Todos juegan y todos ponen en el Frente de Todos

Cristina, Alberto y Massa tomaron la iniciativa esta semana. Dieron pasos para buscar puntos en común desde los cuales remendar la coalición de gobierno.

La situación social y económica que dejaron los cuatro años de macrismo y los dos años de pandemia no se traduce en una crisis de representación al estilo 2001 pero sí tiene un impacto en el sistema político y -en particular- en el esquema de coaliciones que todavía es difícil de mensurar. O al menos parece poco probable predecir por estos días en qué derivará.

En la coalición de gobierno el problema es claro pero el modo de resolverlo aún no se plasma en decisiones concretas de sus principales dirigentes. A falta de caminos hacia el deshielo, cada uno de ellos parece buscar sus propios caminos para avanzar en una agenda post COVID y post acuerdo con el FMI que integre e intente homogeneizar datos muy contrastantes de la realidad.

El desafío parece ser cómo aprovechar los desmedidos precios de los commodities que el contexto internacional ha propiciado sin que eso impacte de modo descontrolado en la altísima inflación que padecemos y cómo lograr que la recuperación económica que claramente se ha instalado llegue a todos. Dos empresas muy difíciles si vemos la historia reciente de nuestro país.

Como decíamos, si no hay unidad al menos parece haber una decisión en ir más allá de las situaciones materiales que generaron la desunión. La primera en conseguir plantear un tema de agenda superador de lo que mencionamos fue la vicepresidenta. El proyecto de ley para que se use el dinero de quienes evadieron y fugaron para pagar el acuerdo con el FMI es una iniciativa de una potencia política y simbólica que no debe ser minimizada, más allá de las posibilidades que tiene de avanzar en el Congreso o de la deriva de su aplicación en la práctica.

Le brindó iniciativa al oficialismo, lo reunió en público con un tema en común y a la vez obliga a la oposición a una situación muy incómoda. Pueden fustigar el proyecto por muchos motivos -algunos atendibles- pero siempre a riesgo de quedar en una posición de defensa de evasores y fugadores. Si pensamos que los esfuerzos más grandes de la oposición de derecha se centran en despegarse por todos los medios de la toma de deuda y la fuga descomunal que hubo durante el gobierno de Macri podemos dimensionar cuán incómoda es esa posición.

Alberto Fernández también obtuvo esta semana algunos logros. El encuentro de gobernadores con funcionarios del Ejecutivo Nacional por el tema coparticipación y la posterior carta de los mandatarios provinciales a la Corte Suprema también es de importancia política. En el oficialismo creen casi como una certeza que la Corte fallará a favor del gobierno de la ciudad de Buenos en el conflicto por el parcial descuento que el gobierno hizo al inusitado envío de fondos que Macri decidió para su patria chica.

La decisión de convertir esa disputa en un problema que afecta al federalismo es inteligente por los mismos motivos que mencionábamos en el caso de los evasores: lo incómodo de la postura de Rodríguez Larreta frente a las provincias. Parece para él una tarea compleja mostrarse como presidenciable en medio de una disputa en la que se pone en duda su vocación federalista. Larreta tuvo una estrategia hasta aquí que fue circunscribir el episodio a un diferendo entre la ciudad y el gobierno central pero la intervención de los gobernadores rompe el ardid. Hubo otros encuentros que fueron buena noticia para el presidente: las reuniones entre la CGT, la UIA y tres ministros para encarar algún tipo de solución al problema de los precios y el posterior documento que firmaron.

Pero si Cristina y Alberto tienen razones para pensar que fue una buena semana, Sergio Massa sea quizás el que más noción de futuro tuvo en sus movimientos. A caballo de un rumor bastante infundado acerca de una amenaza de abandonar el Frente de todos si no hay esfuerzos de los demás por la unidad, el presidente de la Cámara de Diputados y su entorno hicieron dos maniobras que lo colocaron en el centro de la escena.

Por un lado, filtraron que la semana que viene habrá una convocatoria por carta a los presidentes de los distintos bloques para consensuar una serie de políticas públicas básicas de aquí a 2023. Algo que coloca a la figura de Massa en un rol poco conocido hasta ahora: el de estadista. Cuán real o no es esta imagen pretendida aún está por verse. Por otro, y en el mismo sentido, el rumor de que en el encuentro de Frente Renovador que se realizará en Mar del Plata a fines de mes habría una fuerte intención de consagrar un posible precandidatura a la presidencia. Una suerte de operativo clamor pero en su propia pecera.

Las tres patas de poder de la coalición de gobierno hicieron en estos días movimientos más o menos notorios pero que buscan romper la inercia de descrédito y apatía que se cosechó hasta ahora. Quizás nuevas siembras den otros frutos.

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