El 2025 comienza con una nueva ola de calor que afecta a todo el país, y ya se prevén posibles problemas con el suministro eléctrico ante la alta demanda. Pese a los avances tecnológicos, cada vez que sube el mercurio en los termómetros Buenos Aires sufre, aunque no tanto como en el verano de 1900, cuando la llamada "Semana de fuego", con sensaciones térmicas de más de 40° durante varios días, se cobró la vida de más de 300 personas.
Del 1° al 8 de febrero de 1900, la cuenca del Plata se enfrentó a un violento aumento de temperatura, que los diarios calificaron de "homicida". En la antigua capital federal y sus alrededores se padecieron marcas de hasta 38°, que durante esos días nunca bajaron de 28°. Transcurrían hasta 11 horas seguidas con sensación térmica (estimada, porque todavía no existía el concepto) de entre 40 y 49 grados, datos conservados como anécdota por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), ya que no se contaba con los protocolos actuales de medición.
Si bien las máximas reales pueden parecer no tan impresionantes, las mínimas eran muy altas, y durante varias jornadas. Por las noches no se llegaba a enfriar nada, las paredes y chapas de las casas se mantenían calientes, y apenas asomaba el sol el bochorno golpeaba de nuevo, todo atravesado por la implacable humedad porteña.
La ciudad no estaba preparada para hacer frente a estos fenómenos. En aquella Argentina, potencia mundial que añoran los libertarios, los inmigrantes se amuchaban en piezas sin ventilación en conventillos, compartiendo una exhausta canilla de agua entre cientos de personas. No se podía ir al supermercado o al banco con la excusa de disfrutar de un ratito de aire acondicionado: no había escapatoria del calor.
Ola de calor
La humedad y las altas temperaturas, un clásico de los veranos porteños de ayer y hoy.
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Las costumbres tampoco ayudaban. Hoy, ante un día tórrido de verano, salimos a la calle con ropa liviana, pantalones cortos, ojotas. Un siglo y cuarto atrás, el decoro obligaba a mantener las piernas cubiertas. Los hombres, a lo sumo, se quedaban en camiseta blanca.
Cuando los golpes de calor y la insolación causaron los primeros fallecimientos, se encendieron las alarmas, creyendo que se trataba de otra epidemia de fiebre amarilla o una enfermedad similar. Las ambulancias no daban abasto y, para colmo, los caballos que las impulsaban también caían muertos bajo las ardientes temperaturas.
Una vez establecido que el problema era el calor, la Asistencia Pública, predecesora del SAME, comenzó a difundir varias recomendaciones que leídas 125 años más tarde tienen plena actualidad, como "no abusar de las bebidas alcohólicas", "evitar el trabajo excesivo, proscribiéndose en absoluto desde las 11 hasta las 16", y "usar trajes holgados".
También aconsejaban "evitar los desarreglos intestinales" y "excesos en la alimentación, prefiriéndose las legumbres y las frutas sazonadas", así como "evitar el hacinamiento de las personas y la aglomeración de muebles en las habitaciones pequeñas que sirvan de viviendas" y realizar el "riego frecuente de los patios y paredes, y ventilación de las viviendas".
Golpes de calor
Pasan los años pero algunas formas de combatir el calor porteño se mantienen.
La Nación recogía por esos días que a los insolados los trataban con baños de inmersión en agua helada y la aplicación de hielo en la cabeza. Además, les daban purgantes y se les hacía una sangría con sanguijuelas para depurar el cuerpo.
En esa semana, las muertes fueron unas 350 en Buenos Aires, y casi 500 en todo el país. La mayoría de los fallecidos eran obreros, que caían fulminados por el calor en plenas tareas laborales.
Un cronista de la vieja revista Caras y Caretas salió de recorrida a fotografiar a los trabajadores que peor la pasaban, como planchadoras, cocineros y empleados de una fundición de plomo, que desarrollaban sus tareas con el ardor de la temperatura aumentado exponencialmente, sin ventilador, aire acondicionado ni ninguna comodidad.
Con el correr de las jornadas, el insoportable calor fue amainando, pero dejó el imborrable recuerdo de la tragedia, catalogada por La Prensa en su tapa del 4 de febrero de 1900 como "verdadera catástrofe" y "una temperatura singularmente homicida 4 de febrero".
pavimentadores alquitrán ola de calor semana de fuego 1900
Los trabajadores fueron las principales víctimas de la Semana de fuego de febrero de 1900.
Caras y Caretas
Altas temperaturas: cuál fue el día más caluroso en Buenos Aires
La temperatura más alta registrada en Buenos Aires fue el 29 de enero de 1957, cuando se sufrieron en la calle unos sofocantes 43,3°, hito que se mantiene hasta hoy. Ese día se contaron once muertos a causa de "insolaciones" y al menos veinte personas debieron ser hospitalizadas.
El récord se marcó hacia las 16, cuando el vulturno golpeaba con dureza a los porteños, quienes buscaban escaparle al calor en las fuentes de agua. Un par de horas después, una ligera lluvia traía un poco de alivio.
Embed - ¿Para qué sirven los sacos? Buenos Aires, año 1957.