Javier Milei arranca su segundo año con todo para ganar en el Congreso

Con negociación, DNU, vetos, látigo y billetera, durante su primer año de gestión el Presidente hizo lo que quiso en materia legislativa. Ahora todo indica que podrá lograr mucha más representación a partir de las elecciones de medio término.

El gobierno de Javier Milei cumple un año en el que, con diversas ayudas, ha logrado maniatar a la oposición y reconducir todas los esfuerzos de sus socios a favor de su propio proyecto. Por varios motivos que detallaremos, el próximo año se presenta como mucho más propicio para un gobierno que, con negociación, DNU, vetos, látigo y billetera hizo lo que quiso en materia legislativa.

Muy atrás parecen haber quedado los primeros días de gestión, en los que era muy mencionada una supuesta debilidad con la que iba tener que lidiar un gobierno con poca representación legislativa, sin gobernadores ni intendentes propios y una presencia territorial más bien nula.

El diagnóstico no era necesariamente erróneo pero no tuvo en cuenta varios factores que han cristalizado un escenario bastante distinto del que se vaticinaba. El primer elemento es que la Argentina es un país tremendamente presidencialista que le otorga a quien gana las elecciones una discrecionalidad a la hora de tomar decisiones que es extremadamente elevada. Este no es sólo un tema institucional sino también político. La hegemonía que otorga ganar las elecciones presidenciales inclina, incluso a dirigentes políticos opositores, a buscar acuerdos con quien detenta el poder máximo. Y eso está directamente relacionado con la cuestión financiera.

Sin Ley de Coparticipación desde 1994 y con las obras públicas paralizadas o en cuentagotas, los mandatarios provinciales pierden independencia a la hora de relacionarse con la Rosada.

Por eso, Javier Milei no es un presidente débil. Casi todo lo contrario. Demostró que cuando se tiene decisión -sin los titubeos de Mauricio Macri ni el insoportable posibilismo de Alberto Fernández- el universo político se acomoda. Allí están la vigencia del decreto 70/2023 y la aprobación de la Ley Bases para atestiguarlo. También los vetos a la fórmula de movilidad jubilatoria y al presupuesto universitario.

Como si su primer discurso como Presidente -dando la espalda al Congreso- fuera premonitorio, Milei avanzó con todas las armas de la política y pasó de considerar al Palacio legislativo como una "cueva de ratas" a tildar a muchos de sus integrantes como “héroes” cuando lo apoyaban en sus planes contra los jubilados o la universidad pública.

Una buena noticia para el oficialismo

En un movimiento extraño, Milei confirmó su tesis acerca de la catadura moral de algunos legisladores pero en ese momento, los elogió. Por supuesto que el mejor ejemplo es el caso del senador Edgardo Kueider, quien fue electo por el peronismo pero se autodefinió libertario ante las autoridades paraguayas que lo encontraron in fraganti mientras intentaba ingresar 211 mil dólares no declarados a ese país. Sin Kueider, la Ley Bases no hubiera sido aprobada. Sin los diputados de Encuentro Federal, tampoco.

Aunque hoy, Miguel Ángel Pichetto, Emilio Monzó y Nicolás Massot estén alejados de los acuerdos con el oficialismo y figuren entre los más odiados por la mesa chica del Presidente, fueron muy útiles para los planes de los primeros meses. Lo mismo sucede con los gobernadores que presionaron a sus diputados para que conjuren el peligro de que los vetos del presidente fueran rechazados. Hoy mastican bronca porque, sin ley de Presupuesto a la vista, la discrecionalidad de las partidas que la Nación enviará a las provincias crece y se solidifica. Ni hablar de Mauricio Macri y el PRO, que han acompañado casi todas las iniciativas del oficialismo y han recibido mucho menos de los que pedían a cambio.

En la Rosada creen que la tarea de colonizar al PRO está casi lograda. Hoy son varios los integrantes del partido que fundó Macri que están más tentados de acompañar a Patricia Bullrich que al expresidente. Pero, sobre todo, acaparó las voluntades de la inmensa mayoría de sus votantes. Si en las elecciones del año que viene el PRO no quiere pasar papelones en distritos clave como la provincia de Buenos Aires, la única salida que tiene es acordar con La Libertad Avanza. Desde ya que en parte este escenario dependerá de la marcha de la economía, pero hoy es el más plausible. La UCR oficial, que responde en el Congreso a Rodrigo de Loredo parece encaminarse a ser el nuevo opo-oficialismo y hasta el propio cordobés es tentado a competir en las próximas elecciones representando a los libertarios en su provincia.

Lo cierto es que todo augura que 2025 será un año legislativo muy trabado, con poca actividad en el Congreso y eso parece ser una buena noticia para el oficialismo. Si generalmente la quietud es lo que prima en todos los años electorales, mucho más sucederá con una fuerza que considera que ya le sacó lo que necesitaba de modo urgente a ese “nido de ratas” y que, todo indica, podrá lograr mucha más representación a partir de las elecciones de medio término.

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