Adriano Leite Ribeiro, conocido como Adriano o “El Emperador”, supo ser un prestigioso delantero, tanto en Europa como en la Selección de Brasil. Su talento lo llevó a destacarse en Italia, donde se consagró a lo grande, pero los lujos no lo convencieron: su lugar en el mundo siempre fue la favela, donde nació y se crio.
El delantero, alejado del deporte desde 2016, escribió una carta en el sitio web The Players Tribune donde no solo hizo un repaso de su solitaria vida en el Viejo Continente, sino que también le dedicó unas sentidas palabras a lo que calificó como su lugar en el mundo, la favela Vila Cruzeiro.
“¿Sabes lo que es ser una promesa? Yo sí. Incluso una promesa incumplida. El mayor desperdicio del fútbol: yo. Me gusta esa palabra, desperdicio. No solo por ser musical, sino porque me encanta desperdiciar la vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético”, comenzó a corazón abierto.
En el mismo, desmintió todos los rumores que llegaron a salpicar su figura asegurando que “nunca até a una mujer a un árbol, como dicen; no consumo drogas, como intentan demostrar; no me gusta el crimen, pero, por supuesto, podría haberlo hecho”. “Siempre voy al mismo lugar, el kiosco Naná, si quieres conocerme pásate. Bebo todos los días, sí, y los días que no lo hago a menudo también. ¿Por qué una persona como yo llega al punto de beber casi todos los días?”, indicó.
En ese sentido, se mostró ambiguo sobre el apodo que recibió gracias a su profesión, recordando que un hombre que salió de una villa brasileña, llegó a conquistar Europa: “Me llaman Emperador. Un tipo que salió de la favela para ganarse el apodo de Emperador en Europa. ¿Quién lo entiende? Yo aún no. Tal vez no lo hice tan mal, ¿verdad?”.
Sin embargo, los millones de euros que le dieron una gran estabilidad económica a él y a su familia no lo conforma y él siempre elige volver a lo que marcó su infancia, donde es libre y vive en paz. “Vivo en Barra da Tijuca desde hace muchos años. Pero mi corazón está enterrado en la favela. Vila Cruzeiro. Complexo da Penha. Súbete también. Vamos en moto. Así es como me siento a gusto”, señaló.
Adriano
Foto: Sam Robles (The Players Tribune)
Para entrar y salir de Vila Cruzeiro “tienes que pasar frente a la cancha”, lugar donde “el fútbol manda en nuestras vidas”. “Aquí mi padre era realmente feliz. Almir Leite Ribeiro. Llámalo Mirinho; todos lo conocían así”, aseguró y la ponderó por sobre Italia: “Regla número uno de la favela: mantén la boca cerrada. ¿Crees que alguien me delataría? Aquí no hay ratas, hermano. La prensa italiana se volvió loca. La policía de Río incluso llevó a cabo una operación para 'rescatarme'. Dijeron que me habían secuestrado. Estás bromeando, ¿verdad? Imagínate que alguien me va a hacer daño aquí. A mí, un niño de la favela. Me gustara o no, necesitaba la libertad”.
“Ya no podía soportarlo más, tener que estar siempre atento a las cámaras cada vez que salía en Italia, a quienquiera que se me cruzara en el camino, ya fuera un periodista, un estafador, un timador o cualquier otro hijo de p...Lo hice porque no estaba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que quería hacer”, relató.
Adriano argumentó por qué Vila Cruzeiro es su “lugar” de pertenencia: “Veo a mi padre en cada uno de estos callejones. ¿Qué más quiero? Aquí soy verdaderamente respetado, aquí está mi historia y aprendí lo que es la comunidad. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo; es mi lugar”.
Adriano y su la fuerte confesión sobre su adicción al alcohol
En otro tramo de su extenso escrito, Adriano hizo referencia al enojo de su padre, Almir Leite Ribeiro, cuando lo vio tomando cerveza por primera vez en una fiesta a sus 14 años, lo que, según el exfutbolista, abrió un “mundo de diversión” en su vida.
“El viejo se volvió loco. Me arrancó la taza de la mano y la arrojó a la zanja. 'Yo no te enseñé eso, hijo', dijo”, recordando que su abuelo murió como consecuencia del alcoholismo. “Cada vez que veía a niños bebiendo uno, mi padre no tenía dudas. Arrojó al suelo vasos y botellas que estaban frente a él. Pero no tenía sentido, ¿verdad? Entonces, la bestia cambió de táctica. Cuando estábamos distraídos, él se sacaba la dentadura postiza y la ponía en mi taza, o en la taza de los chicos que estaban conmigo. El chico era travieso. Como lo extraño”.
El también exfutbolista de Flamengo, San Pablo y Corinthians recordó cómo marcó un antes y un después en la vida familiar cuando el hombre recibió un disparo en la frente, producto de una bala perdida, en una celebración en Cruzeiro.
Los médicos no tenían forma de sacarla. Después de eso, la vida de mi familia nunca fue la misma. Mi padre comenzó a tener convulsiones frecuentes. ¿Alguna vez has visto a una persona sufriendo un ataque epiléptico frente a ti? No quieres verlo, hermano. Da miedo”, expuso.
Mirinho murió en 2004, luego de que Adriano se consagrara campeón de la Copa América con Brasil. 20 años después, el exfutbolista no lo supera: “La muerte de mi padre cambió mi vida para siempre. Hasta el día de hoy, es un problema que aún no he podido resolver”.