Meghan Markle, a pesar de su casamiento con el príncipe Harry, no recibirá el título oficial de “princesa”. El motivo es crudo y contundente: para el protocolo de la realeza británica, la actriz carece de “sangre real”. Por esa razón no podrá tener el mote de “princesa Meghan”.
Markle se verá obligada a seguir el ejemplo de su futura cuñada. Cuando Kate Middleton y el príncipe William fueron nombrados “esposo y esposa” en 2011, ella se convirtió en la “duquesa de Cambridge”. En el caso de Meghan, se transformará en la “duquesa de Sussex”, dado que Harry se convertirá en el duque del mismo condado del sur de Inglaterra.
El último duque de Sussex fue el príncipe Augusto Federico, hijo del rey Jorge III y tío de la reina Victoria. Al morir en 1843 sin herederos, el título quedó extinguido, hasta este sábado.
De esta manera, por lo menos desde lo oficial, habrá que olvidarse de la “princesa Meghan”, así como no hay “princesa Kate”.
Tener “sangre real” permitió que la hermana menor de la reina Isabel II de Inglaterra fuese llamada “princesa Margaret”. Sencillamente, la ascendencia de la familia real es la que otorga el derecho a ser princesa.