A la hora de hablar de higiene personal, muchas personas se preguntan si hay una opción más recomendable entre ducharse o tomar un baño de inmersión. Esta elección, que parece simple, involucra no solo preferencias personales, sino también consideraciones sobre salud, eficiencia y sostenibilidad.
En medio del ritmo acelerado de la vida diaria, la ducha suele aparecer como una solución práctica y rápida. Por otro lado, la bañera evoca momentos de relax y descanso, ideales para quienes buscan una pausa más prolongada. Sin embargo, detrás de estas elecciones también se esconden otros factores importantes de considerar.
La elección entre una ducha y un baño de inmersión va más allá de lo práctico, ya que cada uno tiene beneficios distintos para la salud y la piel.
Según la dermatóloga Isabel del Campo, la ducha es más eficiente para una limpieza profunda, ya que distribuye de manera uniforme el agua y el jabón, eliminando eficazmente el sudor y la suciedad de la piel y el cabello. Además, las duchas tienden a deshidratar menos la piel en comparación con los baños prolongados, según el doctor Antonio Clemente de la AEDV. Una ducha caliente, además de limpiar, puede aliviar el dolor, mejorar la circulación sanguínea y ayudar a liberar toxinas, contribuyendo a una piel y cabello más saludables.
Por otro lado, los baños de inmersión, que se asocian con la relajación, también ofrecen beneficios importantes. Según la doctora del Campo, el agua caliente de un baño puede reducir la inflamación, mejorar el metabolismo de la glucosa, aliviar dolores musculares y articulares, favorecer la apertura de los poros y optimizar la eliminación de toxinas, además de permitir que los productos de cuidado de la piel se absorban mejor.