Se despidió dando paz y luchando por ella. Porque este Papa demostró que, por la paz, por lograr el fin de las guerras, se lucha. Francisco tuvo su última aparición, hace pocas horas atrás, ayer mismo, en el sagrado día de Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que este año compartimos con los hermanos cristianos ortodoxos, aquellos que desde hace mil años se alejaron del obispo de Roma; de hecho, el líder ruso, Vladimir Putin, que profesa el cristianismo ortodoxo, pidió a sus tropas cesar los bombardeos en Ucrania por tan día especial.
Hasta los últimos segundos de su vida la dio a nosotros. Se puso en salida. Puso todo de sí estando convaleciente. Muchos lloramos volver a verlo andar con el poncho en el pecho, camisa de pijama, pantalón marrón, sin el solideo y en silla de ruedas empujada por su enfermero. Muchos nos emocionamos con sus manos tocando a cada preso hace tan sólo dos días atrás en un penal romano. Su beso a los cautivos nos pegó en el corazón. Este Domingo de Resurrección el mundo quedó con la imagen y su gastada voz cuando impartió su última Pascua, a horas de su Pascua, y la bendición con perdón llamada urbi et orbi. Desde el balcón de las bendiciones, en la parte central de la Basílica San Pedro, del Vaticano, nos perdonó y reconcilió con Dios a toda la humanidad, creyentes y no creyentes, a todos, a todos, a todos.
Muchos están desanimados, sin esperanzas, llorando y preanunciando desgracias por la partida terrenal, no espiritual, del primer Pontífice en llamarse como el santo de los pobres y la naturaleza. Esos hermanos olvidan, o no conocen, que también en la Resurrección de Jesús, anunciado por las mujeres, sus más fieles y corajudas discípulas, se hacían correr falsas versiones sobre la resucitación, mentían diciendo que habían robado el cuerpo, no que había resucitado por voluntad de Dios Padre para demostrar que su hijo, como ningún otro ser había vencido a la muerte.
A los ateos, agnósticos, de otras confesiones y hermanos de fe católica sepan que Bergoglio seguirá haciendo lío desde el cielo. Nos va a bendecir desde las alturas y que el Espíritu Santo, que Jesús dejó en la tierra al partir a la casa del Padre, no abandona. Que siguiendo la prédica del Papa Francisco este Espíritu Santo, que elige próximo Papa en el cónclave, vía los cardenales, no tiene reversa, va seguir adelante con el piso firme y las raíces profundas de una iglesia reconstruida por el Sucesor de Pedro nacido en la periferia de la periferia.
La agenda de los descartados del mundo, del cuidado de la casa común, del abrazo a los migrantes, movimientos populares, víctimas de la venta de niños, mujeres y hombres, en los prostíbulos, campos o industria textil, de los privados de la libertad, de los enfermos, de los no creyentes, de las mujeres y laicos católicos seguirá firme, no existe posibilidad de derrumbar todo este legado. Aún más se potenciará.
En particular los argentinos y los latinoamericanos, el continente que más católicos da al mundo, hoy en 1.400 millones de personas, tenemos la gracia extraordinaria y sobrenatural de haber dado un Papa de nuestra cultura, mariano y peregrino.
Sigamos su legado tan sencillo de imitar, tan amoroso para revolucionar nuestro corazón y de la humanidad.