Las semanas que pasaron fueron frenéticas en el frente externo para el presidente Javier Milei y calmas en la escena vernácula. Está claro que esto es también porque el primer mandatario hace rato que no se mete en las negociaciones coyunturales que implican la gestión de gobierno. Es cierto qué hay ciertos escenarios que requieren del esfuerzo, la coordinación y la atención del Ejecutivo pero todo eso ha sido delegado a sus colaboradores más cercanos que, con mano de hierro y creciente cintura política, solidifican la fortaleza de un gobierno que fue tempranamente definido como débil y no muestra esa falencia a once meses de haber asumido.
¿Está delegación de facultades implica que Milei no gobierna? Para nada. El presidente mantiene el pulso firme y las decisiones que se toman cuentan con su aprobación o se sufren las consecuencias. Incluso en situaciones contradictorias puede verse esa lógica. El teléfono descompuesto que derivó en el despido de la canciller Diana Mondino luego del rechazo argentino al bloqueo norteamericano a Cuba es un buen ejemplo de eso. La firma del documento de consenso luego de la reunión del G20 con apoyo a la agenda 2030, la crítica a la situación de la libertad de expresión en el mundo y la posibilidad de gravar a los ultra millonarios del mundo parece un caso contradictorio con el otro. Pero sin embargo coexisten. Es Milei el que decide qué se hace con pragmatismo y en qué se mantienen posturas ideológicas cerriles.
La explicación de que mantener el voto a favor de Cuba es funcional a los intereses argentinos porque asegura que la región siga abroquelado detrás de reclamos históricos como Malvinas no contentó al presidente. Pero sí lo convenció la presión que ejercieron sobre él la visita del premier francés Emmanuel Macron y la amenaza del presidente Lula Da Silva de que no habría compra de gas de Vaca Muerta si se arruinaba una cumbre que Brasil venía preparando hacía mucho tiempo. Más allá que después, el comunicado de presidencia retaceando su apoyo a lo firmado constituye un hecho poco serio en términos diplomáticos, se verifica Lo dicho: Milei toma decisiones de Estado de acuerdo a su ritmo y sentir personal. Lejos de ser el topo que destruye el Estado, proclama en cada medida “el Estado soy yo”.
La decisión casi regia de quitarle la jubilación y pensión a su máxima oponente, la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, también es un signo de esta tendencia. Es por eso que después de semanas exultantes, hay dos situaciones en los que el modo Milei se plasmó de modo violento. Por un lado, las declaraciones en contra de su vicepresidenta en una entrevista televisiva. Frente al ultra oficialista Esteban Trebucq, Milei aseguró que Victoria Villarruel no tiene ninguna incidencia en las decisiones institucionales, que no participa de las reuniones de Gabinete por propia decisión y que es la más cercana a la casta del gobierno. Sabemos que, con el colectivo “casta”, el presidente designa a cualquier dirigente que le desagrada o no lo acompaña. Scioli y Macri no son casta, por ejemplo. Pero el embate final contra la vicepresidenta no se hace ni a las apuradas. Se elige un momento de fortaleza en la gestión, con la figura presidencial en el centro de la escena y en la previa a la discusión por las alianzas para las legislativas del año que viene.
Milei sabe que no puede dejar escenarios en el que le disputen los votos que él cree haber conseguido. Y eso corre para Mauricio Macri y para Victoria Villarruel. No dejar andariveles por los que puedan avanzar con propuestas alternativas a su liderazgo es clave para el modo en el que entiende el poder. Se sabe: la Argentina es un país muy presidencialista que otorga gran margen de maniobra a quien ejerce la primera magistratura. Y Milei está aprovechando esa discrecionalidad a pleno.
Por eso también tiene esperando -y desesperando- a los gobernadores que lo ayudaron a voltear proyectos clave como el de regulación de DNU o a sostener los vetos en contra del presupuesto universitario y la fórmula jubilatoria. A esta altura de las discusiones legislativas está bastante claro que La Libertad Avanza está muy decidida llevar la discusión sobre el presupuesto al límite o no tenerlo y manejarse con la discrecionalidad que permite extender el de hace dos años. Con una jugada simple y con ayuda de gobernadores y legisladores ultra dialoguistas, Milei evita el control parlamentario sin dar nada a cambio. En pocas palabras, casi que suprime el Congreso. De nuevo, el Estado soy yo.
Otro tanto sucede en su relación con los gremios. A partir de la inteligente negociación de su jefe de Gabinete Guillermo Francos, el gobierno está llevando a muy buen puerto el toma y daca con una parte de la conducción de la CGT, siempre dispuesta a ser más comprensiva con la Casa Rosada que con las necesidades de sus trabajares. Por eso, la renuncia de Pablo Moyano a la dirección tripartita, luego de ser desautorizado su llamado a un nuevo paro general antes de fin de año tiene la lógica de un sino trágico. Se sabía que iba a suceder, faltaba saber cuándo.
Es que, mientras las internas en el oficialismo están vinculadas a la consolidación de espacios de poder bien delimitados, en el peronismo obedecen más a una lógica de desintegración en tribus ante la ausencia de un proyecto que vertebre y logre que la máxima expresión popular de la Argentina vuelva a ser representativa de esos intereses y encolumne a sus dirigentes detrás de un liderazgo.
Es lo que entiende Cristina Kirchner en su tarea de reorganizar al PJ y por eso multiplica su presencia pública. Su participación en un acto vinculado a la salud pública en Rosario tiene ese espíritu. En su discurso, la ex presidenta consideró que el sector sanitario actualmente está “despedazado” y apuntó contra la administración libertaria por las medidas tomadas en los últimos meses que impactaron en los precios de las prepagas médicas: “Nosotros sancionamos la ley para que las prepagas que atienden a los sectores medios y medios altos argentinos no pudieran fijar unilateralmente las cuotas como lo hacen ahora. A los que dicen y nos maldicen, porque dicen que solamente nos importan los pobres, les recordamos a todos los muchachos y muchachas de la prepagas que mientras estuvimos nosotros pagaron cuotas justas, no como ahora que te arrancan la cabeza”.
Pero también tuvo una mirada acerca de la necesidad de mejorar la presencia de los agentes estatales y su relación con la sociedad: “Para que no lo vean como un ser privilegiado que argumentan entonces, después, estos malos gobiernos que llegan y convencen a la gente de que tienen que destruir el Estado y no se dan cuenta que le están destruyendo la vida”.