En 1989, la Unión del Centro Democrático, más conocida como la UCD, sacó, a nivel nacional, 7,1% de los votos en las elecciones presidenciales que terminaría ganando Carlos Menem.
La fórmula la encabezaba Álvaro Alzogaray, un liberal que estaba en contra del Estado, pero que siempre vivió del mismo. Aquel fenómeno que produjo fue muy importante en aquel momento y más importante que el que ahora manifiesta Javier Milei.
Pero a posteriori, la UCD construyó su agenda y se incorporó al Partido Justicialista (PJ), al que lo termina sobredeterminando y ordenándolo. Ese fenómeno que sucedió en la década del '90, más allá de porcentajes electorales, es lo que ahora se podría replicar con Milei.
El diputado por La Libertad Avanza está haciendo que todas las agendas partidarias se corran a la derecha: está diciendo qué decir y cómo decirlo.
Esto es lo que le pasa a Juntos por el Cambio, donde Milei toma fuerza y protagonismo al interior de la oposición, especialmente en las posiciones más duras.
Dentro del Frente de Todos, las posiciones más conservadoras también van ganando lugar. El crecimiento de casi 10 puntos del 2021 sigue sin ser suficiente: la distancia entre trabajadores y capitalistas se amplió como nunca antes, se mantienen los salarios reducidos y una posición fiscalista muy dura.
Todo esto forma parte de la organización de la agenda que la ultraderecha está provocando en la dirigencia argentina. La sociedad, en tanto, no comparte estos valores y lo mostró en las últimas elecciones: si bien no convalidó al oficialismo, tampoco lo hizo con la oposición de derecha.
Milei, más que un fenómeno electoral, es un ordenador de temas que comparte la clase política.