Alfabetización: cuánto hay de cierto en que los chicos no entienden lo que leen

Los porcentajes varían según el emisor, pero la idea de que el problema real de la educación argentina consiste en una deficiente enseñanza de las herramientas básicas se repite con curiosa insistencia.

En el contexto de fuerte disputa con las universidades por la reducción de presupuesto, el presidente Javier Milei apeló, para deslegitimar el reclamo del movimiento estudiantil, al argumento de que los estudiantes en la educación media o secundaria tienen problemas para comprender lo que leen. La jugada es evidente: justificar la desinversión en el sistema universitario bajo la pretensión de que el foco de la asignación de recursos debería concentrarse en los primeros años.

Los porcentajes varían según el emisor, pero la idea de que el problema real de la educación argentina consiste en una deficiente enseñanza de las herramientas básicas se repite con curiosa insistencia. Pero ¿de dónde salen esas cifras? ¿Qué significa exactamente “tener problemas de lectocomprensión”? Y fundamentalmente ¿qué se está haciendo en materia de alfabetización? Las diatribas libertarias contra una universidad pública que les resulta esquiva parecen más destinadas a embarrar la cancha que a ordenarla. Y para entender hay que salir del barro.

Detrás del hashtag

Según el Censo 2022, Argentina es un país “libre de analfabetismo” con sólo 1,9% de personas que no saben leer ni escribir. Tomando en cuenta siempre los datos provenientes del Censo: en 1970, el índice de analfabetismo era de 7,4; en 1980, de 6,1; en 1991, 3,7; y en 2010 1,92%. Es decir, esta situación puede pensarse como una evolución consistente producto de un robusto sistema de educación pública.

La ONG Argentinos por la Educación tuvo un gran éxito al instalar la consigna “No entienden lo que leen”. O mejor, #NoEntiendenLoQueLeen, porque lo viralizó como hashtag, aunque poco después, a raíz de la catarata de críticas que recibió, lo modificaron a #QueEntiendanLoQueLeen. Pero la idea sigue siendo la misma. Según Mirta Castedo, Profesora Emérita de Ciencias de Educación de la Universidad de La Plata, “detrás de esa consigna está la idea de que la lectura es todo o nada, que uno se para frente al texto y extrae el significado a partir de oralizar las letras; y si las oraliza rápido, eso se llama fluidez lectora, y más rápido va a extraer el significado del texto”. Esa idea, dice Castedo, no es real porque "lconocer el sonido de las letras es una parte inconsciente del proceso, a veces ni siquiera la más importante".

Pero además, el hashtag no se condice con el resultado de las pruebas oficiales Aprender 2023:. En la página 27 de ese informe oficial sobre los desempeños en Lengua dice “se observa que la mayoría de los estudiantes (66,4%) se ubica en los niveles más altos, (satisfactorio y avanzado) y el 33,6% en los niveles más bajos”. Si desglosamos los dos niveles más bajos vemos que el 21,7% (nivel básico) puede “Identificar aspectos globales elementales en cuentos: subgéneros sencillos, personajes principales, resúmenes adecuados; en todo texto, reconocer la idea central con inferencias sencillas; en cuentos canónicos: reordenar secuencias; en los aspectos locales, establecer relaciones de correferencia y reemplazar conectores frecuentes por equivalentes; reconocer vocabulario de diferente nivel de complejidad a partir del contexto y localizar información ligeramente parafraseada y explícita no destacada”. En criollo: #EntiendenLoQueLeen, aunque tengan mucho por mejorarsobre todo ese dos por ciento que no accede al nivel básico y que coincide, no casualmente, con el porcentaje de analfabetismo que encuentran los últimos dos Censos nacionales.

La alfabetización es una tarea que no admite conformismo ni autosatisfacción: no se termina nunca, no hay ni habrá un momento en que la estructura educativa pueda decir “tarea terminada”. Pero el catastrofismo no es buen consejero: El objetivo de la insistencia en la idea de que no entienden lo que leen queda muy por afuera de esta investigación pero, en todo caso, le viene como anillo al dedo al oficialismo en su argumentación orientada a debilitar al sistema universitario público.

Capacitación y evaluación constante

De una pared a otra de los salones hay cartelitos con las letras del abecedario. Debajo de la letra grandota, en cada cartel, los nombres de los alumnos cuya inicial coincide con ella y algunas otras palabras. Y hay por todos, también, afiches con pedazos de textos, de cuentos, de frases rescatadas. Es la escuela Primaria 40 de San Fernando, pero puede ser cualquiera de las escuelas cuyas docentes participaron en las capacitaciones de lectura y escritura que organizó el ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires. “Desde el inicio de este año se planificó la capacitación de las docentes de la unidad pedagógica –le contó a C5N Laura Lorenzo, directora de ese establecimiento - A través de las pruebas que se fueron haciendo, entendimos la necesidad de capacitar a las docentes de primer grado para que todos los niños se sientan incluidos en la alfabetización, cada uno en su proceso, según sus posibilidades avanzando cuanto antes hacia la alfabetización convencional”.

La curiosidad a simple vista, en una sala de Lengua del ciclo inicial, es que faltan láminas con dibujos. “Antes era letra, imagen y palabra, ahora es letra sola: hace algunos años, ya, que se abandonó la idea de que los chicos asocien la palabra con el dibujo. El trabajo se enfoca en que reconozcan las letras”, dice Magalí, una de las maestras que recibió la capacitación. “En dieciocho años de docencia nunca había tenido la posibilidad de tener una actualización de primer nivel como esta, con investigadoras como Cynthia Kuperman, cuya bibliografía utilicé cuando estudiaba”.

Natalia, otra de las maestras que recibió la capacitación, cuenta la experiencia de volcar en el aula los contenidos del curso: “Comenzamos leyendo los cuentos, la idea era que los chicos, que tienen entre 5 y 6 años y no sabían leer al comienzo de año, pudieran tener la experiencia con el texto, siguiendo con el dedo la lectura del docente, pausada”. Una vez que los chicos se familiarizaron con el contenido del cuento, se empezó a trabajar sobre su reescritura. “Armamos afiches con las cosas que no podían faltar del cuento y eso se fue textualizando, y quedó un producto final que es la reescritura completa del cuento”. Y Jessica, otra de las docentes que participó de esa experiencia, se entusiasma con los resultados: “Los avances que pudimos ver entre un sondeo y el otro se reflejan en la trayectoria individual de cada alumno, más allá de las orientaciones que recibimos. Se lo mostramos a los niños, ‘mirá como escribías en marzo, mirá en julio, mirá como escribís hoy’. Eso también es estimulante, darse cuenta qué había para mejorar”

La estrategia es eficaz: cuando los chicos conocen la trama del cuento que leen, buscan identificar las letras y las palabras que conocen. Mirta Torres, directora provincial de Educación Primaria e investigadora en esta temática, explica que hubo tres instancias de evaluación de los chicos, para hacer un seguimiento del impacto de las capacitaciones: “Privilegiamos que conozcan el contexto de lo que se lee, que el maestro cuente del lobo, Caperucita... en ese acercamiento insistimos en que empiecen a leer por si mismos porque pueden anticipar, pero eso no les pasa solo a los niños: los lectores de novelas somos mejores lectores de una novela que de un texto de una materia que desconocemos”

Una teoría argentina

El enfoque más tradicional de enseñanza de la lectura y escritura se conoce popularmente como Conciencia Fonológica y basa su propuesta en la identificación de los grafemas, de las letras, en relación con los sonidos, y evalúa los avances de los niños en función del tiempo que emplean en leer 10 palabras o grupo de grafemas. Es desde esta mirada que se construyen indicadores como el del hashtag famoso y que -bien o mal- utilizó Milei en su diatriba contra las universidades.

Pero hay otra propuesta, el enfoque constructivista de la enseñanza, que tiene su origen en los trabajos de investigación de Emilia Ferreiro, pedagoga y psicóloga argentina que desarrolló buena parte de su trabajo en el exilio, en México. Su tesis, realzada bajo la supervisión de Jean Piaget, sostiene que los niños y las niñas desarrollan un esquema de pensamiento lógico cuando producen escritura. Y que esos procesos no son homogéneos ni estandarizarles. Desde esta perspectiva, las dificultades que evidencian en el aprendizaje, lejos de ser pensadas como “errores”, ponen de relieve los diferentes niveles de conceptualización que logran hasta llegar a la convencionalidad de la escritura, es decir, hasta escribir de manera alfabética.

Julia, otra integrante de L a Andariega, explica: “Emilia es quien descubre a través del encuentro con una enorme cantidad de niños y de niñas que daban cuenta de una sucesión de fracasos en la escuela, que básicamente lo que sucedía era que no respondían a lo que teóricamente la escuela tradicional pretendía". Uno de los reconocidos descubrimientos de Piaget dice que el sujeto aprende por aproximaciones sucesivas". Ferreiro pone ese cdescubrimiento en relación con la construcción del sistema de escritura en el niño: quienes más vinculación tenían con la cultura escrita, quienes más prácticas de lectura y escritura llevaban adelante en sus casas, en sus entornos o en sus pueblos, tenían mejores condiciones para aprender a leer y escribir: lo que da cuenta Emilia es que, en realidad, lo que sucede en las escuelas es la reproducción de la desigualdad.

En los primeros días de julio de este año se publicó en el Boletín Oficial el decreto que puso en vigencia el Plan Nacional de Alfabetización. Hasta el momento, si alguna virtud tuvo esa iniciativa es haber permitido a las jurisdicciones presentar proyectos propios en esa materia. Es decir, no apareció, hasta el momento, un detalle de ejecución del Plan.

El Consejo Nacional de Calidad de la Educación es un organismo creado en el año 2006 integrado por miembros de la comunidad académica, representantes del Consejo Federal de Educación y del Congreso Nacional. En el mes de abril se hizo una descripción, en el marco de ese Consejo, de las principales líneas en materia de política educativa del gobierno libertario: degradación del ministerio a secretaria, degradación del Fondo Nacional de Incentivo Docente, intervención de la plataforma Educ.ar, suspensión de la compra de libros, desmantelamiento del Instituto Nacional de Formación Docente, despidos en el ex Ministerio, sistema de denominados “vouchers educativos” y el irresuelto desfinanciamiento de las universidades nacionales.

En este contexto, el Plan Nacional de Alfabetización no aparece como una política consistente, derivada de los resultados de la planificación previa sino como un recurso aprobado entre gallos y medianoche, sobre todo si se tiene en cuenta que para lanzar el Plan, el oficialismo tuvo que aceptar la modificación en el texto del Pacto de Mayo original. Es decir, entró por la ventana.

Mas allá de la escuela

Desde un pasillo en la Villa 21-24 de Barracas, a doscientos metros de la iglesia de Caacupé, que actualmente conduce el mítico Padre Toto, Sabrina ve las cosas de un modo muy claro: “Desde el enfoque la democracia en términos de enseñanza de la lectura y la escritura entendemos que es mentira que los chicos y las chicas no entienden lo que leen”. Sabrina es docente e integrante de La Andariega, una de las organizaciones que se dedican a la alfabetización en contextos extraescolares. “Muchas de quienes formamos parte de la organización somos maestras educadoras –cuenta-, la mayoría trabajábamos en escuelas de la 21-24 en el nivel primario y empezamos a ver chicos y chicas que tenían por ahí algunas dificultades en completar su proceso de alfabetización en la escuela y el tiempo escolar no alcanzaba, que hacían falta, quizás algunos talleres, algunas cuestiones por fuera del horario de la escuela”.

Ese diagnóstico, no obstante, traía algunas reflexiones aparejadas: “Hay algo que siempre aparece, sobre todo en épocas de campaña electoral, que tiene que ver con lo concreto, con lo numérico en términos de resultados, aparecen noticias de los resultados de las pruebas y se dice ‘ay, los niños y las niñas no entienden lo que leen’ o ‘no aprenden a escribir de manera eficaz’, pero quienes habitamos las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires vemos que los chicos y las chicas entienden un montón de cosas de lo que están leyendo y no sólo entienden, sino que producen escritura sobre lo que discuten oralmente, sólo que a algunos casos hay que ponerles más trabajo o más tiempo”.

El desarrollo de esta actividad llevó a La Andariega a plantear la alfabetización para adultos. Esta experiencia arroja algo más de luz sobre la complejidad del aprendizaje de la lectura y escritura y de las barreras que pueden levantar las rigideces a la hora de enseñar. El caso de Antonia, que llegó de Salta muy jovencita y trabajó como empleada doméstica muchos años, es revelador:

-A veces te tratan mal por no saber leer y escribir, pero habría que ver por qué no me mandaron a estudiar a mí. Porque yo cuando era chica era zafrera. pelaba caña a la par de mis hermanos, entonces dije “ya soy burra, burra voy a morir, no quiero saber más de la escuela”. Pero mi hija me dice un día, “mamá tenés que ir, tenés que aprender a leer y escribir, a firmar con tu nombre, dale”, le digo “no, no voy a ir”, porque yo fui en Salta a la escuela, pero la maestra te escribe ahí y no te dice qué dice y qué es y después te quieren tomar lección, ¿cómo vas a aprender si nadie te dice qué dice? Me parece que no es justo, tampoco.

Al lado suyo, Benita, también está aprendiendo: “Leer, leo, pero me falta escribir”, dice Benita.

Sabrina aprovecha para insistir: “Siempre intentamos que sean ejercicios y que nuestras intervenciones tengan que ver con el contexto, que no haya nada descolgado de lo que estamos escribiendo y leyendo, porque aparece ahí la posibilidad de que aquello que no se puede escribir se pueda contar, se pueda conversar, se pueda leer y recién cuando lo conocemos, lo vamos escribiendo”.

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