San Dibu Martínez, la leyenda: el arquero más importante en la historia de la Selección

Emiliano Martínez agigantó el mito: un atajadón en el PT similar al de la final ante Francia y luego “asustando” en los penales. Paz a nosotros y miedo a los rivales

Se olía. Ellos, los rivales, lo sentían. Lo sentía Valencia. Lo sentía Mena. Lo sentía Minda. Enner, ni siquiera, pudo mirarlo. El verdadero resumen de cómo Dibu Martínez los ataja antes de atajarlos. Ataja con su personalidad, con su historial, con su energía. Claro, también con su técnica, con su estudio y con su intuición. Pero sobre todo con su carácter ganador que lo convierte ya en un mito urbano, en una leyenda del fútbol mundial.

Dibu, esta vez, no tuvo que hacer uno de sus históricos shows pro ejecución. No tuvo que gritarles ni decirles cosas. Ni siquiera pudo acercarse porque las nuevas reglas de FIBA, en este caso con el espantoso Matonte a la cabeza, no se lo permitieron. Pero el miedo ya estaba generado. Enner, un avezado delantero, con tanta calidad y experiencia, lo supo, por caso. Por eso, en su turno, eligió ni mirar el arco. Porque ni quería cruzar miradas con el mejor arquero del mundo, al menos el más intimidante. Y así pateó. Con miedo. Dibu fue para el otro lado, pero el trabajo estaba hecho. Desde antes. No es casualidad que el 50% de los penales que le patearon en la Selección no hayan sido goles.

No jugó bien Argentina. No estuvo pleno Messi ni el equipo. Ecuador jugó mejor y mereció mejor suerte, pero Argentino tuvo al Dibu. A su leyenda. Otra vez. Y no sólo en los penales.

Hubo un deja vu Mundial. También en el primer tiempo, en ese comienzo muy bueno de Ecuador en el que la Selección volvió a necesitar a su brillante portero. Especialmente cuando Sarmiento se coló en el área y definió a un costado. Dibu, como ante Francia, abrió sus piernas y tapó como arquero de handball. Como a Kolo Muani, sí. Otra vez esa pierna izquierda salvadora. Otra vez la Gran Dibu, como ya podemos llamar a ese gesto técnico.

Lo mismo había pasado con Chile, en aquellos -pocos- minutos en los que los trasandinos se animaron a atacar. Echeverría, el buen volante de Huracán, tuvo dos y en ambas respondió Martínez, en una tapado-pasado y en la otra bien abajo para bancar el 0-0. Esta vez pasó también. En el 0-0. Y en el 1-0. Un arquero gana partidos. Gana partidos importantes, claro. Como ante Ecuador, el día que vimos que Messi no estaba pleno.

No hay dudas, a esta altura, que estamos en presencia del mejor arquero en la historia de la Selección. Al menos el más importante. Sigue acumulando méritos. Con 12 penales atajados, con apenas el 50% que le han convertido (12 de 24).

No es normal. Es un monstruo. Es San Dibu, el tipo que nos da paz y a los rivales, temores. Lo vimos otra vez. El mito es cada día más grande.

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