Todo sucedió en un conocido restaurante en la zona de La Recova, donde están algunos de los mejores bistró de Buenos Aires.
Esa noche, en una mesa, el tenista cenaba con un grupo de amigos. En otra la conductora y actriz junto a los suyos. La ubicación de las mesas permitía que cruzaran miradas, señas, complicidades.
Ellos ya habían estado juntos más de una vez pero se trataba de situaciones más bien casuales y sin compromiso, pero con mucha pasión. Por eso, encontrarse esa noche de casualidad les hizo subir la líbido y los sensores se activaron rápidamente. Querían volver a estar juntos.
Salir de ahí por separado al terminar la cena y encontrarse en un sitio más oscuro no era problema. Pero el tenista tuvo una mejor idea, le subió la adrenalina de solo pensarlo y se mandó.
Llamó al mozo de su máxima confianza, sabiendo de la discreción del sitio en el que se encontraba. Le dijo algo al oído. Minutos después el mozo fue hasta la mesa de la conductora y actriz. y se lo repitió a su vez. Ella se sonrojó pero la idea la excitó tanto como a él. Nuevamente miradas cómplices de aprobación a la distancia y minutos después, los hechos.
El tenista se excusó en los postres a sus amigos y avisó que iba al toillete. Efectivamente hasta allí fue. Ella hizo lo propio en su mesa y se levantó.
Pero en vez de entrar al baño de mujeres entró al de hombres. Mujer bonita si las hay -y con los años se pone mejor- no tuvo problema en cumplir el pedido del fachero tenista. El mozo hizo bien su trabajo. Esperó en la entrada del pasillo de los baños para evitar que alguien se acerque.
En el baño de hombres la pasión no se detuvo y ellos concretaron lo que tanto ansiaban de la manera más prohibida y excitante que se les pudo ocurrir. Bailar pegados es bailar, y lo otro también.
Cinco minutos después volvían a sus mesas como si tal cosa, pero mucho más relajados.
Lástima que ella se lo contó a una amiga y esa amiga a Ratingcero.com, y ahora nosotros a ustedes.