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El periodista Hernán de Corso comparó el escenario con el de un conflicto bélico.
"En ese momento de desesperación, es raro ver cómo el ser humano se logra organizar. Gente sin preparación, la mayoría adolescentes, pero sin embargo hacían cordones, se llevaban, se traían", destacó el periodista Hernán de Corso.
Además de las 194 muertes que hubo que lamentar, las consecuencias que vivieron los 1.400 sobrevivientes fueron traumáticas. "Yo creo que parte de mi murió", aseguró por su parte Eduardo Salinas, para después sentenciar: "Luego de esa noche, uno queda desestructurado".
"Cuesta mucho sanar, poder recuperar lo que uno fue. Era tan lindo cuando uno era joven y feliz", rememoró Nahuel Vilas sobre esa época de su vida que, sabe, no volverá a disfrutar y cuyo recuerdo siempre va a estar teñido de tristeza.
Sin embargo, se sienten afortunados de haber encontrado "en la familia y los amigos" la ayuda necesaria para continuar. "Hay chicos que se suicidaron, amigos nuestros, que no pudieron encontrar esa contención, esa paz", expresó.
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Eduardo Salinas rememoró los minutos más dramáticos en República de Cromañón.
Pero además la tragedia de Cromañón representó un cambio en varios consensos sociales que la Argentina mantenía hasta ese entonces. Por ejemplo, "significó un antes y después en la seguridad de los lugares, desde un boliche bailable hasta un cine o un estadio de fútbol", señaló De Corso.
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Para el fiscal Jorge López Lecube, se pudo haber evitado el desastre aquel 30 de diciembre.
Segundo capítulo: El infierno en la voz de los sobrevivientes
EL INFIERNO - ETERNA NOCHE - CAPÍTULO 2
El segundo capítulo del documental original de C5N recorre lo ocurrido aquella fatídica noche en la que murieron 194 personas y 1.400 resultaron heridas, a través del relato y el recuerdo de sobrevivientes y familiares de los jóvenes que asistieron al show de la banda Callejeros en el local del barrio porteño de Balvanera.
Celeste Oyola, otra de las sobrevivientes, describió cómo fueron los primeros minutos de su intento de escapar del lugar: "Como la puerta no abría, empezó la gente a apretarse y yo no me llego a caer sino que me hundo en la gente. Y ahí se empieza a armar la pila de gente, una arriba de otra".
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Silvia, mamá de Julián, una de las víctimas de Cromañón, integra una organización para mantener viva la memoria.
Aquellos que lograban salir y los que se acercaban al lugar pretendían entrar para rescatar a los que seguían encerrados. "Recuerdo a un pibe que decía: '¿Cómo no voy a entrar si está mi hermana?'", comentó Eduardo Salinas sobre un grito que escuchó. Gritos como estos se repetían, entre la desesperación y la desesperanza, en la puerta del local.
"Había como un código, que creo lo teníamos más del barrio que por el rock, que era que si una vez vos ibas con alguien, tenías que volver con alguien", agregó.
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Nahuel rescató los "códigos de barrio" de los jóvenes que entraron a rescatar a las víctimas.
Ni los bomberos ni las ambulancias daban abasto para asistir a los heridos, que salían desmayados, inconscientes o sangrando. Los móviles de televisión transmitían las primeras imágenes con cientos de adolescentes y jóvenes desesperados. Las guardias de los hospitales se llenaban de padres buscando a sus hijos. El infierno se había desatado.
Primer capítulo: esquirlas del estallido
Con voces de sobrevivientes y padres de víctimas, el primer capítulo de Eterna Noche reconstruye la historia que marcaría un antes y un después. "Muchas veces se piensa en el estallido y pocas veces en el 2002, 2003, respecto del 2004", reflexionó el periodista y escritor Walter Lezcano.
En medio de un convulsionado escenario social post estallido 2001, cientos de adolescentes y jóvenes encontraron en la música una forma de reclamar, de pertenecer y disfrutar la vida y encontraron en la calle el único lugar de escape. "El placer no estaba en la escuela, había un descreimiento en la política, todas las familias estaban derrumbándose", añadió.
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"Quienes ayudaron a los chicos a salir fueron los propios sobrevivientes", sentenció Sebastián Albeiro.
En esa misma línea, la sobreviviente Celeste Oyola aseguró que "fuimos hermanos de esa generación que fue dejándonos todo eso que venía sucediendo y culminó el 30 de diciembre de 2004".
CROMAÑÓN, UNA CONSECUENCIA DEL 2001 - ETERNA NOCHE - CAPÍTULO 1
Aquella noche dejó expuesta la corrupción y negligencia en el sistema que debía cuidar y brindar habilitaciones en la ciudad de Buenos Aires. "Quién ayudó a los chicos a salir fueron más los propios sobrevivientes que el Estado", sentenció Sebastián Albeiro, otro joven que sobrevivió a la masacre.
"Desde la Policía que no cobrara coimas, bomberos que no habilitaran lugares que no se podían habilitar y ni hablar del rol del Jefe de Gobierno que había desfinanciado todo lo que era el control de estos lugares", sumó. Un dato: en noviembre de 2003, Aníbal Ibarra, en ese momento jefe de Gobierno porteño, pasan a disponibilidad 300 inspectores sin sumarios administrativos o investigaciones posteriores, y solo ingresaron 45 inspectores para reemplazarlo.
Durante una entrevista en 2005, Ibarra aseguró que Cromañón tenía más metros cuadrados de los habilitados y que un año antes advirtió irregularidades y echó a todos los inspectores. "El Estado daba una demostración de todo lo que no. Es la madre que tiene que cuidar, que tiene que cobijar, y estaba dando muestras de un abandono constante", remarcó Celeste.
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"El Estado daba una demostración de todo lo que no", recordó Celeste.
Las candelas en los recitales eran algo común en la época, no solo en el de Callejeros sino en otras bandas también. La noche del 30 de diciembre, en las puertas de Cromañón se hizo un cacheo para evitar el ingreso de bengalas. "Pasamos el cacheo con las zapatillas en la mano", contó Sebastián y, al mismo tiempo, Celeste coincidió "no entiendo por qué sucedió ese tipo de cacheo, no había pasado, no me volvió a pasar". Sin embargo, de modo misterioso, una candela ingresó al boliche.
Omar Chabán, dueño de Cromañón, se encontraba en el recinto e intentó reprender a los jóvenes al ver cómo las primeras candelas se encendían dentro del espacio cerrado. "Si vos a un adolescente vas y le impones algo a los gritos, puteándolo, no va a suceder algo bueno", explicó Celeste, por lo que en respuesta se prendieron más bengalas.
Minutos después, la banda de Callejeros salió al escenario y fue recibido por un público enardecido que agitaba los brazos y banderas, listos para disfrutar del espectáculo. Después de un "¿Se van a portar bien?", de Patricio Fontanet a la audiencia, la música comenzó a sonar. El primer y único tema de la noche; segundos después, todo se convirtió en oscuridad.