El momento en el que se decide cenar podría influir más de lo que se puede imaginar en la salud general. Una investigación reciente da a entender que ingerir alimentos a determinadas horas, especialmente en la noche, puede tener un impacto directo en la posibilidad de desarrollar obesidad. Este hallazgo pone en evidencia cómo no solo importa qué se come, sino también cuándo se lo hace.
La crononutrición, una rama de la ciencia que estudia la relación entre los ritmos biológicos y la alimentación, sostiene que el reloj interno regula el metabolismo de forma distinta a lo largo del día. Por eso, desfasar los horarios habituales de comida, como cenar muy tarde, puede alterar procesos hormonales y metabólicos esenciales. Varios estudios ya vincularon estas alteraciones con un aumento en los factores de riesgo asociados a enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 y los problemas cardiovasculares.
En este contexto, una universidad surcoreana analizó cómo los horarios nocturnos de comida y la calidad del sueño se mezclan para favorecer el aumento de peso. Con datos sólidos y una muestra importante, este trabajo ofrece nuevas pistas para quienes buscan mejorar su bienestar a través de pequeños cambios en sus rutinas.
Vino y Pasta
Las pastas son ideales para todo tipo de eventos, desde una cena íntima hasta una reunión familiar.
Pexels
Cuál es la peor hora para cenar
Investigadores de la Universidad de Mujeres Ewha, en Seúl, evaluaron el comportamiento alimenticio y los hábitos de sueño de 9.474 adultos coreanos, incluyendo mujeres premenopáusicas y posmenopáusicas. Según sus hallazgos, quienes cenaban pasada las 21:00 tenían un 20% más de riesgo de desarrollar obesidad en comparación con quienes comían más temprano. Este riesgo se incrementaba notablemente cuando las calorías consumidas a esa hora eran mayores que en el resto del día.
Entre los hombres, la probabilidad de subir de peso aumentaba en un 34% en esos casos, mientras que en las mujeres se detectó una mayor tendencia a acumular grasa en el abdomen, especialmente si dormían menos de seis horas por noche. Esto refuerza el vínculo entre el poco descanso y dificultades para mantener un peso saludable.
También se confirmó que dormir ocho horas o más reduce el riesgo de obesidad, y que limitar el uso de pantallas electrónicas antes de acostarse puede contribuir a mejorar la calidad del sueño. Para los autores del estudio, estas variables no deben analizarse por separado, ya que el momento en que se cena y el descanso nocturno están íntimamente conectados y ambos influyen sobre el sistema hormonal y el metabolismo.
En palabras de los científicos, cenar tarde puede interferir con el reloj biológico y alterar la producción de hormonas relacionadas con el apetito, como la leptina y la grelina. Esto podría generar más hambre en momentos de descanso, favoreciendo la ingesta calórica innecesaria y dificultando la regulación del peso.
Por eso, los especialistas insisten en que adoptar una rutina que contemple cenas tempranas y un descanso prolongado es importante para evitar el sobrepeso. Proponen campañas educativas y asesoramiento nutricional para fomentar hábitos sostenibles en el tiempo y así reducir la prevalencia de obesidad en la población adulta.