Bañarse todos los días es una costumbre tan arraigada que casi nadie la cuestiona. Sin embargo, en los últimos años distintos estudios pusieron bajo la lupa este hábito y abrieron un debate que incomoda: la ducha diaria no es tan necesaria como pensamos. Incluso, especialistas aseguran que puede traer más perjuicios que beneficios.
La idea puede sonar rara, sobre todo en países como Argentina donde la higiene está muy asociada a la frescura y a la vida cotidiana. Pero voces académicas, entre ellas dermatólogos de universidades de prestigio como Harvard, advierten que el exceso de agua caliente y jabones con perfumes altera el equilibrio natural de la piel. ¿El resultado? sequedad, irritaciones y pérdida de bacterias protectoras.
A eso se suma otro detalle poco considerado: la calidad del agua. En muchas ciudades, el agua corriente contiene cloro y metales que en contacto diario con la dermis pueden empeorar la situación. Lejos de ser un simple mito, la ciencia está mostrando que el “baño de todos los días” no es sinónimo de mayor salud.
Ducha
La creencia de que ducharse a diario es esencial para mantener una buena higiene personal está profundamente arraigada en nuestra rutina diaria.
Pexels
Cada cuánto hay que bañarse
Los especialistas coinciden en que la frecuencia ideal ronda entre dos y tres duchas semanales para una persona promedio. Claro que esto no es una receta universal: el ritmo de actividad física, el clima, la edad y el tipo de piel modifican la ecuación. Alguien que entrena en el gimnasio todos los días difícilmente pueda saltearse la ducha, mientras que en regiones frías es habitual espaciarla sin mayores problemas.
También influye la biología de cada cuerpo. Personas con piel grasa, sudoración intensa o caspa pueden necesitar higiene diaria, mientras que quienes tienen la piel seca deberían moderar la frecuencia para evitar que se agriete. En cualquier caso, lo recomendable es que las duchas sean cortas —no más de cinco minutos— y con agua tibia.
Reducir la ducha completa no significa descuidarse. Los expertos remarcan que hay que prestar atención a las zonas clave: axilas, genitales, pies, rostro y manos requieren limpieza cotidiana, incluso en los días que no se toma un baño completo. Un paño húmedo o toallitas específicas pueden cumplir esa función sin alterar el resto del cuerpo.
Más allá de la piel, la recomendación también se apoya en un costado práctico: ahorrar agua. En tiempos donde el recurso se vuelve cada vez más valioso, repensar la rutina del baño es una decisión que impacta en la salud y en el medioambiente.