La que pasó fue una semana difícil para el gobierno en casi cualquier ámbito pero la lapidaria derrota en la Cámara de Diputados hizo temblar hasta sus cimientos la frágil narrativa político-económica libertaria. En efecto, el miércoles la oposición puso contra las cuerdas al gobierno al aprobar los proyectos vinculados a salud y universidades, avanzó con el reclamo de fondos de las provincias y rechazó media docena de decretos de desregulación del Estado.
Entre los negociadores oficialistas se arrojan culpas pero también confían en que cuando pasen los efectos de la campaña, y a la hora de tratar los vetos presidenciales, varios de los diputados que habían acompañado al oficialismo y se dieron vuelta para esta elección volverán a apoyar el plan motosierra de Milei.
Martín Menem, férreo colaborador de Karina Milei, está en el ojo de la tormenta por partida doble. Por un lado, su rol como presidente de la Cámara de Diputados lo hace responsable directo de las derrotas del oficialismo. Está puesto en ese lugar para ganar votaciones o para evitarlas, si no se pueden ganar. Menem no logró ninguna de las dos cosas. Pero además, el sobrino del ex presidente dirige, junto con su primo Lule y la hermana presidencial, la estrategia electoral en las provincias. Es inocultable que el armado listas que compiten con gobernadores aliados de la Casa Rosada durante estos 20 meses de gestión precipitó un malestar macerado en la falta de obra pública y el envío discrecional de fondos por parte del gobierno federal.
Quizás por eso, esta semana se haya visto con más fuerza la reaparición de Santiago Caputo al frente de la estrategia comunicacional del gobierno. El gran raleado por Karina y los Menem en el cierre de listas para las legislativas bonaerenses volvió al centro de la escena con ruido. Armó la foto de Javier Milei con los candidatos de las ocho secciones de la provincia junto a los presidentes de LLA y el PRO y otras figuras, todos vestidos de violeta.
La foto, sacada en un barrio humilde de la localidad de Villa Celina en el partido de La Matanza, presenta varios elementos salientes. Es una demostración más de la sumisión del partido de Mauricio Macri ante el del presidente. Esta misma semana, al filo del cierre de alianzas para las elecciones nacionales, el jefe amarillo forzó a su primo Jorge Macri a sellar un acuerdo con Karina Milei para ir juntos en CABA. El hecho de que el PRO haya aceptado un rol tan subsidiario en un distrito que gobierna -sólo consiguieron dos lugares entre los primeros seis de la lista de diputados y ninguno entre los candidatos a senador- muestra el grado de capitulación que implica esta elección para la fuerza llegó a gobernar la Nación, la provincia y la ciudad de Buenos Aires en 2015.
Pero además, la foto de La Matanza mostró la cara más desagradable de la estrategia de provocación típica de la usina comunicacional que encabeza Caputo. El cartel que sostenían rezaba “kirchnerismo Nunca Más” utilizando la reconocible tipografía del terrible informe de la Conadep sobre el terrorismo de Estado durante la última dictadura. La banalización de una causa que es de todos no extraña en una fuerza repleta de negacionistas y de nostálgicos de los tiempos en los que el poder militar asolaba nuestro país. Aquí cabría detenerse unas líneas para recordar que la primera presentación del llamado pacto de Mayo fue un decálogo neoliberal muy parecido al presentado por Martínez de Hoz durante el gobierno de General Videla. No es el propósito de este artículo editorial hacer una comparación injusta en el mismo sentido de la foto libertaria en La Matanza pero sí reflexionar acerca de qué peligros e intenciones se esconden detrás del descrédito a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia en la Argentina.
Quizás sí sea productivo detenernos en la administración política de lo económico y señalar que un país que se encamina a funcionar por tercer año consecutivo sin una Ley de Presupuesto controlada por el Congreso y cuyo presidente veta cada norma que emane del Congreso, tiene estándares democráticos muy por debajo de lo aceptable.
La segunda intervención fuerte de la semana de Caputo fue la cadena nacional en la que el presidente anunció que le prohibirá al Tesoro cubrir gastos con emisión y que presentará un proyecto de ley con castigos para funcionarios y legisladores que avalen iniciativas que produzcan déficit. Esta última medida recuerda a la promovida por un desesperado Domingo Felipe Cavallo en 2001, llamada justamente de “déficit cero”. Ya sabemos cómo terminó ese año para los argentinos. Con un discurso plagado de inexactitudes, datos falsos y ataques a la oposición, el presidente intentó explicar un proyecto que deja afuera a los más necesitados, a los jubilados, los discapacitados y los niños que necesitan atención médica. “Mi tarea no es parecer bueno, es hacer el bien. Incluso si el costo es que digan que soy cruel", aseguró el mismo Milei que hace unas semanas anunció la baja de retenciones a las patronales agrarias.
Fue el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, en su homilía por el día de San Cayetano, quien mejor sintetizó las políticas de la crueldad.
"Somos custodios y guardianes de los más pobres, de los más débiles, de los ancianos que siguen esperando una jubilación digna, de los discapacitados y de todos los enfermos. No podemos desentendernos de los que sufren", aseguró el arzobispo.
En la misma línea, apuntó contra el Gobierno de la Ciudad y del programa de sanciones y multas impulsa Jorge Macri contra los cartoneros y personas en situación de calle y señaló que "no podemos desentendernos” de aquellos ciudadanos que “revuelven los tachos de basura buscando algo para comer. No lo hacen porque les gusta, lo hacen por necesidad", planteó García Cuerva.
Es cierto que Javier Milei sigue estando en el centro del ring y que la falta de oponentes de peso luego de la detención de Cristina Kirchner lo tranquiliza, de cara a una cita eleccionaria en la que primará la apatía como modo de queja. Pero también es verdad que los estragos de la política económica se sienten en la mayoría de los hogares, la inflación no termina de desaparecer, los escándalos de corrupción no se apagan y los apoyos políticos comienzan a retacearse. El final de la pelea nunca está decidido pero esta semana Milei la perdió, más allá de los manotazos que tiró por cadena nacional.