Ecuador está bajo ataque. El recién asumido presidente Daniel Noboa declaró el estado de “conflicto armado interno”, pero previamente había decretado el estado de excepción y el toque de queda. En los hechos, la excepción ya había sido decretada en 10 oportunidades por su antecesor Guillermo Lasso.
La tensión escaló el domingo, cuando Adolfo “Fito” Macías, el líder de Los Choneros, se fugó de prisión. No es la primera vez que se fuga, ya lo había hecho en 2013 y fue recapturado meses después, pero desde entonces, seguía dirigiendo las operaciones criminales desde la penitenciaría. Al día siguiente, otro líder criminal, Francisco Colón Pico, cabeza de Los Lobos en Pichincha, también se fugó de un penal. 3 mil efectivos los buscan intensamente.
Las bandas criminales pusieron en jaque al país. Los Tiguerones se apoderaron de la transmisión en vivo del canal TC de televisión, tomando de rehenes a sus trabajadores. Tras dos horas, agentes de seguridad lograron detener a 13 criminales. Paralelamente, otros grupos criminales tomaron la Universidad de Guayaquil, incendiaron vehículos, saquearon centros comerciales y realizaron ataques con explosivos. 8 personas murieron en las calles, entre ellos el reconocido cantante Diego Gallardo que fue alcanzado por una bala perdida, y 2 agentes penitenciarios fueron ejecutados por delincuentes que tomaron los penales.
El presidente Noboa declaró a 22 organizaciones criminales como terroristas. El Parlamento unido garantizó indultos y amnistías en los casos necesarios para que las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional realicen sus tareas. El jefe del Comando Conjunto de las FF.AA. anunció que “todo grupo terrorista identificado en el decreto se ha convertido en un objetivo militar”.
El operativo “metástasis” de diciembre en Ecuador dio un golpe duro a las mafias criminales. El megaoperativo contra el narcotráfico descubrió un entramado de complicidades y corrupción entre las organizaciones y distintas instituciones del Estado y culminó con la detención de 29 personas. Pero el germen de la violencia descontrolada comenzó mucho antes.
Su poder territorial no pudo haber crecido sin la complicidad de múltiples sectores y una pobreza acuciante sobre la que algunas de las bandas actúan como benefactores barriales. La tasa de homicidios en Ecuador aumentó estrepitosamente de 6,8 por cada 100 mil habitantes en 2018 a más de 40 por cada 100 mil en 2023. Esto deja a Ecuador como uno de los países más inseguros y violentos del mundo, que vivió esta semana el peor día de su historia.