Todavía con las palpitaciones a mil y mientras Los Pumas festejan el 33 a 24 ante Escocia en el frío de Edimburgo, la memoria juega a hurgar, a explorar, pero inexorablemente pierde: no se encuentran antecedentes de una remontada tan épica, tan asombrosa como la que el seleccionado argentino concretó en suelo escocés.
Fue un TRIUNFAZO, así con mayúsculas y sin exagerar. Un acto de rebeldía supremo para torcer lo que era derrota dura y segura. Por los errores propios y la eficacia de Escocia, que no perdonaba el menor desliz de los argentinos. Durante 50 minutos a los Pumas les faltó punch, poder de fuego para aprovechar las aproximaciones a la zona de anotación. Tampoco encontró puntería en Mallia en sus dos intentos de penal a los palos. Todo lo contrario, Escocia fue contundente y preciso para festejar dos lindos tries, con un Finn Russell, que por entonces dejaba en claro por qué es uno de los mejores jugadores del mundo. Eficaz en ataque y sobre todo muy ordenado y firme en defensa para desalentar las incursiones argentinas. El 14 a 0 parcial se entendió hasta hacer imaginar pesadillas porque rápido en el segundo tiempo vino otro try del potente Ashman que firmó el 21 a 0 parcial.
Ya para esos momentos no había dudas, era uno de esos partidos fatídicos en lo que a un equipo no le sale nada (a Los Pumas) y al adversario la vida le sonríe. Parecía partido resuelto (y quizás con goleada en contra), pero allí se entrelazaron dos circunstancias clave. Primero los cinco cambios que mandó así, intempestivamente y de una, el DT Felipe Contepomi. Todos los que ingresaron sumaron aciertos, algunos como Santiago Carreras o Agustín Moyano, fundamentales.
Los dos conductores cordobeses le pusieron música a la reacción. Nada de cuarteto; todo rock&roll, frenético, virtuoso, indomable.
Cada partido tiene su momento de quiebre, su instante bisagra. Y el de hoy en Murrayfield lo expresó, con el score 21 a 0 para Escocia, con el pase forzado y sobrado de Russell, la intercepción de Isgró y la posterior corrida de Tutín Moyano, que terminó en penal para la Argentina y en mojón inicial para la levantada heroica. Del try en contra que hubiese liquidado el partido al try esperanzador de Montoya. Todo en una ráfaga que, de inmediato, cobró aún más intensidad y contundencia.
Mágicamente Los Pumas se convirtieron en una fuerza arrolladora, mientras Escocia se hacía cada vez más diminuto.
El guión de una victoria extraordinaria ya estaba escribiéndose con la mejor letra. Se sumaron los tries de Isgró, Rubiolo y Matera. El triunfo que se venía negando en el templo desde el 2009 ya era posible. Y Justo Piccardo, en otra corrida memorable, le puso la rubrica a esta historia de sorpresas, vaivenes y fuerzas que, lejos de claudicaciones, marcaron a fuego el desarrollo y epílogo de un duelo memorable. Y fue con final feliz para estos Pumas que, en las tierras míticas de William Wallace, fueron dignos protagonistas de Corazón Valiente II.