Una semana y un día después del escándalo en el que se vio envuelto por su fundamental participación en una estafa con cripto monedas, el Presidente logró lo que quería: posar junto a Donald Trump en el marco de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), en Washington.
Como tantas otras veces en este año, Javier Milei utiliza sus recurrentes viajes a los países centrales con doble finalidad. Por un lado, escapa a los problemas que su administración no resuelve -genera o empeora-, mientras que por el otro valida su narrativa de que es un fenómeno global, incomprendido por los "mandriles" vernáculos. Algo de razón tiene el libertario. Se ha convertido en un personaje famoso, saludado por la ultraderecha internacional y parodiado en el mundo entero.
Su participación estrambótica en este nuevo mitin norteamericano afianza la tendencia. Sus adherentes celebran con fuerza los gestos de cercanía con Elon Musk y Donald Trump. Sus detractores se ríen de la genuflexión que muestra con los poderosos del mundo, propios de un clown o un fan, pero no del presidente de un país que no es menor en el escenario global.
Más allá de estas opiniones y de las puestas en escena, el encuentro con Kristalina Georgieva no dio señales de tener resultados comunicables de modo inmediato. “Hoy recibí al Presidente Javier Milei para hablar sobre el plan de estabilización y crecimiento de Argentina, que está dando resultados significativos”, publicó la titular del FMI, y aclaró: “Nuestros equipos siguen trabajando de manera constructiva en pos de un nuevo programa”. La dilación de ese acuerdo complica la estabilidad de un programa que necesita de dólares constantes para mantener barato el tipo de cambio. El ministro de Economía da por cerrado el acuerdo y se había anunciado que habría señales en este viaje a Washington, pero eso no ha sucedido.
La posibilidad de que en la cumbre del G20, que se desarrollará la semana que viene en Sudáfrica, haya novedades está latente, pero también está claro que el último informe de los técnicos del Fondo generó algunos nubarrones. Los desequilibrios macroeconómicos son evidentes y encienden alarmas en un organismo que se debate entre obedecerlas o repetir la experiencia del crédito que se le otorgó a Mauricio Macri para que gane las elecciones de 2019.
Como sabemos, aquello no salió bien. Pero los que se muestran proclives a avanzar en un nuevo acuerdo se apoyan en que los resultados no fueron del todo malos para el FMI en términos políticos. Macri se fue, pero ellos no. Y cogobernar un país del porte de la Argentina, con un presidente convencido del ajuste y servil, no es un mal escenario, aun con los pagos en riesgo. Por eso se sostiene la posibilidad del nuevo préstamo, aun con todas las luces de alarma encendidas.
A la sangría de los dólares del Banco Central para mantener el tipo de cambio apreciado, lo que genera hasta pérdida de moneda récord por compras en el exterior, se suma un nuevo elemento de neoconvertibilidad: el aumento de los créditos en dólares en un 235%. Aunque por ahora es marginal el número total, el incremento alerta a quienes observan en mercado, sobre todo por las nuevas flexibilizaciones que estableció el central.
Tras el colapso de la convertibilidad, la entidad estableció que los bancos solo pueden prestar dólares captados de sus depositantes a quienes generan dólares. Básicamente, exportadores.
Javier Milei y Kristalina Georgieva
X (@JMilei)
Con la nueva adecuación a la política de crédito, el BCRA libera a los bancos para que puedan destinar recursos que obtuvieron por motu propio a financiar a sus clientes, asumiendo el riesgo del descalce de monedas. A fines de los '90, eso tampoco salió bien. Todos saben, aunque digan lo contrario, que si vuelve a salir mal será el Estado y todos los argentinos, los que paguen las consecuencias.
Pero, como decíamos, las escenas de Washington le dieron un poco de aire a un Presidente que está imputado por la Justicia de nuestro país y es motivo de escarnio e investigación también en el exterior. Aun sin saber cuándo se cerrará el acuerdo, cuenta con apoyos poderosos. Y también con la crisis de la oposición local.
El jueves, en el Senado, no se consiguieron los 48 votos necesarios para emplazar una comisión investigadora. Algunos radicales fueron de gran ayuda, con cambios de último momento que serían inexplicables para alguien que no conozca la dinámica parlamentaria de 2024. El caso Kueider es la punta de un iceberg inmenso, hecho de negociaciones espurias, presiones a gobernadores y posibles dádivas entre el gobierno y legisladores que fueron votados para ser oposición, pero son claramente para-oficialistas.
Este no es el único handicap con el que cuenta La Libertad Avanza. El peronismo no entreguista se encuentra sumido en una lucha fratricida que se explica por la fracasada experiencia de gobierno del Frente de todos y su derrota electoral, pero que tiene capítulos que rozan el ridículo. La interna en la provincia de Buenos Aires entre los que creen que Axel Kicillof y Cristina Kirchner pueden ser entidades políticas separadas es el más notorio. El sábado, el gobernador lanzó su espacio dentro del peronismo. Se trata del “Movimiento Derecho al Futuro”.
“El peronismo enfrenta un desafío histórico: reconstruirse para liderar una alternativa al experimento de ajuste y crueldad que lleva adelante el Gobierno nacional de Javier Milei”, inicia el documento que tuvo la adhesión de más de 40 intendentes, legisladores nacionales y provinciales, organizaciones sociales, políticas y obreras, entre otras.
En el texto, Kicillof se asegura que “es momento de actualizar nuestras ideas con una perspectiva de futuro”, subrayando que sea “sin temor al debate interno”, como así también “escuchar, comprender las razones de nuestra derrota a nivel nacional y recuperar la agenda de las mayorías”.
Pocas horas después, tres intendentes solicitaron ser sacados de las firmas que acompañan, ante la evidente sensación de que es un movimiento separatista del liderazgo de la expresidenta. En La Cámpora, la agrupación que lidera Máximo Kirchner, la caracterización es lapidaria: "Es el nuevo Randazzo".
Lanzar la agrupación dos días antes de la reaparición de CFK en la primera reunión del Consejo del Partido Justicialista no puede ser leído como otra cosa que un desafío. Ambos grupos exhiben sus razones para los recelos del presente y la ruptura, pero para quienes miran impávidos como el gobierno de Milei arrasa con sus derechos y avanza con decisiones que pueden significar el saqueo de la Argentina, la falta de unidad es inexplicable.
El peronismo no parece haber aprendido de los errores propios y ajenos del pasado. La desarticulación política y la falta de unidad contribuyeron a minar cualquier chance de gestión en el último gobierno, pero, también, Kicillof logró la reelección porque se mantuvo la unidad en la provincia y porque el PRO y LLA fueron separados. No se entiende cómo imaginan que un escenario opuesto -la derecha unida y el peronismo en pedazos- puede favorecerlos.