Estados Unidos y China acordaron extender por tres meses la tregua arancelaria que había sido pactada en el inicio formal de su disputa comercial, hace ya medio año. La prórroga, confirmada este domingo por medios oficiales del gobierno chino, busca abrir una nueva etapa de conversaciones antes del vencimiento del plazo original, previsto para el 12 de agosto.
La decisión fue resultado de gestiones diplomáticas de alto nivel entre ambas capitales. Este lunes, representantes de Washington y Pekín tienen previsto reencontrarse en Estocolmo para continuar el diálogo, luego de dos rondas previas celebradas en Ginebra y Londres. Si bien las discusiones anteriores giraron principalmente en torno a las exportaciones, esta nueva fase incorporaría, según trascendidos, el debate sobre el rol de China en la cadena de suministro de precursores químicos utilizados en la fabricación de fentanilo, una de las principales preocupaciones de la administración estadounidense.
Desde Escocia, donde mantuvo un encuentro con la presidenta de la Comisión Europea, el presidente Donald Trump sostuvo que ambos países están “cerca” de firmar un nuevo entendimiento comercial. Sin embargo, advirtió que Estados Unidos no aceptará acuerdos con aranceles por debajo del 15% en su vínculo con Europa. En relación a China, valoró positivamente la conversación telefónica que mantuvo el pasado 5 de junio con su par Xi Jinping, a la que atribuyó un “clima más distendido” en el vínculo bilateral. Trump incluso deslizó la posibilidad de un encuentro presencial, aunque por ahora no hubo confirmación oficial desde Pekín.
En sus declaraciones públicas, el gobierno chino evitó precisar qué puntos llevará a la mesa, pero reiteró que cualquier avance deberá darse en un marco de “igualdad, respeto mutuo y reciprocidad”, principios que forman parte del canal institucional de consultas bilaterales. Para Beijing, ese mecanismo resulta central para avanzar en una cooperación estratégica sin imposiciones unilaterales.
Más allá de las diferencias estructurales que persisten entre ambas potencias, la voluntad de evitar una escalada arancelaria sigue presente. La extensión del plazo aparece, en ese sentido, como un gesto que apunta a ganar tiempo, reducir tensiones y dejar abierta una puerta para el entendimiento.