Las luces se atenúan y, entre sombras y aplausos, los seis músicos de Wilco toman sus posiciones en silencio. Jeff Tweedy se cuelga la guitarra, baja la cabeza y lanza los primeros acordes de Company in My Back. Así comienza un viaje hipnótico de más de dos horas, donde cada canción es una pequeña joya de melodía, textura y emoción. Frente a una multitud atenta y madura, la banda despliega una actuación impecable, cargada de matices, con un sonido tan nítido y envolvente que por momentos parece irreal. No hay poses ni alardes, solo músicos profundamente conectados con su arte y con cada segundo del presente.
Sobre el escenario del C Art Media, un cartel luminoso con las letras del nombre de la banda destella al ritmo de la música, marcando el pulso emocional del show y aportando un detalle visual tan sutil como efectivo. El sonido, con cada instrumento en su lugar y bien balanceados, potencia la experiencia sin empaques innecesarios.
Wilco es una banda sin hits, dicen algunos. Puede que sea cierto en términos comerciales, pero es algo que no importa . Las melodías pegadizas y las letras de Jeff Tweedy -que bien podría ser considerado uno de los compositores más destacados de su generación- hilvanan una narrativa que aborda el amor, la pérdida, la soledad y la condición humana con una sensibilidad única. Sus letras no gritan, susurran, y en ese murmullo logran una conexión profunda con el oyente.
Jeff Tweedy Wilco
Pablo Astudillo
Si hay algo que distingue a Wilco es su excelencia en vivo. Cada uno de los músicos está completamente presente, conectado con cada centésima de segundo del show, y esa entrega transforma sus canciones en una experiencia tangible. Tweedy, más allá de su maestría compositiva, es un intérprete formidable: canta con el corazón en la garganta y la paciencia de un artesano.
El desempeño del grupo es sobresaliente, pero hay que detenerse especialmente en el trabajo de los guitarristas Nels Cline y Pat Sansone, que se lucen en extensas improvisaciones que remiten a las jams de los Allman Brothers o los Grateful Dead. Porque Wilco, aunque suene moderno, es una esponja de la música de los sesenta y los setenta: The Band, The Beatles, Gram Parsons, algún momento de introspección al mejor estilo de Pink Floyd e, incluso, en la voz de Tweedy, se cuela el influjo de Van Morrison. El country está presente en buena parte de su repertorio, pero por encima de todas esas referencias, el sonido de Wilco es único, reconocible, con una firma propia.
Wilco C Art Media
Pablo Astudillo
Uno de los momentos más intensos del show llega con Via Chicago, donde la banda se permite su cuota de caos controlado, una esquizofrenia sonora que contrasta con la belleza de la seguidilla de canciones que siguen: You Are My Face, Whole Love, Either Way, Impossible Germany, Jesus, Etc” y Hate It Here, un tramo de altísimo vuelo emocional.
El final del concierto es una suerte de regreso a las raíces más country-rock de la banda, con el clásico que Tweedy escribió junto a Billy Bragg, California Stars, y un cierre encendido con Falling Apart (Right Now), Walken y I Got You (At the End of the Century), temas que hacen vibrar a una audiencia que, lejos de la euforia adolescente, responde con una gran devoción. Wilco no necesita hits. Tiene algo mucho más poderoso: canciones que resuenan, que acompañan y que, cuando las tocan en vivo, se vuelven inolvidables.