Ryan Coogler vuelve a la pantalla grande de la mano de Michael B. Jordan. El director de franquicias conocidas como Creed y Black Panther regresa con su “actor fetiche” para Pecadores, una película de terror que ha tenido muchos elogios y que la crítica internacional ya catalogó como “la mejor en lo que va del año”. Por eso hay tanta expectativa entre los espectadores, que la gran pregunta es: ¿vale la pena verla en el cine?
La producción de Warner Bros. está ambientada en 1932, en un pueblo de Mississipi, donde los hermanos gemelos Smoke y Stack (Michael B. Jordan) regresan a su pueblo natal para empezar de nuevo, en búsqueda de dejar atrás sus vidas problemáticas, sólo para descubrir que un mal aún mayor los espera para darles la bienvenida.
Con inspiraciones en el cine de John Carpenter, Jordan Peele y Martin Scorsese, Coogler trae a la pantalla a unos seres que los fanáticos del séptimo arte han visto hasta el cansancio: vampiros. Lejos del cliché de las cintas de estos entes sobrenaturales, el cineasta explora otro tipo de historia, en donde combina elementos del terror gótico con una crítica social profunda como el racismo y la apropiación cultural.
En Pecadores, los gemelos Smoke y Stack (Jordan) se abren una cantina de blues, un espacio pensado como refugio cultural y punto de encuentro al que sólo accede la comunidad afroamericana -y gente blanca considerada “parte de la familia”-. Una noche, vampiros liderados por Remmick (Jack O’Connell), un músico blanco decidido a robarse el talento musical negro, intentan ingresar para arrasar con todos. Lo que empieza como un símbolo de esperanza y comunidad, rápidamente se transforma en una batalla para sobrevivir.
Como ya demostró en otros de sus filmes, Jordan hace un trabajo impecable y se luce con su doble interpretación. El actor se pone en la piel de los gemelos, con personalidades muy opuestas, y logra que el espectador se olvide que están encarnados por la misma persona. El resto del reparto consigue acompañarlo muy bien, pero otro que realmente se destaca es O’Connell, el principal villano de la historia: se trata de un antagonista que inquieta, pero a la vez fascina por su carisma.
Otro de los grandes aciertos de Pecadores, sin duda alguna, es su soundtrack, que posee temas con influencias del blues, soul y jazz. Además, tiene un diseño de producción muy cuidado, una gran dirección de arte y fotografía y unos efectos visuales que, si bien no son ciento por ciento convincentes, van con el tono satírico de la película.
En resumen, Pecadores es una gran opción para ver en la pantalla grande -ideal para disfrutar en sala IMAX- porque es brillante desde lo técnico, pero también por sus grandes actuaciones y una interesante historia que genera tensión, entretiene (con toques de comedia muy acertados) e invita a la reflexión.