La era Francisco
Acabamos de despedir al cuerpo físico de Jorge Mario Bergoglio. Su proceso en Roma duró 12 años. Ahora florece su obra por todos lados. Porque, además, Francisco construyó sobre lo construido. Más de 130 años de la doctrina social de la iglesia, nutrida por siete papas antes que él, y por supuesto el Concilio Vaticano II que lleva más de 60 años. Y como bien dijo el Papa argentino, necesita por lo menos 100 años para que sea aplicado.
La siembra de Francisco es inconmensurable. Sus acciones, algunos dicen gestos, marcaron una era para los pontífices.
¿Puede volver la cruz pectoral de oro? ¿Los autos de lujo? ¿Los zapatitos rojos hiper lustrados? ¿La gran corte vaticana del Palacio Pontificio? Nadie lo cree, o quizás una pequeña minoría curial que sigue viviendo en esa mundanidad tan repelida por los pueblos del mundo.
En la Era Francisco la comunicación fue un antes y después. Vivimos el primer papado de las redes sociales, su muerte lo mostró incluso a niños, jóvenes y adultos alejados del mundo católico. La comunicación vaticana se hizo vía Web con Vatican News, que conduce un vaticanista de fuste, el laico Andrea Tornielli, como el propio Dicasterio de la Comunicación, o sea ministerio para nosotros, en manos de un laico, Paolo Ruffini …
Y otro hito sin parangón en la comunicación papal es haber sido el primer sucesor de Pedro que habló a los periodistas en los vuelos en sus 47 viajes apostólicos. Tampoco se puede omitir la evangelización en el nuevo continente, el digital, donde carga la Cruz por el mundo con fervor, monseñor Lucio Ruiz.
Es la primera vez en la historia que la expectativa mundial por el próximo Pontífice es tan alta. Las redes sociales, el mundo digital, son un gran potencial. Pero tampoco nunca antes ocurrió que cientos de periodistas pechen a los cardenales con sus micrófonos y cámaras. Esto ha sido de gran utilidad para la transparencia. Así cayó del cónclave el cardenal corrupto, nada menos que el tercero del organigrama de la Curia Romana, Angelo Becciu, que se metió en las reuniones previas a la votación en la Capilla Sixtina, y ante el escándalo mundial tuvo que recular mientras sus aliados lo bajaban.
"La última monarquía absolutista" reconocía el Papa jesuita. Son un puñado de 133 hombres de 73 países diferentes que eligen, acompañados y guiados por el Espíritu Santo, la figura mundial sobre la que pesan las mayores expectativas tanto para las élites como para los pueblos.
Se sabe que los cardenales electores no pueden escapar a las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Lo que venga debe abrazar la esperanza en una civilización deshumanizada y repleta de incertidumbres.
Nadie va aceptar volver a la infalibilidad del Papa. Se equivoca el obispo de Roma porque es pecador y es la amorosa misericordia de Dios la que lo perdona. Como a todos los bautizados.
El católico es Cristocéntrico, no antropocéntrico. De este principio tampoco pueden escapar los cardenales cerrados o insensibles a las víctimas de abusos sexuales, a los migrantes, al cuidado de la casa común, a las mujeres, los laicos, los jóvenes, las víctimas de trata y a los trabajadores de los sindicatos o movimientos populares.
Del Papa que viene es clave su nombre. Hace 843 años el revolucionario de su época era San Francisco. Ejemplo de amor a los más pobres, la naturaleza y al diálogo interreligioso, un líder de la cultura del encuentro.
¿Se viene el papa Ignacio? Para seguir el espíritu de un papa pastor, misionero, en salida, quizás este nombre sea un buen signo para el mundo que escapa al discernimiento personal y comunitario.
Una vida de espiritualidades
La vida de Jorge Mario Bergoglio fue una síntesis de espiritualidades, que se expresan en tres grandes órdenes. La salesiana en su familia, de allí el deporte, el barrio. Luego los sacramentinos, donde su primer confesor, Pedro Aristi, lo llevó a los 17 años a la adoración del santísimo sacramento; y luego con los jesuitas forjó vías los ejercicios espirituales para el dominio de su personalidad como el desarrollo intelectual. Pero fueron los franciscanos quienes le devolvieron su ternura hacia los más débiles, a los rotos, los descartados y a la Creación.
¿Dónde tendrá su Lampedusa el próximo obispo de Roma? La isla de los descartados de África fue el inicio geopolítico del Papa latinoamericano. Uniendo periferia geográfica, la última (o primera, depende desde donde se vea) isla de Europa con la periferia existencial, porque allí está el drama de los refugiados, que convirtió al mar Mediterráneo en un cementerio a cielo abierto.
Existen periferias geográficas y existenciales que aún no fueron visitadas por un Papa, por ejemplo, Irán. También civilizaciones donde no fue el hombre de blanco, caso China. La geopolítica vaticana está oficialmente representada por la secretaría de Estado; su segundo, conocido como sustituto, y el canciller.
Pero claro, Francisco paralelamente construyó una geopolítica de los pueblos. El próximo Pontífice no puede tirar al tacho lo construido. Estaría destruyendo la diplomacia de la paz y acelerando el proceso guerrerista. El diálogo interreligioso construye geopolítica y une donde la política de Estado no llega. Las organizaciones como Scholas Ocurrente, vía la educación y el deporte, constituyen un tejido global de paz con los jóvenes del mundo. Los movimientos populares han abrazado a los descartados del planeta para ser la voz de los sin voz, dando esperanza contra esperanza a los desesperados. La liga de magistrados, como el caso COPAJU, se ha tejido con funcionarios judiciales que aplican y predican la doctrina social franciscana.
Un legado que no tiene vuelta atrás
No tiene vuelta atrás el abrazo al mundo amazónico, qua contiene a 30 millones de nativos en el pulmón del mundo, y ya tiene su propia conferencia eclesial, llamada CEAMA, y la primera no episcopal, que incluyó mujeres indígenas junto a cardenales y obispos. Estará por verse si el Papa que viene se animará a denunciar que el agua vale más que el oro, como una vez hizo Francisco cuando se dejó fotografiar con una remera que llevaba esa consigna.
Tampoco tiene reversa la reforma del código canónico que fue perfeccionado luego de 1.400 años para permitir que una persona denuncie ante cualquier obispado y se inicie un proceso de investigación contra un abusador, dando un corte a la impunidad de los pedófilos, quizás la llaga más profunda en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
En similar situación la reforma financiera donde cortó el lavado de dinero de las mafias en el banco del Vaticano, como la impunidad de la corrupción de algunos príncipes de la iglesia. Tuvieron que pasar 25 años y llegar un Papa del fin del mundo para que la red antimafia Libera, que fundó y lidera el sacerdote Luigi Ciotti, fuera recibida en el Vaticano. En igual situación las nuevas esclavitudes, como se llama a la trata de personas o el tráfico de órganos, también el narcotráfico, y el decomiso de bienes al crimen organizado con reutilización social que tuvieron espacio de debate y difusión en las tribunas renacentistas de la Pontificia Academia de Ciencias y Ciencias Sociales, en la Casina Pío IV.
El otro gran proceso es la Sinodalidad. Ya no puede ser derrumbado. Años después, con diversos encuentros y hasta sínodos cargaron sobre sus espaldas destacados monseñores. El proceso de mayor democratización de la vertical gobernanza de la iglesia católica, que gracias al proceso encabezado por Francisco inició con 1.200 millones de bautizados y culminó con 1.400 millones.
El garante del francisquismo mejor posicionado en la Curia Romana es un argentino. Le dicen “Tucho”. Nacido hace 62 años, joven para la iglesia en ese cargo, oriundo del pueblito Gigena, provincia de Córdoba. Víctor Manuel Fernández tiene una profunda espiritualidad, devoto de San Pío de Pietrelcina, el famoso Padre Pío. Su humor no es tan florido como el cardenal jesuita de Córdoba capital, Ángel “Bayín” Rossi, pero destaca su sapiencia y sensibilidad para la escritura, los discursos y la escucha del prójimo, sobre todo de las mujeres.
Las tendencias en el cónclave son dos a grandes rasgos. Seguir en salida, abiertos al mundo, misionando y peregrinando. O el ala de la burocracia, los funcionarios de la fe, donde confluyen los más cerrados e insensibles, que hablan de tradición olvidando los primero tres siglos de persecución.
El protocolo con que seremos juzgados, Mateo 25, y las Bienaventuranzas, son Evangelio puro. Ese es el corazón del francisquismo-jesuita-salesiano. El Espíritu Santo y los cardenales nos dirán quién lo encarnará o no. Sólo Dios sabe.