Larreta en su laberinto

La agenda de la derecha se vuelva cada vez más extrema para satisfacer a un electorado azuzado por redes y medios de comunicación.

En un mundo que se caracteriza por lo que algunos sociólogos han caracterizado como “la era de la indignación”, la agenda de la derecha se vuelva cada vez más extrema para satisfacer a un electorado azuzado por redes y medios de comunicación amarillistas. Pero parece hacer agua cuando se trata de resolver problemas reales que requieran de la flexibilidad y la capacidad de negociación de la gestión política.

El macrismo ha gobernado de espaldas a la comunidad educativa casi desde sus comienzos en la ciudad que lo vio nacer y crecer como fuerza. Convendría hacer precisar más esta afirmación antes de continuar: Macri y sus funcionarios han mostrado desprecio sólo por la educación pública, no por la de gestión privada.

Una de las primeras declaraciones que se le recuerdan, a pocos días de haber asumido en su primera gestión como jefe de Gobierno, fue un comentario en el que aseguró que se debía cambiar el sistema porque los docentes toman demasiadas licencias injustificadas. Más allá de que siempre es saludable controlar para evitar abusos, el hecho de que eso haya sido una de sus primeras preocupaciones públicas en derredor de la Educación marca el carácter ideológico de la relación que comenzaría a tener con trabajadores y gremios. Hijos de las desregulaciones a favor del mercado de los ‘90 que fortalecieron la privatización de la Salud y la Educación, los dirigentes del PRO eligieron desde el comienzo como sus enemigos a los sindicatos docentes.

De hecho, se ha caracterizado no pocas veces al macrismo como una fuerza antisindical y esa es una mirada que muchas veces parece quedar corta. Es cierto que el partido que encarna la derecha en la Argentina tiende a favorecer iniciativas que eliminen derechos conquistados en la larga lucha sindical de nuestro país pero no es menos cierto que ha sido razonable y hasta generoso con algunos sectores.

Con los Médicos Municipales o con los estatales de la Ciudad por ejemplo iniciaron una relación en 2007 que no estuvo exenta de sospechas de connivencia ni de tironeos pero que ha fluido en los quince años de gestión macrista. Incluso con gremios más combativos como el de Camioneros han firmado convenios muy trascendentes como el de los recolectores de residuos hace ocho años o el de los choferes de las empresas de acarreo esta semana.

Hay otro elemento entonces que ha minado la relación entre los gremios docentes y los gobiernos de Macri y Larreta. Como primera aproximación podríamos decir que el problema en esa relación es de marco y de contenido. Si para Macri, los docentes representan el último bastión en derechos y en actitud de un Estado que se niega a ser reducido a la mínima expresión, también representan la reproducción de ciertos valores que podrían ser peligrosos para lograr ese objetivo.

Los maestros siempre fueron sospechosos en la ciudad. Por eso iniciativas como el llamado popularmente “0800 buchón” pudieron ser concebidas. Esta idea de que los alumnos podían ser adoctrinados con ideología peligrosa conllevaba una paranoia alarmante pero además, un intento de control de los discursos que está en la base de las preocupaciones de Macri y de casi toda la derecha en la historia argentina.

Cabe señalar a esta altura dos contradicciones. La primera nace de lo que decíamos. Una fuerza que basa su credo público en la defensa de la Libertad de Expresión ha buscado perseguir mediante la delación y el espionaje los discursos circulantes en la sociedad de un modo inédito en democracia. La segunda es más reciente. Horacio Rodríguez Larreta ha construido su imagen de los últimos años como un cultor del desarrollo educativo pero esta pretensión se da de bruces con los fríos números de la inversión y con la opinión de buena parte de la comunidad; sean docentes, padres o alumnos.

Esta semana sólo es una muestra de cómo gestionar de espaldas la sociedad puede tener consecuencias complicadas. La toma de los colegios por parte de los alumnos secundarios se basó en ciertos reclamos que no vienen de ahora y ni siquiera han tenido a esta medida como única en los últimos tiempos.

Sin embargo, tanto Larreta como la inexplicable ministra de Educación, Soledad Acuña, han hablado de decisión intempestiva por parte de los adolescentes. Con sensatez, los chicos narran todos los reclamos que han hecho antes de llegar a esto. Y nada de lo que dicen parece que mereciera otra respuesta por parte de los adultos que el compromiso de resolver los problemas.

Si las viandas son insuficientes o deficitarias tienen que ser mejoradas. Si la situación edilicia es calamitosa se debe volver a invertir. Los números hablan por sí solos en esto: en el primer semestre de este año sólo se ejecutó el 33 % en Infraestructura escolar contra un 109 % de lo presupuestado para publicidad.

Por último, la decisión de generar pasantías laborales en el último año puede parecer una buena idea a priori, pero nunca fue debidamente consultada con padres y alumnos. De nuevo, gestionar de espaldas a la comunidad no puede nunca traer buenos resultados. Y mucho menos contestar a los reclamos con violencia.

A las tomas, el gobierno de Rodríguez Larreta respondió enviando amenazas de sanciones y denuncias para esos padres y alumnos, con la policía de la ciudad como gran arma de amedrentamiento que tocaba timbres por la noche y pedía datos a menores de edad.

Algunos en la sede de Uspallata consideran que el episodio de las vallas en el departamento de Cristina Kirchner y el posterior raid televisivo de Patricia Bullrich tratando al jefe de Gobierno porteño de blando y timorato generaron un trauma que vuelca sus decisiones lo más a la derecha posible. Horacio Rodríguez Larreta ni siquiera pareciera estar hablándole a su electorado más duro en este momento sino a Macri y Bullrich.

De hecho, la carta que publicó esta semana y que luego replicó en una conferencia de prensa esta semana va en esa línea: “Si miramos Argentina de estos días vemos, al mismo tiempo, ataques de grupos pseudo mapuches en Mascardi, extorsión de sindicatos de neumáticos, tomas autoritarias en algunas escuelas de la Ciudad y al kirchnerismo cambiando las reglas de juego que ahora no le convienen, queriendo derogar las PASO o aprobar las leyes de lemas. Hay un hilo conductor: son muestras de un modelo de país que fracasó y que resiste con mucha violencia porque se sabe cada vez más minoritario.“

Más allá de mejunje de temas y problemas que sintetiza la carta de Larreta es muy clara porque allí parece estar la agenda en la que la derecha parece moverse y con la que piensa un eventual gobierno.

Allí están sus enemigos (pueblos originarios, alumnos secundarios, sindicatos, kirchneristas). Y como son identificados como violentos, la única respuesta posible es acorde a esa concepción. No hay posibilidad de síntesis ni de diálogo. Una perspectiva funesta para quienes creemos que la política es la búsqueda de acuerdo en la diversidad de opiniones e intereses.

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