¿Quiénes son los nuevos descamisados?

En el nuevo mapa económico se producen cada vez más bienes, materiales y simbólicos, mientras que cada vez se necesitan menos trabajadores.

El capitalismo del siglo XXI ha desplazado al trabajo asalariado formal en tanto relación social predominante de la organización socioeconómica mundial. Lejos quedaron las fábricas, que con sus chimeneas fueron el corazón de un progreso industrial galopante. La globalización impuso una nueva lógica de acumulación del capital, en la cual el trabajador de overol de los Tiempos modernos, de Chaplin, es apenas una pieza minoritaria y privilegiada en el actual proceso de producción. Las intermitentes revoluciones tecnológicas e informáticas, como la robótica, la automatización, las redes sociales y la biotecnología, configuran un nuevo mapa económico en donde se producen cada vez más bienes, materiales y simbólicos, mientras que cada vez se necesitan menos trabajadores para hacerlos.

Se incrementa, entonces, el desempleo, no porque sea inevitable que la tecnología sustituya al hombre, sino porque son los modelos neoliberales recargados los que condenan a las personas a ser sustituidas en los procesos productivos. El trabajo ya no tiene horarios, no existe más la famosa premisa “de la casa al trabajo y del trabajo a la casa”.

El trabajo está dentro y fuera de los hogares, somos trabajadores en estado on line permanente, pendientes las 24 horas de un correo o de un WhatsApp laboral que exige siempre una pronta respuesta. El filósofo francés Gilles Deleuze argumentaba que una de las diferencias entre las sociedades disciplinarias que estudiaba Foucault y las sociedades de control actuales es que, en estas últimas, la supuesta libertad del tiempo abierto es un elemento de control continuo y de comunicación instantánea mucho más fuerte que el encierro: hoy el hombre ya no está encerrado, sino endeudado. En ese sentido, no se necesita de una vigilancia panóptica para que el empleado trabaje, se le da la posibilidad de realizarlo desde su casa; sin embargo, si no lo hace en un tiempo récord, es reemplazado por un empleado más comprometido con la empresa.

A las elites del siglo XXI ya no les alcanza solamente con tener a un porcentaje de la clase trabajadora desempleada para que sea el banco de reserva que les permita disciplinar y nivelar para abajo los salarios de la mano de obra ocupada. Ahora también nos invitan a disfrutar de las bondades de pertenecer al estamento de los meritócratas y a los millones de inmerecidos que no son útiles en el nuevo proceso de producción se los convierte en un residuo social amenazante y peligroso, o en lo que José Nun denominó como “masa marginal”, ese excedente de población que no pertenecen al tradicional ejército de reserva, sino que se presenta como población no funcional al sistema de producción capitalista pudiendo ser esta a-funcional cuando el excedente es capaz de neutralizarse, o disfuncional cuando genera gastos fiscales, violencia e inseguridades.

El neoliberalismo es una fase del capitalismo en la que se desarrolla la trasnacionalización del capital, la flexibilización del trabajo al interior de los países para facilitar la fragmentación de los procesos productivos y la sobreexplotación en algunas fases, y la liberalización de las barreras al comercio y, por supuesto, a las finanzas. También ha implicado la mercantilización de todas aquellas dimensiones que aún no se habían subsumido a la lógica del capital, como el conocimiento, la salud o la educación.

¿De la casa al trabajo y del trabajo a la casa?

En La famosa frase de Perón está la presunción de tener siempre un trabajo y una casa. Es una frase que viene con todos sus ecos: el pleno empleo, la Argentina potencia económica, los trabajadores en el centro de la escena social y política. En la Argentina peronista del pleno empleo se podía decir esa frase porque el hecho de que todos los trabajadores tuvieran un trabajo, vacaciones, sindicato y paritaria, y que hubiera muchas posibilidades de que adquirieran su casa propia en el transcurso de su vida eran realidades efectivas. El ideario económico y político de la emancipación en la cultura política argentina tiene un piso muy alto, y no hay con qué ganarle a un peronismo que hizo eso. Salta a la vista que no existen más ni esa Argentina, ni ese mundo, ni esos trabajadores. Sin embargo, en muchos casos, se siguen pensando programas económicos, políticas públicas, proyectos sindicales y políticos como si todavía fueran esas las coordenadas de una Argentina posible.

El mundo es, efectivamente, otro, tanto por las inmensas transformaciones en el modo de funcionamiento del capitalismo mundial, como por las transformaciones en la conciencia, los sistemas políticos y las subjetividades populares. En la etapa actual, los trabajadores y trabajadoras del mundo viven mayormente en las ciudades (80%) y se agrupan principalmente en el sector de servicios, es decir, en aquellos lugares en los cuales el valor se realiza. En la etapa actual nos encontramos con un escenario laboral absolutamente fragmentado, con nuevas relaciones y sujetos sociales, lo cual nos permite pensar que los descamisados de ayer son distintos a los descamisados de hoy. El trabajador de Uber, el chico de Rappi, la señora que vende remeras en el parque, el cartonero, configuran un nuevo mundo de descamisados con demandas propias y luchas renovadas.

Economía popular y economía de plataformas

Al referirnos a trabajo abordamos un concepto amplio que involucra a las actividades que realizan todas las personas que producen bienes materiales, simbólicos o de servicios, independientemente de que se encuentren registradas en el empleo formal. En concreto, más allá de la situación legal o contractual, cuando hablamos de trabajo nos referimos a todas las actividades u ocupaciones que se realizan como medio de subsistencia, que ocupan un lugar central en la vida de la mayor parte de las personas. Teniendo en cuenta el acceso a derechos laborales, podemos distinguir tres sectores: trabajadores con empleo registrado, trabajadores con empleo no registrado o del sector informal y trabajadores sin empleo.

Hay desafíos específicos con los trabajadores en relación de dependencia no registrados, trabajadores monotributistas, subcontratados, tercerizados, entre otros. Y hay desafíos para comprender fenómenos socio- económicos inéditos, como la economía de plataforma y la economía popular, que plantean otras preguntas y respuestas.

La economía de plataformas, es nueva forma de organizar el trabajo que emerge con el capitalismo digital. Para el abogado Juan Manuel Ottaviano se caracteriza por la intermediación de plataformas digitales para conectar a consumidores, emprendedores y trabajadores, creando nuevas relaciones laborales y desafíos para la regulación y la negociación sindical. En la economía de plataformas el tipo de relaciones laborales pueden ser difíciles de identificar y proteger. Por eso, es clave diseñar mecanismos que permitan visibilizarlas, y sobretodo que garanticen condiciones laborales optimas y justas.

Por su parte la economía popular y solidaria, según la UTEP, es la forma de organización económica, donde sus integrantes, individual o colectivamente, organizan y desarrollan procesos de producción, intercambio, comercialización, financiamiento y consumo de bienes y servicios, para satisfacer necesidades y generar ingresos. Son trabajadores que fueron excluidos del mercado laboral formal y que han generado distintas formas de reinventar su trabajo. Hablamos por ejemplo de vendedores ambulantes, changeros, recicladores, cuentapropistas, cooperativistas, emprendimientos familiares.

La economía popular tiene una característica que la distingue: la mayoría de medios de trabajo están, en el barrio, en la calle, entre los vecinos, en la naturaleza; constituyen unidades productivas económicas caracterizadas por la creatividad y la autogestión. A nivel nacional desde julio del 2020 a la actualidad hay, casi 5 millones de trabajadores y trabajadoras de la economía popular se inscribieron en el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (ReNaTEP) confirmando la importancia de este sector.

En estos dos fenómenos hay un nuevo desafío: no estamos hablando de desempleados que serán incorporados rápidamente al trabajo formal. La tendencia de la economía capitalista mundial indica otra cosa. Por eso, uno de los grandes retos es proteger e institucionalizar todas estas nuevas formas de producción y trabajo. Los descamisados de ayer expresaron un conjunto de demandas, lucharon y pusieron en el centro del debate público la necesidad de crear nuevos derechos y nuevas conquistas sociales. En gran medida lo consiguieron. A partir de recuperar estas tradiciones de rebeldía, de correr los límites se puede plantear que la potencia de los descamisados de hoy radica en unificar luchas, identidades y nuevas conquistas en un mundo de trabajo que ha cambiado pero que sus protagonistas siguen siendo siempre los trabajadores.

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