Máxima tensión y un tendal de heridos en el cierre de listas de la provincia de Buenos Aires

En medio de un clima de fragmentación, la frenética jornada del sábado -y la madrugada del domingo- dejó acusaciones cruzadas, recelos por las candidaturas y el fantasma persistente de la proscripción de Cristina Kirchner. Las tensiones internas del peronismo abren interrogantes de cara a una campaña incierta.

El peronismo logró sortear con esfuerzo un cierre plagado de amenazas de ruptura, presentación de listas cortas, búsqueda de blindaje de los intendentes en sus distritos, pelea por las cabezas de las secciones y otros males. Todo esto deriva de un escenario que, por un lado, es inédito y, por otro, replica esquemas del pasado reciente que ya le causaron dolores de cabeza.

Por un lado, lo más obvio es que la elección bonaerense tiene ribetes novedosos por la realización de los comicios provinciales desdoblados de los nacionales. La decisión del gobernador Axel Kicillof tuvo fuerte resistencia dentro del peronismo y sus aliados, pero además potenció la dificultad de organización, porque multiplicó las complejas negociaciones por 135 municipios y 8 secciones. Los intendentes del Movimiento Derecho al Futuro fueron acusados de no querer abrir sus listas a La Cámpora y al Frente Renovador, y a la inversa, en los distritos que gobernaban esas fuerzas.

La fricción extrema hasta bien entrada la madrugada solo fue un capítulo más de la amarga —e inexplicable para muchos— guerra intestina dentro del peronismo y el kirchnerismo. Que buena parte del electorado no entienda cuál es el eje del conflicto que desangra al oficialismo provincial no lo hace menos profundo. Viejas cuitas de antiguos compañeros, recelos, frustraciones y acusaciones por la desarticulada experiencia del Frente de Todos asfaltan el camino a la perdición del espacio.

En relación con lo ya conocido, la toma de decisiones tripartita demostró durante el gobierno de Alberto Fernández ser extremadamente ineficiente y abrir la puerta a innumerables conflictos. Esta vez no fue la excepción. En el peronismo, y quizás en la política en general, si la lapicera es compartida, pierden poder quienes la tienen y se multiplican los que creen que la merecen.

Embed - C5N on Instagram: " ELECCIONES EN PBA: ASÍ QUEDARON CONFORMADAS LAS CABEZAS DE LAS LISTAS HASTA EL MOMENTO Los frentes electorales en la provincia de Buenos Aires presentaron sus candidaturas de cara a las elecciones del 7 de septiembre. Sin embargo, están sujetas a modificaciones, debido a la prórroga que otorgó la Justicia Electoral bonaerense hasta este lunes a las 14."
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El problema, que sorteó solo en parte y con muchas heridas Fuerza Patria, no es estrictamente metodológico. Es definitivamente político. La prisión domiciliaria y la proscripción de Cristina Fernández están en la base de la inestabilidad. Que la mayor líder del espacio haya sido condenada al ostracismo luego de anunciar que jugaría en la tercera sección electoral dinamitó un frente que ya tenía inconvenientes profundos, pero que hoy pueden volverse insalvables.

Históricamente, los cierres de listas siempre dejan heridos, pero en este contexto nada garantiza que estén suturadas a la hora de iniciar la campaña. Ni siquiera en la victoria cesan los resquemores.

Por ejemplo, el día después, el kicillofismo celebra que consiguió imponer sus candidatos para la primera y la tercera sección, con Gabriel Katopodis y Verónica Magario como cabezas de lista. Pero, a la vez, en el espacio recelan que esta concesión no sea para culpar al movimiento del gobernador si sobreviene una derrota. Lo dicho: el trauma que emana de la proscripción de Cristina —como sucedió en su tiempo con Juan Domingo Perón— no deja de envenenar cualquier liderazgo emergente. La aguja hipodérmica del poder mediático-judicial lo inoculó desde afuera, y el peronismo se sigue retorciendo mientras sus dirigentes se culpan unos a otros por no encontrar el antídoto.

Hasta podría decirse que quizás el efecto se extienda a todo el sistema político. Por la evidencia más general que presenta una triple condena que vulnera las normas más básicas del estado de derecho, y también por la crisis de legitimidad que se extiende a todos los demás actores de la política. El propio presidente Javier Milei se preocupa por eso y oscila entre despegarse de la decisión de la Corte Suprema y vanagloriarse de que durante su gobierno —como en el de Macri— los kirchneristas van presos.

Axel Kicillof- Máximo Kirchner- Sergio Massa.

Cuando incurre en este error, se olvida del destino del fundador del PRO, repudiado por la mayoría de la sociedad y deslegitimado por ex acólitos como Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro, quienes entregaron el partido amarillo a La Libertad Avanza sin ningún miramiento por la dignidad del partido que ganó la Nación, la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires en 2019.

Con todo, parece haberles dado resultado el cierre de listas, porque consiguieron más lugares para los ex amarillos, aprovechando la expulsión que Karina Milei decretó para los dirigentes libertarios cercanos a Santiago Caputo.

Pero, de nuevo, quienes hoy celebran ven la precariedad de sus posiciones frente a una sociedad cada vez más ajustada y sin alternativas. La anomia que puede derivar de la falta de opciones, la implosión y la violencia social que se extiende cuando se deterioran las condiciones de vida y crece el desempleo, mientras la narrativa es que las cosas mejoran, puede ser aún peor que los estallidos que la Argentina vivió en el pasado.

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