A pesar de los más de 1.500 kilómetros que la separan de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Villa Llanquín se consolida como una escapada ideal para quienes buscan alejarse del ritmo urbano. Ubicada a solo 40 kilómetros de Bariloche, entre el río Limay y el paisaje montañoso de la Patagonia norte, ofrece una propuesta distinta a la de los destinos más populares de la región.
Con una población estable de unos 350 habitantes, conserva su ritmo pausado y una identidad marcada por la vida rural, la desconexión tecnológica y la cercanía con la naturaleza.
Conocido en sus orígenes por atraer a pescadores deportivos, este pequeño poblado de la provincia de Río Negro fue ganando notoriedad gracias al auge del turismo alternativo. Las redes sociales y el boca en boca multiplicaron su alcance, aunque no existen rutas turísticas organizadas ni servicios masivos. En su lugar, hay una posada con restaurante, cabañas y cinco campamentos donde la estadía promete silencio y aire puro.
El acceso al pueblo ya anticipa una experiencia distinta: se cruza en balsa o por un puente peatonal, sumergiendo al visitante en un entorno que parece detenido en el tiempo.
Villa Llanquín
El campo de lavandas, con más de 4.000 plantas, se convirtió en uno de los atractivos más singulares del pueblo.
Villa Llanquín
Dónde queda Villa Llanquín
Este paraje está situado en el kilómetro 1610 de la Ruta Nacional 237, a poco más de media hora en auto desde San Carlos de Bariloche. Se encuentra entre el río Limay y una cadena montañosa que define la geografía del lugar, ofreciendo postales patagónicas con la calma de un destino aún poco explorado.
El transporte de vehículos se realiza mediante la balsa Maroma, que opera todos los días de 7 a 21 y no tiene costo. Los peatones pueden ingresar al pueblo a través de un puente colgante que atraviesa el río.
Qué puedo hacer en Villa Llanquín
Sin guías ni mapas preestablecidos, este refugio permite un contacto directo con el entorno. Entre las actividades más destacadas se encuentra la visita a la feria Newenkelen, donde se ofrecen productos caseros y artesanías regionales. También hay senderos para caminatas y zonas ideales para la pesca con mosca, especialmente entre noviembre y marzo.
Los más activos pueden realizar cabalgatas, escalada en Piedras Coloradas o aventurarse en bicicleta por el circuito de 60 kilómetros conocido como la Vuelta del Arroyo Chacay. Como opción más tranquila, se puede recorrer el campo de lavandas, que pasó de 50 plantas iniciales a más de 4.000 y actualmente ofrece paseos guiados.
Cómo llegar a Villa Llanquín
Para quienes parten desde la Ciudad de Buenos Aires, el primer paso es llegar a San Carlos de Bariloche, ya sea por vía aérea o terrestre. En avión, el viaje tiene una duración aproximada de dos horas y media, con vuelos diarios desde Aeroparque Jorge Newbery hasta el Aeropuerto Internacional Teniente Luis Candelaria. Otra opción es viajar en micro, con servicios regulares que conectan Retiro con Bariloche en alrededor de 22 horas.
Una vez en Bariloche, se debe tomar la Ruta Nacional 237 en dirección a Piedra del Águila. Tras recorrer aproximadamente 40 kilómetros, se alcanza el kilómetro 1610, donde se encuentra la entrada a Villa Llanquín. Desde allí, se puede cruzar el río Limay mediante la balsa Maroma o bien caminar por el puente peatonal que conecta directamente con el pueblo.
Villa Llanquín
La balsa Maroma cruza diariamente el río Limay y conecta la ruta con el corazón de Villa Llanquín.
Civitatis
El tramo final, cruzando el río y dejando atrás el asfalto, forma parte del atractivo de este destino escondido. Con baja señal de telefonía móvil y sin infraestructura masiva, Villa Llanquín ofrece una desconexión genuina en un entorno de naturaleza pura.