En un esquema de tercios bastante solidificado, todos los candidatos con chances de ganar mantienen expectativas positivas y también preocupaciones.
En un esquema de tercios bastante solidificado, todos los candidatos con chances de ganar mantienen expectativas positivas y también preocupaciones.
En efecto, en una semana plagada de tiranteces, polémicas y hasta operaciones políticas, el escenario no parece haber cambiado demasiado. A pesar de que en la frágil situación financiera de la Argentina todo evento pareciera influir negativamente, la yuxtaposición de hechos a un ritmo frenético quizás genere un juego de suma cero en el que finalmente hay pocas modificaciones en las posibilidades de cada candidato.
En el oficialismo se congratulan de que el caso Insaurralde no parezca haber hecho mella (incluso sostienen que fue visto con buenos ojos el modo y la celeridad con la que se apartó al ex jefe de Gabinete de la provincia) y reparten encuestas en las que el escenario de balotaje está consolidado con una diferencia no muy grande con Javier Milei. De hecho, aunque no se reconoce en el oficialismo, todo indica que conservar la provincia de Buenos Aires es algo muy posible, sobre todo por la división del voto entre Néstor Grindetti y Carolina Píparo.
Cuando se les pregunta por un posible escenario de segunda vuelta, aducen que es demasiado pronto para vaticinar algo en relación con eso. Quizás no les falte razón aunque la renuencia a pensar en esa instancia seguramente también está dada por la evidencia de que en todas las encuestas hoy Sergio Massa aparece como perdedor frente al libertario.
Aunque cueste verlo por el ruido político cotidiano, hasta ahora la estrategia electoral del oficialismo ha sido mucho más favorable de lo que se esperaba si tenemos en cuenta el resultado de las elecciones de 2021 y la performance en las provinciales de este año. Dicho de otro modo, que el ministro de Economía de un país con 40% de pobreza y 12,7 % de inflación mensual aún tenga chances de ser electo presidente es un hecho curioso que en parte se explica por la oferta de la oposición.
El tour de force que está llevando adelante Massa en su doble rol tiene algo de quimérico, de consagración de la voluntad como principio fuerza pero también aprovecha los ribetes por momentos impresentables de Milei y Patricia Bullrich. El derrape del candidato de La Libertad Avanza de esta semana, con la consecuente corrida cambiaria parece un ejemplo de esto.
Marchando en modo triunfador desde las PASO hasta aquí, Milei se ha preocupado más por cuidar el tono que el contenido de sus declaraciones, como si la música que pretende que escuche el potencial votante tuviera que ser armoniosa, lejos de la estridencia iracunda que lo llevó al lugar insólito que ocupa como candidato.
Mostrarse presidenciable entonces debería estar vinculado a eso, a mostrarse estable. Pero mientras era muy puntilloso en eso -en los debates se lo vio casi siempre calmo- fue más descuidado en lo que decía. Por eso, reivindicó al terrorismo de Estado en Santiago del Estero y mintió abiertamente -echando un manto de dudas sobre la ejemplar gestión del Incucai- cuando se lo atacó por su estrambótica propuesta de que vender órganos sea legal.
Pero esas intervenciones, aunque inaceptables, no tuvieron un impacto concreto inmediato. Lo que sí pasó con su recomendación de sacar los plazos fijos y comprar dólares porque el peso es un “excremento”. No sólo la irresponsable recomendación causó una corrida fenomenal sino que además le valió el repudio de todo el arco político y hasta de la Asociación de Bancos que le pidió mesura y tildó de “infundadas” a sus recomendaciones.
Está claro que no es Milei el único responsable del clima de inestabilidad financiera que tiene la Argentina. pero su intervención cayó mal y es lo más parecido a un traspié para un candidato al que nada de lo que diga pareciera jugarle en contra en su carrera presidencial.
La apuesta de sus dos contendientes ahora pareciera pasar por aprovechar el episodio para recordar las dudas acerca de su estabilidad emocional. Es por eso que Bullrich apuntó la última parte de su campaña a resaltar eso y Sergio Massa pidió que los candidatos tengan que hacerse un examen psicotécnico en caso de acceder al balotaje. Está claro que la propuesta funciona como chicana pero también apela al sentido común de una parte de la población, la que tiene trabajo registrado y ha pasado por esa experiencia. Para otra la parte, la que engrosa el voto a Milei y nunca ha tenido un empleo formal, probablemente no tenga efecto.
Bullrich también vivió una semana agitada intentando que una operación en contra de Carlos Melconian no complicara su candidatura. A pesar de su torpe defensa -aduciendo que los audios podían ser fakes realizados con inteligencia artificial- parece haberlo logrado pero persiste la preocupación porque no son pocos los que en su entorno consideran que el “carpetazo” puede tener su origen en el fuego amigo.
El núcleo de la operación está centrado en una serie de escuchas ilegales que sólo pueden haber sido tomadas con el auxilio de organismos de inteligencia. Y como la fecha de obtención está datada en el gobierno de Cambiemos, no hace falta ser muy perspicaz para identificar a los responsables.
En esta columna nos negamos a hacer comentarios sobre el contenido de las escuchas porque consideramos que el periodismo no debe hacerse eco de materiales ilegales. Tanto en el caso de las conversaciones entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli, como en otras que ensuciaban a Daniel Angelici y en estas que involucran a Melconian, el periodismo debería negarse a comentarlas para no ser vehículo de operaciones de los sótanos de la Democracia, fomentadas sobre todo durante la gestión Macri.
Es sugerente que la misma candidata que propuso hace una semana cambiar las leyes para poder escuchar conversaciones de personas detenidas con sus abogados, hoy sea víctima de una operación basada en una ilegalidad similar.
El nuevo desplante de Mauricio Macri, que no la acompañó al debate en la Facultad de derecho, parece también haber quedado atrás luego de una recorrida conjunta por un par de localidades de la provincia de Buenos Aires y parece haber guardado una última carta con el anuncio de que si es electa presidenta, Horacio Rodríguez Larreta sería su jefe de Gabinete. La jugada sirve a varias bandas. Busca contener el voto a Larreta de las primarias, que Bullrich estaba perdiendo en casi la mitad y le envía una señal a Massa de que sumar radicales y larretistas no será tan fácil de cara a un eventual balotaje.