La figura de Michael Jackson no solo quedó marcada por su música y sus espectaculares presentaciones en vivo, sino también por la metamorfosis estética que atravesó a lo largo de su vida. El cantante, ícono global del pop, fue objeto de constante atención mediática debido a los cambios visibles en su cara, generando curiosidad y debate en torno a su apariencia.
Su trayectoria artística coincidió con un período en el que la cultura de la imagen cobraba cada vez más fuerza, y los medios le pusieron una lupa a cada detalle de su transformación. Mientras su legado musical alcanzaba dimensiones históricas, su aspecto físico se convirtió en un tema de conversación recurrente, alimentando teorías y titulares que lo acompañaron durante décadas.
Qué pasó con Bubbles, el chimpancé de Michael Jackson
Más allá de las miradas sobre su estilo personal, el mundo que rodeaba al cantante también estuvo lleno de episodios peculiares. Entre estas particularidades, destacó la presencia de Bubbles, el chimpancé que se convirtió en uno de sus compañeros inseparables y que simbolizó, como pocos, la extravagancia del artista en su vida privada.
Durante los años de mayor exposición mediática de Michael Jackson, Bubbles fue un protagonista inesperado. Este chimpancé, que llegó a su vida a principios de los años 80, se convirtió en parte de la cotidianeidad del cantante y lo acompañó en giras internacionales, actos públicos y hasta alfombras rojas. Vestía ropa similar a la del artista, dormía en su propia cuna en el rancho Neverland y aparecía en videoclips y entrevistas, formando parte de la imagen excéntrica que rodeaba al ídolo.
Nacido a fines de la década del 70 en un laboratorio, Bubbles vivió durante más de una década bajo la atención mediática. Por otro lado, con su crecimiento llegó un cambio inevitable, su fuerza complicó su continuación como mascota en un entorno doméstico. Fue entonces cuando el artista decidió trasladarlo en 1993 a un centro de cuidado en Florida, donde inició un proceso de adaptación a un ambiente más natural.
Con el paso de los años, Bubbles se integró a la vida en comunidad junto a otros chimpancés. En 2005 fue reubicado en el Centro de Grandes Simios de Florida, un santuario donde permanece hasta hoy. En ese lugar, su vida transcurre lejos de las cámaras, con juegos, actividades de enriquecimiento y hasta sesiones de pintura, una de sus aficiones más reconocidas por el equipo que lo cuida.
El centro lo describe como un líder tranquilo, respetado por otros chimpancés y con un carácter reservado pero juguetón. Incluso se lo conoce por sus travesuras, como lanzar agua o arena a los visitantes para divertirse. Además, sus cuadros coloridos son parte de su sello artístico, un detalle que refuerza lo particular de su historia.
El financiamiento de su cuidado, que asciende a unos 130.000 dólares anuales, corre a cargo del patrimonio de Michael Jackson. Este respaldo económico asegura atención veterinaria, alimentación y un entorno especializado, garantizando un retiro seguro para un animal que hoy supera los 40 años, edad avanzada para su especie.