Dave Pascoe se convirtió en un referente del biohacking al afirmar que su edad biológica es de solo 38 años. A sus 61, dice que pudo ralentizar el paso del tiempo sin necesidad de tratamientos millonarios. Para eso, en sus propias palabras, sólo le alcanzó llevar adelante estrategias basadas en alimentación, ejercicio y suplementos.
Su enfoque contrasta con el de otros entusiastas de la longevidad, como Bryan Johnson, quien invierte grandes sumas de dinero en procedimientos médicos avanzados. Este hombre, en cambio, apuesta por prácticas accesibles que, aunque requieren inversión y constancia, pueden ser realizadas sin recurrir a métodos extremos.
Lejos de ser solo una teoría, su estilo de vida llamó la atención de expertos y medios internacionales, generando tanto admiración como escepticismo. Su rutina incluye hábitos estrictos que, según él, mejoraron su salud y le permitieron mantenerse en óptimas condiciones físicas y cognitivas.
Cuál es la historia de Dave Pascoe, el hombre de 61 años que tiene un físico de 38
Dave Pascoe, un ingeniero de sistemas retirado de Michigan, dedicó su tiempo al estudio y práctica del biohacking con el objetivo de extender su longevidad y evitar enfermedades. Su método se basa en una combinación de alimentación rigurosa, entrenamiento físico intenso y el consumo diario de más de 150 suplementos.
Su plan de vida incluye una dieta centrada en alimentos orgánicos, evitando el consumo de carbohidratos refinados para reducir los efectos del envejecimiento. Además, complementa su rutina con sesiones de sauna de infrarrojos y exposición al frío, prácticas que, según él, disminuyen la inflamación y fortalecen el sistema inmunológico.
A diferencia de Bryan Johnson, quien gasta aproximadamente 2 millones de dólares anuales en su búsqueda por rejuvenecer, este ingeniero de sistemas mantiene su estrategia con una inversión considerablemente menor, de alrededor de 30.000 dólares al año. Según sus declaraciones, su enfoque se basa en métodos respaldados por estudios médicos y accesibles para un mayor número de personas.
El estadounidense se mostró crítico con las prácticas más extremas de la bioingeniería aplicada a la longevidad, como las transfusiones de sangre de donantes jóvenes o el uso de dispositivos para medir la función corporal en tiempo real. En su opinión, estas técnicas no garantizan una mejor calidad de vida, mientras que su método busca alinear la esperanza de vida con un estado físico y mental óptimo.
Las pruebas de sangre y ADN forman parte de su rutina para monitorear su edad biológica, además de utilizar dispositivos como mantas electromagnéticas que favorecen la circulación. Más allá de las controversias relacionadas con el respaldo científico de sus acciones, su experiencia se suma a las numerosas que existen en la actualidad, en donde algunos buscan desafiar el paso del tiempo y maximizar el bienestar a lo largo de la vida.