Matías Kulfas era, desde hace mucho, uno de los ministros más apuntados por la vicepresidenta Cristina Kirchner y los dirigentes más cercanos a ella. Cuando la inflación volvió a ser un problema serio (luego de la caída en la actividad que produjo la pandemia) se comenzaron a multiplicar las voces que señalaban al ahora exministro y otros funcionarios del área económica como los responsables de esa y otras complicaciones en la economía argentina. Hay, en el oficialismo, debates de fondo y debates más superficiales, pero igualmente cruentos.
Lo más profundo está presente en cada participación pública de Cristina. En cada carta, discurso o clase que ha dado aparece un reproche más velado o más explícito: que el gobierno de Alberto Fernández no se enfrenta a los poderes concentrados con la firmeza que hace falta. En base a eso se estructura desde el principio el cuestionamiento al área económica y las diferentes carteras que lo integran.
Siempre han sido Kulfas, Martín Guzmán y Claudio Moroni, entre otros, los apuntados por el cristinismo. Desde el discurso de La Plata, con la mención a los “funcionarios que no funcionan”, pasando por la carta post PASO y sus discursos en EuroLat y Chaco, la ex presidenta siempre ha sido enfática en algo: gobernar es tensionar y tocar intereses en favor de los que menos tienen.
En el discurso de apertura de EuroLat fue muy señalada la frase acerca de que la banda y el bastón no otorgan poder, pero menos mencionada otra que tiene, quizás más relevancia. Cristina dijo allí que la desigualdad no es un fenómeno natural. Es producto de decisiones políticas. O de la falta de ellas (que es un modo decidir).
La distribución está en el centro del debate. El propio Alberto Fernández también lo reconoció en España cuando aseguró que los dos ven a ese como el problema más importante de nuestro país, aunque difieran en el modo de solucionarlo. En esa diferencia, decíamos, está el conflicto más profundo del oficialismo. Y, hasta ayer, Alberto apoyó a sus ministros en esto. ¿Qué cambió para que luego de la queja por Twitter de Cristina echara a Kulfas? Si recordamos bien, fue el propio presidente el que autorizó a sus colaboradores a desmentir algunas afirmaciones específicas que su vicepresidenta hizo en Chaco hace unas semanas.
Una posible respuesta, no la única, podría estar vinculada a un hecho palmario. Si no se logró destrabar la interna de modo definitivo, al menos se logró conducir el debate a cielo abierto de un modo en el que no obstaculice -no por completo- la gestión. De hecho, el Gobierno ha tomado decisiones en los últimos días que fueron motivadas por presiones de sus socios políticos. Los ejemplos del adelantamiento del aumento del Salario Mínimo Vital y Móvil y el cambio en el esquema del impuesto a las Ganancias están a la vista. Máximo Kirchner y Sergio Massa presionaron, el Gobierno respondió con decisiones.
La continuidad de las versiones en off vulneran el precario status quo conseguido y cubren con sospechas una decisión estratégica como la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. Cualquiera que conoce la historia política del kirchnerismo sabe que los off the record con sus dirigentes pueden servir para tener contexto, para entender algunos funcionamientos, para tener una opinión… pero jamás para vulnerar la autoridad de sus jefes políticos con datos. Así se manejaron siempre y esa es la otra contradicción -más superficial- con el entorno de Alberto de la que hablábamos antes. Más superficial pero no menos horadante. Generar sospechas de corrupción y cuestionar a Cristina con datos es ir un poco más allá. Para ella, pero también para el presidente.
Eso decidió hacer Kulfas y por eso está afuera. En el discurso de La Plata la vicepresidenta no sólo habló de funcionarios que no funcionaban. También dijo que quienes tuvieran miedo de defender los intereses del pueblo que se buscaran otro trabajo. Mucho antes, durante su gobierno, hablando de las presiones de jueces a sus funcionarios, dijo: “No tengan miedo. Sólo hay que tenerle miedo a Dios… y un poquitito a mí.” Los debates profundos y los que están más en superficie se pueden dirigir y resolver. La duda es si el oficialismo tiene tiempo y posibilidades de hacerlo antes de autodeglutir sus posibilidades para 2023.