¿Quién sos realmente? La búsqueda espiritual de la felicidad y la unidad

La vida nos enfrenta a preguntas que trascienden lo cotidiano: ¿quién soy?, ¿para qué estoy en este mundo?, ¿qué hay más allá del cuerpo y de la rutina? Este viaje interior es, en esencia, una búsqueda de felicidad, de unidad y de despertar espiritual.

La identidad, el despertar de la conciencia, la esencia de nuestro ser, la búsqueda espiritual. Estos son, te dirÍa, algunos de mis temas favoritos. Y para explicarlos recurro siempre a mi adorada Madre Teresa. Parto de una pregunta: ¿para qué vinimos a este mundo? Vos: ¿para qué estás sobre este planeta? ¿A qué viniste? ¿Quién sos realmente? ¿Alguna vez te interrogaste acerca de estas cuestiones tan centrales para nuestra existencia humana? Supongo que sí. Y supongo también que si estás leyendo esto, es porque estás en una búsqueda muy parecida. ¿Qué sos? ¿Sos este cuerpo, nada más? ¿Sos otra cosa? ¿Qué sucede después? ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia? Algunos a estas preguntas le dicen búsqueda de Dios; otros, voluntad por develar el núcleo último de la vida; para algunos también puede ser la persecución de la felicidad.

Y ahí está la clave de todo, me parece: felicidad. Dios es otro nombre para la felicidad. Y todas estas búsquedas de las que hablábamos más arriba no son, sino una forma de reclamar la felicidad que te mereces. Sí, leíste bien: te mereces. No te tenés que ganar la felicidad. La felicidad te viene dada de antemano, por tu naturaleza. Se trata solo de que aceptes eso y de que la recuperes. ¿Dónde está Dios, entonces? ¿En una iglesia? ¿En una institución? ¿En un manual? ¿En una doctrina? Yo creo que no. Creo que ahí hay explicaciones posibles de las cosas, pero no la esencia. Yo creo que Dios está en todos. Así de simple. En mí, en vos, en un árbol, en las estrellas.

¿Sabes por qué? Porque creo en una verdad esencial que aprendí de los más grandes maestros espirituales: Todo es uno. No hay diferencias. Creo firmemente en la unidad de las cosas y de los seres. Son solo nuestros sentidos humanos y mundanos, nuestros personajes y nuestra personalidad, los que nos hacen creer que en el universo hay divisiones. No es así: es todo energía, y nosotros no somos más que una manifestación corpórea de esa energía trascendente, total y eterna.

Muchas veces los seres humanos somos ciegos. Es decir, nuestros ojos biológicos funcionan, pero los del alma no. Y por eso no podemos ver eso que nos rodea: esa unión, esa ausencia de límites. Nuestra misión en esta vida es despertar del adormecimiento. Nuestro objetivo es abrir los ojos a esa dicha inmensa, y verlo todo a través de estos ojos nuevos. Si tan solo pudieras… Verías la hermosura en todo, verías el amor infinito, los tesoros que te rodean.

¿Qué buscamos, entonces? Buscamos la felicidad. Y la felicidad es simplemente ser consciente de quién sos. Consciente de tu divinidad. Tenés que saber, a cada momento, que estás destinado a la plenitud, y que ser feliz es tu destino, tu naturaleza, ¡casi tu obligación! Sos una encarnación de la felicidad. Y cualquier camino que te aleje de esa verdad no te sirve. Despertar a una búsqueda así es solo recordar estas nociones. La felicidad siempre estuvo en vos, y solo se trata de recuperarla. Y acá va la mejor parte: no hace falta un místico en espiritualidad, ni una religión, ni un libro; en vos está todo lo necesario para elevarte. Todo lo que te hace falta para insuflarle felicidad a tu vida está ya en vos.

En este punto, la sabia Madre te diría: la mayor parte de los habitantes de este mundo llevan adelante vidas superficiales, carentes de un sentido profundo, hondo. Cargan sobre sus espaldas eso que ella llamaba “vidas epidérmicas”.

¿Se entiende a que se refería? Vidas llanas, sin espesor. Solo una minoría logra despertar de esa ilusión y trasciende la mera biología, la pura supervivencia. Es decir, muy pocos hacen algo más que cumplir mecánicamente con sus funciones biológicas. Toda búsqueda espiritual, toda búsqueda de sentido debería caer, de un modo u otro, en estos interrogantes.

La vida es un juego, solemos decir. Sí, pero un juego que debemos jugar en serio, a fondo. No tiene gracia jugar de reojo, a medias. Y para jugar a pleno no hay otra alternativa que despertar a nuestra verdadera esencia. Sos amor, sos luz, sos dicha encarnada, y tenés el imperativo de ser feliz. Reformulo: ¡Tenés el derecho de ser feliz! Sos una creación divina.

¿No habías visto esta verdad tan evidente hasta el día de hoy? No importa. No es tu culpa. El entorno no te educa para eso. Nunca es tarde para abrazar estas verdades. Siempre es un buen momento para dejar atrás una vida epidérmica y volcarse de lleno a una vida profunda, una vida que vea la unidad del Todo. Tenés un alma inmortal que habita en un cuerpo transitorio. Tenes en vos todos los ingredientes para ser feliz aquí y ahora. No te pierdas esa oportunidad única.