El running continúa consolidándose como una de las formas más populares de mantenerse activo, pero dentro de este auge persiste una disyuntiva clásica entre quienes prefieren salir a trotar por las calles y quienes se inclinan por la comodidad de una cinta. Elegir entre ambas opciones no solo es una cuestión de gustos, sino que también impacta en la técnica, el gasto energético y la prevención de lesiones.
Expertos en medicina deportiva y entrenamiento físico coinciden en que cada alternativa tiene beneficios particulares. Mientras correr en exteriores activa más músculos estabilizadores y exige un esfuerzo mayor debido a las condiciones variables del terreno, la cinta ofrece un entorno controlado ideal para entrenamientos específicos o procesos de recuperación.
Más allá de cuál se elija, lo importante está en adaptar la práctica a las necesidades y condiciones personales, aprovechando lo mejor de cada método para optimizar la experiencia y los resultados.
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Los beneficios de correr al aire libre y en cinta
Una de las principales diferencias entre ambas formas de correr está en la superficie. En exteriores, el terreno puede cambiar constantemente gracias a las subidas, bajadas e irregularidades, lo que obliga a adaptar el cuerpo en cada paso y resulta en un gasto energético mayor. En cambio, la cinta proporciona una base plana, predecible y sin obstáculos, lo que permite mantener un ritmo constante, aunque con menor exigencia muscular.
Desde lo técnico, correr en cinta ofrece ventajas como poder regular con precisión la velocidad, la inclinación y el tiempo de actividad. Esto es útil para quienes siguen programas específicos o están en rehabilitación. Además, al no preocuparse por factores externos como el viento o el tráfico, se puede trabajar una postura más erguida. Sin embargo, si no se usa correctamente, es frecuente caer en errores como pasos demasiado largos o posturas inadecuadas por fatiga.
Al correr al aire libre, el cuerpo se adapta constantemente al entorno, lo que activa con más intensidad zonas como las caderas, las rodillas y los tobillos. Esto fortalece el equilibrio y la coordinación, aunque también aumenta el riesgo de lesiones si no se presta atención al tipo de superficie. Además, factores externos como el clima, el tránsito o la seguridad personal requieren una planificación previa y mayor concentración durante la actividad.
Desde lo fisiológico, ambas opciones mejoran el sistema cardiovascular, favorecen la pérdida de peso y ayudan a combatir enfermedades crónicas como la diabetes o el colesterol alto. Sin embargo, correr al aire libre suele generar un mayor consumo calórico, sobre todo si se incorpora el viento o el desnivel del terreno. En la cinta, por otra parte, es posible trabajar con entrenamientos por intervalos que también resultan muy efectivos para quemar grasa.
En cuanto a la prevención de lesiones, la cinta representa una mejor alternativa para quienes tienen sobrepeso o sufren problemas articulares, ya que reduce el impacto en las rodillas y los tobillos. Pero hay que tener cuidado con el uso excesivo o con la técnica deficiente que puede provocar molestias musculares o sobrecargas.
Alternar entre correr en cinta y al aire libre permite evitar la monotonía, trabajar diferentes grupos musculares y reducir el riesgo de lesiones. Para quienes recién comienzan, se recomienda empezar en cinta e ir incorporando progresivamente el entrenamiento en exteriores.
La decisión final dependerá del estado físico, los objetivos personales y las preferencias individuales. Pero en todos los casos, mantenerse en movimiento es lo esencial. Como remarcan los especialistas, más allá del lugar, lo importante es disfrutar de la actividad física.