La reaparición política de Cristina Kirchner

La vicepresidenta se mostró públicamente en el Senado con curas en opción por los pobres. Durante el encuentro llamó al diálogo y a recuperar los pactos que se cimentaron desde 1983 para defender la democracia.

La vicepresidenta Cristina Kirchner reapareció el jueves pasado, exactamente dos semanas después del intento de asesinato que la tuvo como víctima. Lo hizo en un contexto especial, rodeada de religiosos y religiosas en opción por los pobres. Ni la ocasión ni los invitados al encuentro podrían haber sido más acordes al mensaje que la propia expresidenta transmitió: un llamado al diálogo y a recuperar los pactos que se cimentaron desde 1983 para defender la democracia y hoy parecen perdidos.

Pero además, volvió a hablar acerca de los problemas sociales y económicos que enfrentan gran parte de los argentinos. Es significativo lo que acabamos de enumerar, Cristina Kirchner, la víctima de un intento de asesinato se colocó por encima de una situación tan traumática y llamó al diálogo entre los que piensan distinto. Cristina Kirchner, la que para muchos medios de la derecha sembró el odio en la Argentina, recuerda que ya en 1929 intentaron atacar contra un presidente de raigambre popular. Cristina Kirchner, a días de que le gatillaran a centímetros de su cabeza, recordó que lo importante sigue siendo resolver los problemas que hoy enfrentan sus compatriotas. Señalamos esto no para hacer un panegírico de la vicepresidenta sino para señalar otras cosas.

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La primera es que si la víctima del atentado más importante de la democracia moderna en la Argentina se pone por encima de su drama personal y llama al diálogo, no parece tener mucho sentido la posición de la principal alianza de derecha del país, mezquinando su presencia. Mauricio Macri, de gira por el interior bonaerense, contestó que estaba dispuesto a un encuentro “pero con la Constitución arriba de la mesa”. Un comentario que parece más un “no” que un “sí” o que -al menos- recurrió a una chicana en un momento en el que un gesto de grandeza sería lo que cualquier republicano prescribiría. Recordemos que Patricia Bullrich sigue sin repudiar el ataque. Si un intento de magnicidio no es un parteaguas en la lógica ramplona de la oposición de derecha parece difícil que otro evento lo sea. Sus dirigentes por un lado sopesan los efectos de mostrarse más dialoguistas cuando el núcleo duro pide más agresividad.

Por diferentes motivos, ha sido muy recordado el ejemplo de Antonio Cafiero por estos días. El entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires se puso al lado del presidente Alfonsín en pleno alzamiento carapintada para defender la democracia en peligro. Lo que pocos recuerdan (pero en el PRO sí) es que el triunfador de la interna para presidente en 1988 no fue Cafiero sino Carlos Menem, con un discurso confrontativo y alejado del diálogo.

Para los halcones macristas, descendientes políticos del pragmatismo del riojano, es una lección marcada a fuego. Si miran las encuestas y ven a sus candidatos arriba, no hay forma de que ninguno de los dirigentes con aspiraciones electorales tenga intenciones de acercar posiciones con el oficialismo. Ni aunque la tan mentada República lo necesite.

En el oficialismo las cosas tampoco parecen estar tan claras y la reaparición de Cristina también canaliza las dudas, aún sin quererlo. Su propio discurso marca narrativamente el camino a una dirigencia que muchas veces parece perder el rumbo, la visión o la estrategia por fuera de lo estrictamente inmediato. La recuperación de los valores democráticos y el diálogo son fundamentales pero no con cualquier objetivo. Fustigar los discursos de odio no tiene sentido si no se recuerda que estos nacen de la puja de intereses entre las élites que no quieren perder sus privilegios y el pueblo representado por algunos pocos dirigentes a lo largo de la historia.

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El fin último del quehacer político, según el credo kirchnerista, es resolver los problemas de las mayorías. Algo que -ella lo ha señalado- el Gobierno que integra todavía adeuda.

Por último, el encuentro con las y los religiosos en opción por los pobres sumó otro elemento del drama político actual: mostró a la vicepresidenta en actividad. De los chats que se recuperaron en el teléfono del último detenido por el intento de asesinato, Nicolás Gabriel Carrizo, puede encontrarse una clave de la importancia de la reaparición pública de Cristina. En un pasaje del chat con otra persona, Carrizo escribe: “Cristina tiene miedo, salió mal pero tiene miedo.” La eliminación física de la vicepresidenta era el objetivo principal pero sus atacantes parecían entender la trascendencia del efecto colateral logrado en los días posteriores: apartar a la ex presidenta del centro de la política activa, algo con lo que vienen soñando otros, menos delirantes quizás, menos extremos, pero igual de intolerantes.

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