Durante los ocho minutos que duró el mensaje de Cristina, esta misma gente que un rato antes cantaba, gritaba, tocaba el bombo, hizo silencio. Una Plaza de Mayo colmada de gente, a la que no se podía llegar sino tardando horas para avanzar unos metros, escuchó cada palabra del discurso que se emitió por los altavoces. Le festejó a “la jefa” cada chiste (como ese de que menos mal que no tiene plantas en el balcón porque no la dejan ni regar) se emocionó con el recuerdo de Néstor y aplaudió cuando les prometió: "Vamos a volver". Pero no la interrumpió.
Hay quienes dicen que hubo un millón de personas, pero la danza de cifras siempre tiene que ver con la mirada del que evalúa. Para los cronistas y fotógrafos que estuvimos recorriendo todas las últimas movilizaciones, ésta fue de las más grandes de la era Milei, al menos tan grande como la recordada marcha en defensa de la universidad púbica y gratuita del año pasado.
Es que esta marcha no empezó hoy. Esta marcha fue la coronación de la tertulia imparable que se gestó bajo el balcón de San José 1111, donde Cristina Fernández de Kirchner se instaló a esperar la sentencia de la Corte Suprema de Justicia casi diez días atrás. Y esta marcha, por supuesto, no va terminar hoy.
Vallas, subtes y stickers
Ya a las 12 del mediodía, la policía había vallado el Congreso, pese a que la convocatoria era en Plaza de Mayo. A las 13.30, Avenida de Mayo era un hervidero de gente (había que hacer 20 minutos de cola para comprar un choripán) desde Avenida 9 de Julio hasta la Plaza. Pero desde Chacabuco en adelante, era directamente imposible avanzar.
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El merchandising marchero que cada semana se pone un poco más sofisticado, incorporó stickers y remeras de El Eternauta: la consigna “nadie se salva solo” que popularizó la serie de Netflix, apareció en cartelitos individuales y en decenas de organizaciones barriales que acudieron a tomar parte de este 17 de octubre del siglo XXI.
“Para mí es doble día histórico –le dijo a C5N Armando, a quien todos conocen como Kuki o Cuqui- primero porque vine a escuchar a Cristina, que nunca la había escuchado y segundo, porque es la primera vez que me tomé un subte”. Cuqui vive en La Matanza, vino en tren hasta Once y de ahi "estrenó" la línea A. “Cuando le cuente a mis hijos que anduve en un tren que anda debajo de la tierra no me van a creer”, dice.
Cuqui trabaja haciendo changas, pero no siempre fue así. “En la época de Cristina tuve trabajo en blanco, en una empresa constructora de allá, de Matanza, fue la única vez que tuve salario en blanco, con aumentos por paritarias, nos compramos la casita y mis hijos pudieron estudiar, por eso estoy acá”, dice. También quiere que se sepa que lo echaron de varios trabajos por ser peronista. “Estamos acostumbrados a que nos quieran echar, así como la quisieron echar a Cristina y lo echaron a Perón, pero nosotros no nos vamos nada”, afirma.
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Es imposible hacer un recuento de los miles de carteles de organizaciones que pisaron la calle para protestar contra el fallo de la Corte. Hubo muchos sindicatos, las famosas regionales y delegaciones, todas prolijamente identificadas y con chalecos o camperas que los distinguían. Son los famosos “aparatos” que tanto le molestan a los sommeliers de marchas, incapaces de organizar una pegatina sin pagarla. Las organizaciones le prestaron disciplina y color a una marcha que, de cualquier manera, se vio desbordada por la espontaneidad de la gente marchando “suelta”, en familia, o compartiendo el viaje desde su barrio, como es el caso de Ramona y Beatriz: son vecinas y vinieron desde Quilmes, estaban, como estudiantes en el Día de la Primavera, sentadas sobre el césped de esta Plaza que vio pasar el 17 de Octubre, que vio pasar los bombardeos del 55 y que vio pasar, en soledad o acompañadas. a las Madres con sus pañuelos durante años.
“Me senté porque llegué muy temprano y estoy cansada”, se disculpa Ramona. Tiene un saco oscuro y una pollera más oscura aún. “Vine por Cristina, porque es mi Jefa y mi presidenta, pase lo que pase”, dice. Con sus 69 años, un rayo del sol de otoño le pega en la cara, y se apura a decir que no siente odio por los jueces de la Corte Suprema que inhabilitaron la candidatura de su líder. “Con la bendición de Dios, espero que el corazón de esos tres jueces que la están juzgando mal se ilumine, porque ella les dio de comer a los pobres, por eso vamos a estar acá y siempre vamos a estar”, dice.
A su lado, Beatriz está más dispuesta a dar batalla: “Es injusto lo que están haciendo con Cristina, primero Macri, después Milei, todos la quieren meter presa, eso quiere decir que es una persecución, pero ahora despertaron a las fieras”. Beatriz es cuidadora de personas adultas, tiene un hijo con problemas de salud mental y dice que “Milei no le quiere dar los medicamentos, el municipio de Quilmes compra, me ayuda, pero no tiene recursos para todos y eso duele”, asegura.
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Todas las calles que rodean a la Casa de Gobierno estaban completamente valladas. La catedral Metropolitana recibe en la sombra de su histórica recova a centenares de manifestantes que vienen desde lejos. Como es el caso de Andrés y Rosario, una pareja venida desde Córdoba capital “Vinimos hace cuatro días -dice ella- acá paramos en lo de una vecina de allá que se vino a vivir a Buenos Aires, y vinimos a hacerle el aguante a Cristina, estuvimos yendo al balcón y nos volvemos mañana”, explica. Vinieron por las suyas, no militan en ninguna organización, pero dicen que siempre bancaron a Cristina. Andrés es carpintero pero dice que por el momento “el asunto está muy parado, hasta que no se vaya este culiado que tenemos de presidente, esto no va a cambiar”.
Más cerca del escenario, casi en el centro de la Plaza, Gabriel cuenta que es promotor de derechos. Él sí vino con una agrupación y se lo nota bastante sólido en lo que quiere decir: “Vengo a protestar por el hecho de que tres personas que no fueron elegidas por nadie pongan en jaque a media población que quiere elegir a alguien que es hoy la dirigente política más relevante”, dice. Algo similar ocurre con Clara, una jovencita que pasa entre la multitud pidiendo permiso para que no le rompan una silueta enorme de Hebe de Bonafini que trae agarrada con palos.
“Vengo a defender a la democracia, porque no es sólo un ataque a la expresidenta que fue la responsable de un proceso de ampliación de derechos”, dice. Clara pertenece a la agrupación Nietes de Desaparecidos de La Plata. “Yo soy de una generación que pudo votar a los 16 años, que supo lo que era la política y supo que se podía meter presos a los asesinos de la dictadura, que vio como la Asignación Universal por Hijo mejoraba la vida de nuestros vecinos y vio como la educación pública se multiplicaba en edificios, planes y ayudas para que todos puedan estudiar”, agrega.
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Cuando el mensaje de Cristina termina y los parlantes cantan, con la voz del Indio Solari, que “si esta cárcel sigue así, todo preso es político”, la gente empieza a despejar de a poco el lugar que ocupó durante las últimas horas. Hay en las diagonales Sur y Norte y en la Avenida de Mayo, un clima de festejo.
Más adelante, sobre avenida independencia en su cruce con 9 de Julio, los cantos seguirán, habrá quienes propongan "pasar a saludar a Cristina" por su departamento cercano de Constitución y los autos, al pasar tocarán bocina, como si se tratara del festejo de un buen triunfo electoral.