Cuenta la leyenda que al presidente Yrigoyen le leían un diario a su medida, uno donde todo estaba bien. Esto ocurría durante su ocaso, en su segunda presidencia. El Peludo, como lo llamaban, se había encerrado en su cueva. Ignoraba la crisis en la que el país se sumergía, tan hondo como aquel tranvía lleno de obreros que se precipitó al Río de la Plata y que es la metáfora de su último gobierno.
Esta obra recoge la leyenda del diario de Yrigoyen en la figura del Lector, un burócrata encargado de "hacerle el verso" al presidente, y el Canillita que le provee los diarios. La voz del despacho oficial y la voz de la calle chocan y nos traen los ecos del golpe militar de Uriburu. Mientras tanto, una tragedia más modesta, más privada, vincula a estos dos personajes comunes y antagónicos.
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