Cuidarse las uñas no solo implica un gesto estético, según especialistas, puede revelar desigualdades, estatus y hasta ciertos privilegios. Aunque durante años se consideró que una manicura bien hecha era accesible y universal, hoy su forma, color y diseño son interpretados de maneras muy distintas según quién las lleve.
Especialistas en moda y belleza señalan que las uñas se transformaron en un lenguaje visual cargado de significados. Lo que en unas personas puede verse como un guiño a la alta costura, en otras es juzgado como vulgar. Esa diferencia no es casual: la raza, la clase social y el contexto cultural de quien luce una manicura siguen marcando la lectura social de su estética.
La elección entre una uña natural, una punta afilada o un diseño recargado no se reduce solo a una preferencia personal, sino que también es una expresión atravesada por códigos que no se dicen, pero que refuerzan ciertos estigmas y privilegios. Entenderlos permite mirar más allá de la superficie esmaltada.
Uñas Pintadas Horóscopo
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Qué dicen las manicuras sobre el estilo a la moda de tus uñas
Según la historiadora Suzanne E. Shapiro, las manicuras lograron posicionarse como una herramienta de belleza accesible capaz de transformar las manos sin requerir una gran inversión. Sin embargo, la idea de que existen “uñas perfectas” aplicables a todas las personas es en algún punto engañoso. Como demuestra un reciente caso viral en redes, ciertos estilos no son aceptados con la misma facilidad si no vienen acompañados de determinados privilegios.
Las tendencias actuales apuntan a diseños discretos y tonos suaves, cercanos al protocolo estético de la realeza británica: uñas cortas, casi invisibles, que llevan a la imaginación de moderación, tradición y una feminidad contenida. Esta estética, hoy celebrada como símbolo de elegancia, tiene raíces en los hábitos de clase media del siglo XX, donde uñas limpias y naturales indicaban un estilo de vida más despreocupado. En contraste, los diseños extravagantes, como las uñas XL o con pedrería, aún son vistos con recelo si los lleva alguien fuera del molde socialmente aceptado.
Esta doble vara queda expuesta cuando las uñas llamativas, tradicionalmente asociadas a mujeres negras o latinas, se revalorizan al pasar por las manos de figuras blancas e influyentes. Lo que antes era considerado “excesivo”, se vuelve tendencia bajo otro contexto. Para muchas profesionales del sector, como Noelia Jiménez o Inés Cavem, el nail art no solo es una expresión estética, sino también un acto de identidad y empoderamiento que ha sido históricamente invisibilizado.
Desde la aesthetic clean girl hasta las soap nails, la imagen de limpieza ganó fuerza en redes sociales, aunque exige tiempo y dinero para sostenerse. Esta manicura “natural”, paradójicamente artificial, se asocia con valores conservadores, distinción y una belleza discreta que excluye a quienes no encajan en ese molde. El término nail privilege, popularizado en TikTok, resume bien esta dinámica, ya que tener las uñas arregladas mejora el trato recibido, legitima la imagen, y hasta influye en la percepción de autoridad y respeto.
Casos como el de Sha’Carri Richardson o Florence Griffith-Joyner dejan en claro cómo ciertos cuerpos y colores de piel cargan con estigmas aún cuando marcan tendencias. Mientras que en atletas afrodescendientes las uñas decoradas son tildadas de ghetto, en artistas como Rosalía o Dua Lipa se celebran como propuestas de vanguardia. Esta contradicción refuerza lo que ya advertía la socióloga Miliann Kang relacionado con las normas de belleza que están construidas socialmente y no son neutrales.