Pastor del pueblo pobre: el Papa designó a Gustavo Carrara en la estratégica La Plata

El primer obispo villero católico acaba de ser designado arzobispo platense. Por qué Francisco se decidió por él para una "plaza” clave.

Un bostero empedernido va tener el báculo de la arquidiócesis de La Plata. El único tema donde monseñor Gustavo Carrara no concilia. El club de fútbol. Su pasión primitiva, de la familia y Lugano, su barrio, donde nació hace 51 años. Nadie podrá hacerlo del “pincha”, tampoco del “Lobo”.

“El Carra”, como lo llaman en la diaria sus amigos, ocupara la comandancia de la poderosa iglesia platense, la ciudad capital de la provincia más grande de la Argentina, y donde reside el gobernador/a ungido/a por el voto popular. Ello/as pasan cada cuatro años, con una relección, los gobernadores eclesiales suelen durar más, con excepciones por supuesto, el caso de Gabriel Mestre.

Carrara es el actual vicario general de la arquidiócesis de la Ciudad de Buenos Aires. Era el custodio para donde iba del arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva. Los he visto a ambos peregrinar, días previos a Navidad del año pasado, en las complejas calles del barrio de Constitución. En la Curia porteña era igual. Podía estar García Cuerva reunido, en el mismo despacho donde antes atendía Bergoglio, pero redecorado, y de golpe ingresar Carrara.

Ahora se viene la mudanza. El “Carra” deberá desmontar su biblioteca (lector dedicado y escriba) y el particular tablero de ajedrez en la pared del primer piso del centro barrial “San Francisco de Asís” (ubicado en la avenida Castañares y avenida Bonorino, la villa del Bajo Flores), donde vivía junto a un oratorio, un hombre de primero el diálogo con Dios y de ahí al mundo, y donde compartía cocina con las hermanas de la Caridad, aquellas de túnica blanca con algo azul iguales a la Madre Teresa de Calcuta.

Un obispo que siendo autoridad pastoral y política, que habla o se reúne con presidentes o ex presidentes, vivía comunitariamente, ya que en planta baja de su casa está el comedor y capilla, mientras un piso más arriba, el gimnasio para los pibes de la villa más atravesada por los narcos donde fue párroco en María del Pueblo muchos años.

El Papa puso en salida a Carrara que está obligado a cambiar la rutina. Ya no se lo verá a monseñor Carrara caminar por la tranquila calle Lautaro que lo comunica con la línea E de subte, estación Medalla Milagrosa, en avenida Eva Perón. Ahora por decisión de su padrino eclesial, el Santo Padre Francisco, deberá empezar a callejear las diagonales platenses con número, sin nombres, y mucho más lo hará en los barrios populares, asentamientos y villas que rodean a la gran ciudad, una tendencia que crece como los barrios cerrados.

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El centro barrial “San Francisco de Asís”, en el Bajo Flores.

El centro barrial “San Francisco de Asís”, en el Bajo Flores.

Una “plaza” estratégica

La Plata es una “plaza” estratégica. Por décadas el báculo estuvo en manos de obispos cerrados al Concilio Vaticano II. Francisco empezó a revertir esa tendencia de iglesia castigadora con la designación, en junio del 2018, de Víctor Manuel “Tucho” Fernandéz, y ahí una continuidad porque fue uno de los obispos coconsagrantes de Carrara cuando fue ordenado obispo, en la Catedral de Buenos Aires, poblada ese 16 de diciembre de 2017 de villeros que lo sacaron en andas rodeado de estandartes, bombos y redoblantes de la Familia Grande de los Hogares de Cristo, el dispositivo de los curas villeros para los adictos, sin techos o liberados de los penales.

La iglesia platense tiene una enorme extensión, porque abarca los partidos de Berisso, Ensenada, La Plata, Magdalena y Punta Indio (cada uno con su propia autoridad municipal, o intendente/a), con una superficie total de 4.652 kilómetros cuadrados y una población que supera el millón de habitantes, de los cuales se estima que el 85 por ciento son católicos, que según los datos oficiales de la iglesia, la arquidiócesis cuenta con 77 parroquias, 137 sacerdotes (124 diocesanos y 13 religiosos), 7 diáconos permanentes, 84 seminaristas mayores, 43 religiosos, 350 religiosas y 192 establecimientos educativos.

Es un “santito” vienen diciendo algunos. Un apodo similar, que décadas atrás repetía el cardenal, Antonio Quarracino, cuando se refería al cura jesuita que lo eligió su sucesor, Jorge Bergoglio. Monseñor Carrara atiende a los medios, en los últimos años ha cultivado radios sobre todo en especial una y algo de televisión, y a los laicos, tanto del mundo sindical, lo recuerdo en pandemia con la Juventud Sindical recibiendo alimentos, como muy cercano a los referentes de los movimientos populares, también al laico activo de a pie de todos los sectores sociales, no solo villeros- “Siempre cercano, siempre atento, siempre escuchando, acompañando, siempre con la palabra justa, siempre rezando”, sostiene Javier Giangreco, un laico militante en su blog.

Carrara en el cara a cara tiene una actitud de escucha, como inclinado, mirando hacia abajo, poniendo el lateral de su rostro, y no es menor la observación. Su estrabismo parece haberle dado una cualidad superior. Ve todo.

Para quienes se crucen al nuevo arzobispo platense sepan que habla en tono bajo, hasta en sus primeras prédicas como autoridad de la iglesia, obispo, su voz se dejaba apagar. Su memoria es una cualidad. Parecido a su líder terrenal en la iglesia. Puede recordar el día que te vio por primera vez.

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Siendo autoridad pastoral y política, vive comunitariamente.

Siendo autoridad pastoral y política, vive comunitariamente.

Él, en alguna de las misas callejeras (por las víctimas de trata y exclusión), villeras o de trabajadores (por el cura barrendero desaparecido Mauricio Silva), que suele asistir me preguntó: cuándo nos vimos por primera vez. No lo recordaba. Pero él sí. Fue en el 2007, para el primer documento de los curas de las villas porteñas, presentando en conferencia de prensa, donde hablaron a favor de la integración de los pobres, en lugar de erradicación o urbanización que proponía la política. Ese día el “Carra” era un curita reservado, que no pecheaba los micrófonos pero que a distancia veía y su memoria fotografiaba.

Como lo vio el entonces cardenal jesuita, quien allá lejos, año 2005, cuando Gustavo tenía 32 años, era citado por Bergoglio y así lo elevaba a las grandes ligas al citarlo en el prólogo del libro “Corrupción y pecado” de editorial Claretiana: “Quiero agradecer de manera especial al P. Gustavo O. Carrara por su ayuda moral para hacer esta publicación”.

El ascenso y traslado de Carrara deja un gran dilema. ¿Quién queda de vicario general en la arquidiócesis porteña? ¿Quién secundará en el pastoreo a García Cuerva?

La semana pasada “el Carra” quedó elegido presidente del vital brazo de la iglesia con los pobres, Cáritas nacional. Ahora al ser trasladado a La Plata, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) queda ausente de clérigos enclavados en la Ciudad donde parece ya no atiende tanto Dios.

El “bostero”, encomendado a la Virgen de gaucha, patrona de la Argentina, llevará su lema episcopal a La Plata: “Compartiendo con los pobres la alegría del Evangelio”.

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