En la tragedia de Macbeth, Shakespeare reflexionó de modo extremo acerca de la búsqueda y consecución del poder con los resultados dramáticos que eso puede tener. El texto inmortalizó una frase que muchos conocen y que parece describir el momento que vivimos: “La vida no es más que una sombra en marcha; un mal actor que se pavonea y se agita una hora en el escenario y después no vuelve a saberse de él: es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada”.
Son tiempos difíciles para la política en el mundo. El capitalismo ha mostrado todas sus fisuras en pandemia y eso repercute en el sistema de representación de modo radical.
Las masas descontentas muchas veces identifican sus problemas pero ceden ante los cantos de sirena de opciones que proponen respuestas simples a situaciones complejas. ¿Es un error? ¿Puede culparse de esto a quienes han sido castigados con todo el rigor por un sistema que no sólo se mostró insuficiente para cuidarlos sino que además los arrojó a tomar riesgos -incluso sobre su propia salud- para paliar situaciones sociales y económicas extremas? Para nada.
Todo eso pasó y el sistema de representación hoy lo siente. Y por eso aparecen personajes como Javier Milei aquí, allá y en todas partes. Llenos de ruido y de furia.
Porque además, toda esa lógica de una coyuntura extrema con pocas posibilidades de ser resueltas por el sistema se une a los procesos propios de las distintas fuerzas. Hemos hablado en otras oportunidades de la profunda interna en la que está sumido el Gobierno. Hoy toca hablar de la de la oposición.
Las heridas de la derrota de 2019 aún supuran en Juntos por el Cambio y por más que cuenten con un aparato mediático único y todo el apoyo del establishment para blindarlos, su lucha intestina los lleva a extremos que no pueden evitar tan fácilmente.
Para afuera, en los intentos de hacer olvidar lo desastroso de su gestión Cambiemos puede tener muchos aliados. Para adentro, la cosa es más difícil.
Mauricio Macri fue el primer presidente de la alianza pero también es el padre de la derrota en 2019. Es como un jarrón chino para muchos de sus asociados políticos: es vistoso pero nadie sabe muy bien qué hacer con él. Sobre todo porque Macri continúa teniendo pretensiones de volver a ser presidente y sus lógicas recurrentes, que hundieron a Cambiemos después de cuatro años de gobierno.
Esta semana mostraron que pueden llevarlos a una nueva crisis. Macri parece haber sido más inteligente en el pasado para saber con quién no aliarse y con quién hacerlo. Cuando en 2015 rechazó una unión con Sergio Massa y mantuvo sólo su entente con el radicalismo y la Coalición Cívica acertó. Cuando creyó en 2019 que Miguel Ángel Pichetto iba a darle nuevos bríos electorales, se equivocó.
Ampliar la opción por derecha era su receta en ese momento y parece serlo ahora. Debe decirse antes de seguir que quizás no había nada que hacer y su gobierno no tenía forma de ser salvado en la consideración de la gente.
Pero ahora que, merced a la pandemia, la inflación y los errores de la actual administración, Juntos por el Cambio cree tener otra oportunidad, Macri los lleva al abismo intentando introducir a un personaje que inevitablemente iba a generar problemas puertas adentro.
La lógica de Milei está dada justamente por lo que decíamos antes: más allá de que en el fondo toda su propuesta es profundamente conservadora, el envase en el que la presenta es repulsivo para muchos pero profundamente atractivo para otros. Los gritos, la repentización, la utilización de datos al Tun Tun para simplificar complejidades, todo eso funciona en los medios, funciona en las redes y funciona cuando hay confusión y carencia por parte de los esquemas representativos tradicionales. Si todo es un griterío gana el que encuentra la manera correcta de gritar. De nuevo, el ruido y la furia.
Volviendo a Juntos por el Cambio, el problema es que el antídoto que encontraron en la Mesa de conducción para frenar el intento de Macri y Patricia Bullrich de sumar a Milei parece agravar más el problema que conjurarlo. En efecto, si temían que el crecimiento de Milei drenara masivamente voluntades por derecha, poner su nombre en un comunicado, inflar su imagen de ese modo, ¿es la solución más inteligente? Cualquiera con algo de sentido común diría que no. Sobre todo si 24 horas después de publicar el comunicado, la propia Bullrich criticó la decisión de cerrar la puerta a Milei. Algo que ella como presidenta del PRO había firmado.
Los aliados de Macri, que toleraron y fueron cómplices de las políticas de exclusión pero también del espionaje, la persecución a medios críticos y la connivencia intolerable con una parte del poder judicial, hoy parecen no querer seguir todas las decisiones de su ex jefe político. Se verá pronto si lo logran y si sus soluciones no derivan en problemas más grandes aún.
Las dos fuerzas mayoritarias de la Argentina parecen encontrarse en sendos laberintos y eso es aprovechados por opciones que parecían más modestas pero que hoy crecen.