Juntos por el Cambio hace rato que enfrenta un problema que es el más trascendente desde su conformación (el más importante para el PRO también desde su creación). Implica una crisis que podría ser de crecimiento, pero también podría llevarla a su disolución. Las idas y vueltas de la interna, torpezas como convertir a Milei en un contendiente de fuste o la frívola discusión acerca de halcones y palomas emanan del intríngulis del que hablamos y a veces lo esconden. Está muy a la vista y sin embargo se menciona poco: qué hacer con Macri.
En los EEUU, los presidentes no pueden ser reelectos luego de dos mandatos para ningún otro cargo, nacional o distrital. Durante muchos años hasta la llegada de las ONG y las fundaciones que los cobijaron y les dieron una función, los expresidentes eran una presencia molesta. Demasiado pesada para no ser tenida en cuenta pero también inmovilista, atada al pasado, poco productiva. Por eso se los homologaba a los jarrones chinos, un regalo suntuoso, carísimo, vistoso pero inútil. Y que no encaja con ningún decorado (al menos en occidente).
La situación de Macri es levemente distinta, más por su derrota que por haber cumplido con la historia. En la Argentina, un presidente puede ser electo más de dos veces si no es de modo consecutivo. Son varios los motivos que le permiten buscar revancha y tratar de cumplir su “segundo tiempo”, consciente o no de que el primero lo dejó en un lugar muy subalterno de la historia, un lugar que será seguramente de triste memoria.
El problema es que ese intento es el que lo vuelve una especie de jarrón chino para sus socios de Juntos por el cambio, incluso del PRO. Cada intervención de Macri en los últimos tiempos ha sido problemática. Algunos ejemplos: el intento de instalar a Patricia Bullrich como precandidata para las legislativas de 2021, la búsqueda de que sus socios voten en contra del acuerdo con el FMI para poner en abismo al Gobierno, sus comentarios acerca de “las trampas de la UCR” en el Congreso… y desde ya, su indefinición acerca de la candidatura.
Es por eso que, más allá de cualquier otro debate interno, el que atrona a pesar de ser mudo, el que casi no permite avanzar a pesar de todos los flancos que les permiten los errores del oficialismo, la pandemia y el contexto internacional es si hay algún mecanismo para jubilar a Mauricio Macri. No lo dice pero lo piensa el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, lo mismo que su rival político en la UCR, Martín Lousteau y hasta, probablemente Larreta y Vidal.
Parece una tarea que no es simple. Ni siquiera es fácil de anunciar. El jueves pasado, Macri llevó a la mesa de conducción del PRO a un nuevo asesor que comunicó casi todo lo que él mismo expresidente piensa: que la palabra “cambio” es la más importante de la sigla, que no puede haber tibios y que hay que complicar de todos los modos posibles la gestión del oficialismo. En el PRO, Macri por momentos cobra fuerza, con socios temerosos de su impronta, su poder o sus carpetas. En Juntos por el Cambio su presencia se diluye.
Este viernes la alianza opositora buscaba una foto de unidad en La Matanza luego de la escandalosa última reunión en la que firmaron un documento que mostraba la debilidad política de nombrar a Milei, decía que Clarín miente y que desnudó más de una fisura cuando al otro día de publicado, Patricia Bullrich lo desautorizó.
Si no querían que pase eso o que hubiera un nuevo cruce entre Morales y Macri, estaba claro lo que debía suceder el viernes. Y sucedió. Macri no fue. Después de haber su viaje al exterior para asistir al cónclave, el expresidente adujo compromisos personales y se ausentó. La foto de la unidad se pudo realizar aunque faltara una cara importante.
Juntos por el Cambio más tarde o más temprano deberá discutir qué hacer con Macri. Como pasa con los jarrones chinos… si el contexto no es el adecuado lo mejor es ponerlos a cuidado, arrumbados en algún lugar seguro de la casa. De lo contrario, se rompen o lastiman a los demás.