está ocupado no hay mucho tiempo para pensar. Había algunos mensajes de texto de familiares. Algo pasa durante un par de días y luego se vuelve a las trincheras. Se está muy cansado. A veces, se tiene la oportunidad de dormir. Nosotros dormíamos debajo de la tierra prácticamente porque eran trincheras. Hacía mucho frío en esa época.
P: ¿Tenían acceso a buena comida?
MK: Con la comida estábamos bastante bien, porque cuando los rusos paraban de bombardear, la gente del pueblo nos traía comida hecha. Las mujeres habían hecho pan y nosotros teníamos varias conservas. El pan y conservas es una comida de lujo en la guerra. Era la corteza de árboles o pan y conservas. Una noche, un soldado había matado un ciervo sin querer. Había escuchado ruidos y comenzó a disparar. A la mañana fuimos a ver qué había pasado y encontramos al animal. Obvio que lo cocinamos.
prisionero ucrania
"Yo no quiero borrar mi dolor porque es lo que hay", afirmó.
P: ¿En qué momento fueron capturados?
MK: El 3 de marzo estábamos rodeados. Ya habíamos tenido varios intentos de los rusos de entrar a nuestro territorio, tuvimos varias batallas. Hubo varios muertos. Luego, nos bombardearon varias veces el 18 y 19 de marzo, cuando realizaron un ataque de artillería muy denso. El día 20 entraron a nuestro territorio con grandes fuerzas: cuatro tanques y unidades de fuerzas especiales. Tuvimos una larga batalla. Pero estábamos acorralados, no teníamos municiones y decidimos entregarnos. En ese momento nos quedaban unas 80 personas, entre ellas mujeres heridas, después de ocho horas de combate. Cuando se acabaron las armas antitanques, los comandantes decidieron que había que rendirse porque nos iban a matar a todos. No había forma de sostenerlo.
P: ¿La entrega se realizó de forma pacífica?
MK: Eso sucedió hacia las dos de la tarde, el 20 de marzo. Cuando el comandante de los rusos estaba acorralándonos, entró a la conversación mediante una radio con el jefe de nuestra unidad y le propuso rendirse. Nosotros, para ese momento, no estábamos en condiciones. Nos habían bombardeado mucho y no estábamos bien. Teníamos dos opciones: moríamos todos o nos rendíamos. La rendición habrá sido un proceso de dos horas. Nos sacaron todas las cosas, como chaleco antibalas y las armas. Después nos ataron las manos y nos vendaron los ojos.
P: ¿El ejército ruso les había garantizado su seguridad?
MK: A todos nos sacaron a la calle y vino el comandante de las fuerzas rusas, nos dijo que eran de tal brigada y que ellos no iban a pegarnos porque respetaban la Convención de Ginebra. Después nos pusieron en una habitación y nos dieron reservas para comer. En ese momento entendí que no había comido nada durante ese día. Había quince personas heridas, un soldado nuestro estaba muy mal y ellos le vendaron un poco. A la mañana siguiente nos separaron: civiles por un lado y nosotros por el otro. Sé que a los heridos los intercambiaron a los dos meses y a las mujeres al mes siguiente.
Cuando llegamos nos pegaron por todos lados para que entendiéramos que estábamos en prisión. Cuando llegamos nos pegaron por todos lados para que entendiéramos que estábamos en prisión.
P: ¿A dónde los llevaron a los soldados?
MK: A nosotros nos llevaron a una fábrica abandonada, en Bielorrusia. Ahí entendimos que nos habían mentido sobre la Convención de Ginebra porque nos habían llevado como seis horas, sin comida ni agua. Todos estábamos esposados. Y cuando llegamos nos pegaron por todos lados para que entendiéramos que estábamos en prisión. Ahí empezaron a interrogarnos. Nos preguntaban si llevábamos tatuajes, porque ellos siempre empiezan a buscar los tatuajes con símbolos ucranianos. Después nos dimos cuenta que nuestros documentos habían desaparecido. Nos preguntaron de todo. Quiénes éramos, de dónde veníamos, qué hacíamos. Lo anotaban todo.
P: ¿Qué pasaba por tu cabeza en esos momentos?
MK: Te sientes perdido. Pero todas las emociones eran tapadas por las contusiones porque después de la batalla nos sentíamos muy derrotados. No sabes lo que va a pasar después y las emociones no están afinadas. Cuando estuvimos en Bielorrusia empezamos a entender que estaba pasando algo muy raro y extraño porque trajeron a civiles donde estábamos nosotros. Ellos nos contaron que los rusos los agarraban en las calles de las ciudades que tomaban para que puedan pasarlos por militares. Les cambiaban la ropa y los pasaban por militares, como para tapar sus huellas. Después fuimos enviados a otro lugar (una cárcel de criminales comunes ubicada en la localidad de Bryansk, en Rusia).
P: ¿Cuánto tiempo estuviste prisionero?
MK: Fueron diez meses y medio. Yo no quería contarlos en días porque eran muchas cifras.
P: ¿Fuiste torturado?
MK: Las torturas comenzaron el primer día. Nosotros pasamos mucha hambre. En total, perdí 32 kilos. Cuando te llevan a prisión, te pegan muy fuerte. Te pegan con cualquier cosa: con las manos, piernas, palos de metal, cosas de madera; con cualquier cosa con tan solo pegarte. No se podía dormir ni de un lado u otro por los dolores en el cuerpo. Algunos compañeros que tuvieron menos suerte que yo les tiraron a los perros. A mí no me pasó esto. En el verano, ellos empezaron a traer equipos de electroshock y los usaron para torturarnos.
prisionero ucrania
"Es normal sentir miedo cuando las bombas caen alrededor tuyo o tiran misiles", contó.
P: ¿Las torturas eran constantes?
MK: Ellos tienen su propio sistema de prisión y van rotando los equipos cada mes. Cada equipo tiene sus reglas y no hay un sistema de cómo comportarse. Algunos son más siniestros que otros. Algunos de ellos nos obligaban a estar parados todo el día. Pasaba que a veces nos pedían que hiciéramos 400 sentadillas o abdominales. Era una tortura. En noviembre vino otro grupo del Cáucaso, que ellos nos pegaban todo el tiempo. Era normal para ellos. Otra de las torturas era que nos sacaban con -20° C a correr alrededor de la prisión.
P: ¿Te quedaron secuelas en el cuerpo?
MK: En mayo, me habían golpeado muy fuerte la rodilla y cuando salí de prisión fui a hacerme estudios. La rodilla estaba destruida por dentro. Tengo las articulaciones inflamadas siempre porque nos hicieron mucho daño y dormíamos en el piso con mucho frío. También tuve los músculos atrofiados.
P: ¿Cómo estás hoy?
MK: Empecé a hacer ejercicios, comer bien y me fui recuperando bastante rápido. También tengo problemas en la espalda y los riñones. Por fuera parezco joven, pero por dentro me siento un abuelo.
P: ¿Qué pensamientos tenías mientras estabas en cautiverio y recibías las torturas?
MK: En mi cabeza yo trataba de pensar bien, algo lindo. Yo quería volver y quería volver con la cabeza bien. Entendí que, para no quedar loco, tenía que sacarme de esa situación. Entonces inventé un sistema sobre las cosas que tenía que pensar. Primero que nada, en mi familia y todos los recuerdos que tenía. Nosotros, antes de todo esto, teníamos la costumbre de invitar amigos a casa y jugábamos juegos de mesa. Pensaba en esos momentos graciosos que pasaba con familia y amigos. Me acordaba de mis viajes. Después pensaba en mis planes a futuro porque yo tenía entendido que en algún momento iba a terminar y yo tenía que tener pensado qué hacer con mi vida.
Yo no quiero borrar mi dolor porque es lo que hay. Esta situación que viví no la quiero cambiar. Yo no quiero borrar mi dolor porque es lo que hay. Esta situación que viví no la quiero cambiar.
P: ¿Cuál era la relación con el resto de los prisioneros?
MK: No teníamos televisión, ni acceso a nada. Solamente era conversar entre nosotros, que nos llevaba la vida. Nos contábamos las películas que habíamos visto o los libros que habíamos leído. Y seguir esta historia para contarla. Estos eran los pensamientos que había.
P: ¿En qué momento te enteraste que ibas a ser liberado?
MK: Cuando pararon de pegarnos, porque habíamos escuchado lo que hablaban entre ellos. Nos enteramos que iba a suceder un intercambio de prisioneros.
P: La liberación finalmente sucedió en febrero de 2023, casi un año después de la captura, ¿cómo haces para borrar el dolor de lo que te hicieron?
MK: Yo no quiero borrar mi dolor porque es lo que hay. Esta situación que viví no la quiero cambiar. La viví. Sólo cambiaría la situación para tener más armas contra los tanques rusos.
P: ¿Qué deseas para el futuro?
MK: Yo tengo muchas cosas en mi vida y estoy muy contento de tenerlas. Todo es importante y no hay algo más importante que otro. Tengo familia, mis hijas. No puedo estar en el ejército ahora por mi salud, pero puedo ayudar de otra manera, como contarle al mundo lo que pasó. Puedo juntar dinero y ayudar a mis compañeros que están en las fuerzas armadas. Todo eso es importante porque mi país está en guerra. Se siente un dolor muy grande porque muchos amigos murieron. Ellos dejaron su vida para que nosotros podamos vivir en este país. Pero yo me siento una persona feliz: estoy vivo y volví a mi país después de haber estado en prisión. Acá viven mis hijas y tengo un perro. Por eso yo pienso que tengo muy buena suerte.