El anuncio de Joe Biden para postularse a la reelección dejó claras muestras de que estamos frente al inicio de un fuerte combate semiótico entre demócratas y republicanos, quienes se disputarán el sentido común del electorado estadounidense, que no es homogéneo. En efecto, el actual presidente publicó un video llamando a “terminar el trabajo”, y destacando lo que, por ahora, parece ser el pilar principal de su campaña: cuidar la libertad.
En concreto, Biden sostiene que muchos derechos, como el aborto, los programas de seguridad social, o que “todos sean tratados por igual”, corren riesgos de ser suprimidos en caso de que el trumpismo regrese al poder. “Ya sabes, en todo el país, los extremistas de MAGA [‘Make America Great Again’ (hacer a América grande otra vez)] se están alineando para enfrentarse a esa libertad fundamental”, dice el jefe de Estado.
Durante el spot de tres minutos, Biden menciona la palabra “libertad” cinco veces. Algo que, seguramente, se planificó de forma minuciosa, en el país que vio nacer a la ‘Mass Comunication Research’ (Investigación en Comunicación de Masas), una de las corrientes más estudiadas a nivel global por comunicadores y académicos.
Disputa narrativa
Poner esta idea en el centro del debate electoral entra en tensión con esa nueva sensación occidental donde la extrema derecha se presenta a sí misma, desde hace pocos años, como garante de las libertades individuales, aunque eso restrinja las libertades de otros, claro está.
Con esa línea, flamean las banderas de la libre portación de armas, o la llamativa libertad de levantar muros en las fronteras para restringir flujos migratorios, entre otras polémicas. ¿Su lema principal? “’Don’t tread on me’ (no pases sobre mí, o no me pises)”, en alusión a una conocida canción de Metallica. Así, los libertarios modernos construyeron una narrativa propia, que rápidamente se canalizó en candidatos excéntricos y reaccionarios, siendo Trump su máximo referente.
Por eso, resulta interesante que ahora, después de la pandemia, una recesión económica global, el descontento generalizado y una gran crisis de representatividad en varias naciones –escenarios propicios para el surgimiento de extremismos y ultranacionalismos–, los demócratas retomen la discusión simbólica para recordarle al mundo que, la defensa de los derechos civiles y las libertades, son pilares progresistas, y no al revés.
Para ello, el oficialismo lanzó su propaganda en redes sociales transmitiendo una sensación de amenaza latente, por todos los avances que se podrían perder si los MAGA regresan a la Casa Blanca. Con ese tono, recuerda la invasión de los fanáticos de Trump al Capitolio, cuando el planeta quedó en shock al ver, otra vez, que Estados Unidos también era vulnerable, tal como ocurrió el 11 de septiembre del 2001.
Pelea por los sentidos
En las imágenes de campaña Biden se muestra cercano a los latinos, afrodescendientes, las disidencias sexuales y, por supuesto, caminando a la par de Kamala Harris, la primera mujer que llegó a la Vicepresidencia. Es, a fines publicitarios, la unidad de un Gobierno que quiere continuar.
Esto, pese a que en marzo la aprobación del Ejecutivo fue de tan solo el 38%, según un sondeo de la agencia AP y NORC, una institución investigativa ligada a la Universidad de Chicago. La misma organización publicó el 21 de abril que casi tres de cada cuatro adultos no quería otra postulación de Biden, pero entre los demócratas el 47% sí apoyaba esa posibilidad, ampliando el 37% registrado en enero.
Con este contexto, parece prematuro decir que los partidos progresistas de otros países podrían imitar la estrategia norteamericana, aunque seguramente tomen nota, mientras en Argentina el Frente de Todos se resquebraja ante el avance de la derecha. Igualmente, el Gobierno estadounidense ya libra su batalla discursiva para cautivar a los electores, e intentar redireccionar su sentido de pertenencia.
“La cuestión que enfrentamos es si en los próximos años tendremos más o menos libertad”, insiste el video. “Más derechos o menos”, agrega. Al verlo, el presidente de Estados Unidos nos deja una pregunta implícita: si la “libertad” vuelve a estar del lado demócrata, ¿a los republicanos les cabe el libertinaje?