Rocío tiene 22 años, todavía no ha formalizado su relación con
Diego Maradona pero ya es tapa de revistas y anda dando notas lo más campante,
da batalla y anuncia su amor a los cuatro vientos. Es rubia, de origen humilde
y parece que si la buscan pueden encontrarla fácil.
Verónica acaba de ser madre, y tras meses de silencio y
letargo, abrió la boca y ahora es como una radio que no para de emitir sonidos.
Dice a quien quiera escucharla que pasó su embarazo en soledad, que quiere que
a su hijo no le falte nada y que está sorprendida con el nuevo romance de su
ex. Ella también es rubia.
(Pausa: no caigamos en la obviedad de decir que no son
rubias originales o valorar aquí la calidad de la tintura que usan; son rubias
como cualquier mujer que quiere serlo).
Claudia Villafañe, la jefa del clan original, la que maneja hilos
y dinero, la que en silencio ha bancado pero también ha combatido sin cuartel,
no está dispuesta a entregar nada a los resultados de la vida alocada de un
Maradona que no conoce la palabra "preservativo". Los hijos nuevos no
son pura sangre original, asique que sus madres vayan a Tribunales, y Dios dirá.
Maradona tropieza mil veces con la misma piedra, empecinado
en repetir errores y seguir siendo el centro de atención, ya no por sus logros
deportivos sino por sus hazañas de eficacia comprobada en el ritual de hacer
hijos a velocidad crucero.
Pero su común denominador son las mujeres que ha elegido y
elige. Rubias, combativas, cercanas en el origen humilde de su propia vida, y
muy batalladoras a la hora de pelear por lo suyo. Él, como gran proveedor y eje
del conflicto, y alrededor mujeres en pugna: parejas, ex parejas y sus hijas
que siempre son el motor que desata el escándalo.
Como gran tema del momento, Claudia, Verónica y Rocío ahora
resulta que hablan, aparecen, dan exclusivas y se despachan mediáticamente a
gusto para defender sus nidos. Aparte de ser parecidas físicamente en algún
punto, tienen el máximo fin que Diego persigue y consigue de ellas: que hablen
de él.