El esperado veto presidencial a la nueva ley de actualización de los haberes de los jubilados finalmente llegó el mismo día en el que Javier Milei se reunió con representantes de los bloques oficialistas y paraoficialistas para delinear la estrategia que impida su rechazo.
En la Casa Rosada, además del propio Milei, estuvieron el jefe de Gabinete, Guillermo Francos; la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei; y el vicejefe de Gabinete del Interior, Lisandro Catalán. Los legisladores de La Libertad Avanza que dijeron presente fueron el presidente Provisional del Senado, Bartolomé Abdala, los senadores Ezequiel Atauche y Vilma Bedia; y los diputados Gabriel Bornoroni, Luciano Laspina, José Luís Espert, Nicolás Mayoraz, José Peluc, Cesar Treffinger, Bertie Benegas Lynch y Lisandro Almirón.
El PRO envió a sus más importantes representantes, con el jefe de bloque Cristian Ritondo a la cabeza. Pero también María Eugenia Vidal, Silvana Giudici, Alejandro Bongiovanni, Luciano Laspina y Diego Santilli. Estuvieron también por el MID, Oscar Zago, y el diputado Eduardo Falcone.
La presencia de Zago brindó una primera sugerente imagen porque llegó en el mismo auto que Ritondo. A nadie se le escapa que allí hubo una señal, porque si el PRO y el MID conforman un Interbloque, La Libertad Avanza perderá definitivamente su condición de segunda minoría. Desde esa posición de fuerza, los diputados macristas aseguraron que con su apoyo al veto, el número de dos tercios que necesita la oposición en ambas cámaras para sostener la ley se vuelve más difícil -aunque no imposible- de conseguir.
En Diputados, además, esto ni siquiera implicaría una contradicción porque el bloque amarillo ya había votado en contra del proyecto. El hecho de que, en el Senado, el PRO haya apoyado masivamente el aumento a jubilados (seis de siete) deberá ser objeto de negociaciones en el seno del bloque y -si se convence a los díscolos- luego ajustar una narrativa verosímil para explicar el por qué de la marcha atrás. Lo primero no parece tarea fácil porque hay varios senadores muy enojados con Mauricio Macri. Primero les pidió que voten la ley y luego apoyó el veto presidencial.
Con los votos propios y ajenos
Como con los votos propios, los amarillos y del MID no alcanza, el oficialismo deberá recuperar algunos de los canales de negociación con el variopinto bloque de Encuentro Federal que, en las últimas semanas, ha mostrado las garras. El propio Miguel Ángel Pichetto, muy colaborativo con el Gobierno en la Ley Bases, se ha distanciado. La idea de funcionar como una estructura pendular, al estilo del centrão brasileño, dota a los federales de cierta capacidad de negociación con posturas antagónicas pero también, le da iniciativa propia.
No es poco lo que se juega el Gobierno. Más allá de la sobreactuación del propio Milei, hiperbolizando las eventuales consecuencias fiscales del aumento a los jubilados, sostener el veto es una apuesta política que está relacionada con mantener la iniciativa y recuperar la agenda. Los libertarios necesitan frenar y tabicar el límite que le puso el Congreso hace dos semanas con la aprobación de este proyecto, la media sanción del rechazo al aumento de los fondos reservados para la SIDE y la elección de Martín Lousteau al frente de la comisión bicameral de seguimiento de los organismos de inteligencia.
Es por eso que el propio Milei se metió en las negociaciones, algo que no suele hacer. Tanto en el encuentro con legisladores como en una nueva reunión que mantuvieron esta semana el presidente y Mauricio Macri, los amarillos aseguraron que con una alianza previa, todos esos males podrían haber sido evitados. La temporada de negociación con el PRO está abierta y quizás por eso, Cristina Kirchner haya enviado un mensaje contrario a quienes, desde el peronismo, agitaban la posibilidad de un juicio político a Milei. Empujar al libertario a un acuerdo total con el expresidente, por temor a ser destituido, no parece ser una buena estrategia.